El ascensor social
Allá por los años 60, en la barriada de Ciudad Jardín, todo el mundo era pobre. Pero siendo niños como éramos, no lo sabíamos. Nuestros padres sí que lo sabían.
Hace 50 años, se construyó el Instituto Sierra Bermeja en este bonito barrio malagueño, formado por un profesorado innovador y comprometido que marcó las vidas de muchísimas personas. Y allí nos matricularon nuestros mayores.
LA PLANTA BAJA
Con la denominación de planta baja, me refiero a “ser clase pobre” socialmente hablando, y lo que todos queríamos era ser “clase media”. Tengamos en cuenta que la clase pobre sólo tenía una opción en la vida: trabajar, y todo el mundo sabe que trabajando, es imposible salir de la pobreza (salvo excepciones que confirman la regla).
Pero debo aclarar lo que en aquella época entendíamos por ser clase media: a saber, tener un poco de formación; no ser licenciados o académicos, sólo estar un poco educados. También, lograr un trabajo que te permitiese casarte, tener unos hijos, empezar a pagar un piso en propiedad, mandar a tus hijos a estudiar, sin tener que ponerlos a trabajar, tener un cochecito, tener vacaciones todos los años, y luchar muy duro para disfrutar de una pensión el día de mañana, cuando ya las fuerzas no te permitieran seguir trabajando.
Para conseguir todo eso, sólo había un camino: estudiar. Y estudiando, suponíamos todos que podría subirse desde la planta baja hasta la planta número uno, la de la clase media. Ese fue un sueño para nuestros padres. Allí en Ciudad Jardín ocurrió lo mismo que con el “sueño americano”. Los primeros que llegaron a USA se mataron a trabajar: italianos, irlandeses, chinos y otros muchos. El sueño de los padres lo empezaron a ver los hijos, pero no los padres. Los padres plantaron los manzanos, pero no se comieron ni una sola manzana en vida. Y lograron un cierto éxito porque lo que les movía era una ILUSIÓN. Las primeras manzanas las comieron sus hijos.
En Ciudad jardín ocurrió lo mismo. Nuestros padres no salieron de la pobreza, pero plantaron los árboles para sus hijos. Los de mi generación pensábamos lo mismo que nuestros padres y obtuvimos un cierto éxito. Muchísimos nos situamos en la vida para vivir más cómodos.
LA PRIMERA PLANTA
Pero hoy día vemos de qué manera los muchachos actuales, nuestros hijos, estudian y obtienen brillantes titulaciones académicas, y sin embargo no encuentran salida y se ven arrojados al paro y a la frustración ¿porqué está ocurriendo eso?
Hay que tener en cuenta que nuestros hijos han nacido cuando los árboles ya estaban dando sus frutos y no han conocido por lo tanto el esfuerzo de crear toda esa riqueza. No saben lo que implica empezar desde cero. Y han recibido un mensaje tóxico, muy optimista, del éxito obtenido por sus mayores. “Si quieres vivir muy bien, estudia” y ganarás mucho dinerito de modo fácil.
¿Por qué están fracasando nuestros hijos, si han hecho lo que les dijimos que hicieran, que estudiaran para prosperar? A mi modo de ver, la razón es que mientras que nosotros luchábamos por un IDEAL ABSTRACTO como era salir de pobres, sin una idea clara de lo que podíamos obtener, ellos, por el contrario, han estado luchando por un IDEAL CONTRETO, pues “nunca han sido pobres” y sólo persiguen dinero fácil, así por la cara, como ahora se dice.
Además, como no conocen la planta baja, no les da miedo volver a caer en la pobreza. Sencillamente no saben lo que es. Y los de mi generación no hemos sabido inculcarles algo tan importante. No es extraño por lo tanto que hoy día en España, se vea cada vez más claro que los jóvenes van a vivir peor que sus padres. Creo que están fallando los ideales, de familia, morales, de país, religiosos, de respeto hacia los demás. No sé. Los sesentones sí respetábamos todas esas cosas y ahora se nos dice que todo eso no vale para nada, que lo que hay que tener es pasta.
Además, los de sesenta o más años sabemos que la clase media es sólo una clase pobre “educadita”.
LAS PLANTAS SUPERIORES
Bueno esa es otra. Para seguir ascendiendo, una vez llegados a la primara planta, las cosas cambian. Aquí el estudio sí que no vale para casi nada. Los ascensores, en plural son variados.
Cito algunos, pero hay más:
1. El Ascensor Aristocrático; para los que han nacido en familias poderosas. Estos chavales si no se descarrían demasiado conservarán posición, amistades y dinero. En esas sagas sólo el primero debió de tener talento. Con los actuales nunca se sabe.
2. El Ascensor Uterino; básicamente consiste en hacerle una “barriga” a la hija del dueño, y ya te ves dirigiendo una empresa, aunque no estés capacitado ni para gobernar una comunidad de vecinos. Tanto en ellos como en ellas, suele terminar muy mal para suegros, cónyuges y empresas.
3. El Ascensor Político, consiste en ser dócil y tontito y tener mucha paciencia y poco talento. A lo que se ve hoy, es una de las carreras más productivas para los que carecen de ideales.
4. El Ascensor de los Tramposos; esto es lo peor de lo peor, sus miembros que son legión, han forjado la llamada “Cultura del Pelotazo”. Son gentes que venden a su madre a cambio de una contrata con las administraciones públicas o privadas. Y así, de un solo golpe viven el resto de sus miserables vidas sin pegarle un palo al agua.
Con gran regocijo he podido comprobar que mis amigos de Sierra Bermeja, los primeros Babyboomers, conservamos los ideales de nuestros mayores en medio de este esperpento social. Y seguimos creyendo firmemente en nuestros VALORES. Esto no tiene poco mérito, porque no había contado todavía, que cuando llegamos a la primera planta y quisimos coger un nuevo ascensor para llegar a la segunda planta, nos encontramos un enorme cartel cogido a la puerta que decía en letras de molde: “NO FUNCIONA”. O sea que a partir de ahora, a patitas escaleras arriba o … escaleras abajo.