Francisco Javier Vázquez, ex teniente de la Guardia Civil: “Las vigilancias de la nave de Ortega Lara las hicimos semienterrados en el monte”
Cuentan los que estaban en el meollo de la búsqueda de Ortega Lara que el primer rayo de luz en el túnel del secuestro más largo de la historia llegó con la detención de los etarras José Luis Aguirre, ‘Isuntza’, y Julián Atxurra, ‘Pototo’. Corría noviembre de 1996 y el tiempo pesaba en la conciencia de todos. El funcionario de prisiones había sido raptado por ETA el 17 de enero. «Esos dos etarras tenían documentación en su poder. Allí aparece un pequeño detalle en un mundo inmenso de documentación», explica Francisco Javier Vázquez, uno de los tenientes de la Guardia Civil que participó en el dispositivo de búsqueda del funcionario de prisiones. «16-7. Cita a las 12 horas. Playa Tarnos con Bol. Patrice. Ortega». La última palabra brilla en los ojos de los investigadores. Llevan meses buscando algo así.
Aquel es el comienzo del fin del cautiverio más largo pero la investigación se alargaría medio año antes de llegar a las puertas en una nave industrial de Mondragón, Guipúzcoa, donde la Guardia Civil logró liberarle. El viernes se cumplen 25 años. El entonces teniente Vázquez, que ahora está volcado en la lucha contra el yihadismo, recuerda «la tensión» de aquellos días en una charla con el historiador Gaizka Fernández Soldevilla en Sierra Delta Contra, un podcast del Memorial de Víctimas del Terrorismo.
La preocupación era máxima entre los cuerpos policiales porque «durante muchos meses no hubo ninguna pista sobre Ortega». A falta de hipótesis más ciertas, los policías revisaron incluso los expedientes y sumarios de secuestros anteriores en busca de algún cabo suelto que pudiera dar pistas sobre dónde podían tener a Ortega. «Eran días largos, haciendo seguimientos, y teníamos un ‘briefing’ a la una de la mañana, cuando los objetivos estaban ya en sus domicilios. Volver a la base sin resolverlo era angustioso. Teníamos un día menos. Sabíamos que, si no lo encontrábamos, Ortega Lara iba a morir por acción o por omisión».
Nada sirvió hasta que apareció aquella agenda con la anotación sobre una cita con Bol en la playa de Iparralde. Días después, descubren en el mismo mar de papeles una segunda anotación: «5k a Bol». «Eso nos cuadraba. Parecía claro que era una entrega de dinero. En aquel momento, la estructura de los comandos se microfinanciaba, así que la razón de una alta disposición de dinero tenía que ser un secuestro».
¿Quién era Bol? En aquella ETA del papel y boli cada uno codificaba a su antojo. «Hubo millones de ocurrencias» en el seno del grupo de analistas de Información de la Guardia Civil en San Sebastián. Llegaron al final a un sospechoso del que tienen referencias previas, Josu Uribetxeberria Bolinaga, que «lleva una vida anodina en Mondragón».
Mucha cautela
La prioridad de los policías es no levantar sospechas en Arrasate. «Es una zona de cooperativas muy cerrada, donde era muy fácil que fuéramos detectados. Si eso sucedía, podía desencadenar la muerte de Ortega». Con «mucha cautela» van siguiendo a Bolinaga hasta la empresa Jalgi, donde comprueban que «van varios a diario y llevan pan y comida. Los que hacen de ‘abogado del diablo’ nos decían que eran solo trabajadores comiendo. Pero vimos que alguno de ellos llevaba comida y se iba luego a un restaurante».
«Las condiciones de vigilancia eran duras porque hacíamos seguimientos cerca de la fábrica de 24 horas. Para llegar al apostadero, que estaba muy cerca del entorno vecinal, había que estar casi enterrados en el monte, literalmente, para que nadie nos viera». Cualquier chivatazo daría al traste con todo el operativo. En junio, tras encontrar unos tubos que pueden servir de ventilación, se convencen de que Ortega está allí. Preparan para el primer día de julio un gigantesco dispositivo para actuar a la vez en cuatro pisos de los investigados y la fábrica de Arrasate. Aquella madrugada liberan a Ortega Lara, uno de los mayores hitos de la lucha antiterrorista.
“Íbamos a entrar y nos llamaron porque habían soltado a Delclaux”
Arrasate, 1 de julio de 1997. Una de la madrugada. Hay unos 300 guardias civiles desplegados en las inmediaciones de cuatro pisos de sospechosos y en torno a la nave industrial. Les acompaña la secretaria judicial. Están esperando a que se duerman para lanzar la operación. «De pronto, nos avisan de que acaban de soltar a Cosme Delclaux, y en una zona cercana a nosotros», recuerda el teniente Francisco Javier Vázquez. «Surgen dudas. Que si ETA puede tener dos estructuras fuertes tan cerca». Al final, se disipan. Entran.
«Nos encontramos una nave diáfana. Sabíamos que no íbamos a ver un habitáculo, pero fue un impacto. Mucha maquinaria desordenada», relata. La Guardia Civil lleva al registro de ese lugar a Uribetxeberria Bolinaga. «Sabíamos que era difícil pero pensábamos que podía colaborar. Fue una decisión calamitosa. No decía nada. No mostró ningún síntoma de humanidad», valora el mando policial.
No encontraban nada. «Si hay que tirar toda la fábrica, se tira», llega a escucharse. Al final, deciden mover todas las máquinas y «al levantar un brazo articulado, vemos que una zona circular se levanta un poco del suelo. Es lo que estábamos buscando». El mecanismo es muy complejo y requiere conectar una serie de enchufes en diferentes puntos. Entra el primer guardia, uno poco corpulento porque casi nadie cabe por el agujero vertical. «Hubo un silencio brutal. Eran segundos eternos. En ningún momento de mi vida he sentido algo igual». Al final, una voz. «Aquí está. Es él. Está vivo».
Honor y Gloria a la Guardia Civil.
Y, por supuesto, al señor Ortega Lara.
Confio y espero que todos los mandos y agentes actuantes de la Bernemérita fueran debidamente condecorados. Es de Justicia.
¡Viva la Guardia Civil, y Viva España!