¿Qué quedará después de Sánchez?
Tras el debate, el páramo. No hemos vivido sesiones sobre cómo está la nación. Hemos asistido a una representación teatral para superar, con el dinero de los demás, el ‘shock’ de las andaluzas. Sánchez ha dejado aflorar el podemita que lleva dentro –si es que dentro lleva algo más allá de sus intereses personales– para engrasar su coalición y comerse a su socio por los pies.
Lo que queda después de tres días de intervenciones –en las que el PP no ha brillado por el acierto de sus invectivas– son los nuevos impuestos que cumplen con la primera ley atribuible a la ejecutoria de Pedro Sánchez: todo lo que sale de esa cabeza es arbitrario y populista. Así anunciados, como una suerte de venganza popular a sectores ‘antisociales’ como la banca y las eléctricas, tales tasas de nueva creación han hecho perder a los 5,7 millones de pequeños y medianos ahorradores una cantidad aproximada a los 5.300 millones de euros. No está mal para empezar. Ni siquiera sus ministras de Economía o de Hacienda conocían semejante anuncio, del que tal vez fueran avisadas un par de horas antes de su puesta en escena como detalle para evitar cierta cara de idiotas en el banco azul.
Los impuestos mediante los cuales Pedrito Calamidad quiere escenificar un giro a la izquierda han conseguido un asombroso quorum en las opiniones publicadas de todo tipo de economistas: van a empobrecer aún más la economía y conseguirán, sin duda, ahuyentar del todo la inversión extranjera. De lo cual se induce que esta arremetida peronista contra banca y energéticas nos va a salir muy cara y que vamos a vivir peor. El que a Sánchez las cosas le salgan bien quiere decir que a todos los demás todo nos puede ir peor. No conocemos las estimaciones de procedimiento, ni los análisis y estudios de aplicación, ni el cálculo de efectividad recaudatoria: solo sabemos que de esta guisa se grava la expectativa de beneficios de un sector como el financiero seriamente tocado desde tres años atrás. Y sabemos algo por experiencia: si el sistema financiero padece, la economía lo hace por igual. Sánchez ha decidido, como buen socialista, hacerse la campaña futura y el ayuntamiento con sus colegas gracias al dinero de los demás, del que va a quedar muy poco cuando este sujeto indescriptible desaparezca de nuestras vidas: la recesión en España es más que probable, el crecimiento se va a convertir en una quimera y el empleo, cómo no, va a sufrir un zarpazo que resultará imposible de disimular con los artificios contables de fijos discontinuos que no figuren en las listas de paro. Todo por las veleidades de un ignorante para mantenerse cómodamente en el poder gracias a sus alianzas con los detritus del sistema.
Tomen nota los próximos sectores que ya han sido avisados: supermercados, constructoras y telecomunicaciones. Y aquellas –pocas– empresas de medios informativos que no le bailen el agua. Queda año y medio para despachar a este indeseable de su cargo. Desde el cual, además quiere reescribir la Transición. ¿Quedará algo en pie cuando desaparezca?
Al menos tranquilidad. Por algo se empieza ¿no ?
Pues una España quemada y arruinada, de la que costará mucho levantar el vuelo…
Posiblemente pasaremos a ser un país controlado por el capital,k es decir, por los jodidos judíos.