Ni tertulianos, ni vespasianos
El afán de abreviar títulos o la pereza de buscar conceptos estrictos, nos puede acarrear denominaciones ajenas al concepto adecuado a lo que queremos calificar.
Esto, nos está llevando a la lenta depreciación del lenguaje, que erosiona su categoría específica y acabaremos por no entendernos, perdidos en un bosque de ambigüedades e imprecisiones idiomáticas, acabando en la nueva torre de Babel, que si aquella no se construyó porque en la confusión de lenguas, a un mismo material lo llamaban con nombres distintos, ahora, con un mismo nombre, designamos materiales distintos.
Esto, solo demuestra una decadencia cultural galopante y en todos los aspectos civiles, eclesiásticos, callejeros y políticos.
Caminamos peligrosamente, a un relativismo amamantado por un subjetivismo que nos envuelve en interpretaciones del derecho jurisdiccional y personal, abocado a discusiones interminables, alejados del objetivismo filosófico y del sentido común.
Tertuliano (siglo II), fue un clérigo, historiador y gran apologeta del cristianismo, contra la herejía gnóstica.
Vespasiano (año 69) fue un emperador romano, que acabó con la guerra de los judíos, y comenzó las obras del Coliseo romano.
¿Por qué llamar “tertulianos” a los comentaristas o analistas políticos invitados a las exposiciones televisivas, a menudo interrumpidas por discrepancias ineducadas, incapaces de guardarse el tiempo expositivo de sus compañeros, y acabando en la generalidad de los casos en discusiones que no aclaran nada, ni son capaces de abordar hasta el final el tema planteado?
Nos quedan con el sabor de lo inconcluso o con la impresión de lo irresoluble, manteniendo los temas político-jurídico-administrativos, en el aire de la libre interpretación , y por ello, en la arena de eternas discusiones, solo propicias para la división social, cada vez más atomizada, distanciada, desconfiada y fragmentada en multiplicación de partidos políticos, funcionarios por duplicado y títulos de los que ni sirven ni producen, agravando el coste social estatal y el aumento de impuestos.
España tiene el doble de políticos que Alemania, teniendo ésta el doble de población que nosotros.
Si esto no es una dictadura del parasitismo, lo es de los vividores, amantes de todo menos de Dios, la Patria y la Justicia.
Y estos, tampoco demuestran más cultura en sus expresiones y conductas que los de la clase de la calle, con sus “yo, me parece”, convirtiendo un verbo intransitable en transitable, y expresiones del estilo del vulgo.
La tertulia, estrictamente se define como una reunión de ámbito familiar o amigable, intrascendente a la expresión pública.
Tertulia es conversación en temas cerrados a la privacidad.
Cuando esa tertulia se abre al público, hay que llamarla “análisis político”, “entrevista de expertos”, “comentaristas de la actualidad”, pero ni esos “tertulianos” tienen algo que ver con el seguimiento de la vida y escritos de Tertuliano, ni los motoristas que usan la “Vespa” podrían llamarse “vespasianos”.
A cada caso y cada cosa, por su nombre. No construyamos más decadencia idiomática, signo de la decadencia liberal filosófica, religiosa, social y humanística de nuestros confusos tiempos.
“Por sus frutos los conoceréis” (Jn. 15).
*Párroco de Villamuñio, León.
La mayoría de los periodistas, tertulianos, que de todo saben, pero de nada entienden, pseudoperiodistas, etc., ejercen la prostitución política, que debe de ser el oficio más antiguo del mundo: siempre al lado de los que mandan.