Peña Trinitaria de Málaga, quién te ha visto y quién te ve
La Peña Trinitaria de Málaga ha sido una de las más enraizadas en las tradiciones y costumbres malagueñas. Señera y antañona, la citada entidad peñista ha sido obligada referencia de cofrades y aficionados al flamenco procedentes de todos los rincones de la geografía malagueña. Ubicada en la Trinidad, el barrio semanasantero de Málaga por excelencia, la Peña Trinitaria acoge cada año uno de los concursos de saeta más importantes de cuantos se celebran en España.
De un tiempo a esta parte, sin embargo, esta peña se ha convertido en punto de encuentro de miembros del colectivo LGTB. Y nos parece bien. Respetamos las tenencias sexuales de cualquier ciudadano, a condición de que esas tendencias no sean oficializadas con dinero público. Lo que ocurrió este sábado nada tiene que ver con el obligado respeto a la libertad sexual y sí con el poco civismo y el desprecio de la Peña Trinitaria a sus vecinos.
Según numerosas fuentes, la Peña Trinitaria comenzó a emitir a gran volumen música estridente desde poco antes de la 1 de la tarde. Todo un repertorio de esas nuevas variantes musicales que conturbarían cualquier espíritu sereno y que encajarían en el concepto de música de calidad tanto como una película de acción de Charles Bronson en el canal Netflix. El ruido disfrazado de música continuó ininterrumpidamente y no dio tregua ni siquiera a la hora de la siesta. No parece que a los directivos de la Peña Trinitaria, algunos de ellos eminentes cofrades, les importase mucho el descanso del vecino recién llegado del trabajo, o el de las familias humildes que no se pueden costear un aparato de aire acondicionado y tuvieron que sobrevivir a la asfixiante calima con las ventanas cerradas.
Algunos vecinos llamaron a la Policía Local para denunciar el nocivo estruendo. Ingenuos ellos que desconocían la naturaleza de la ruidosa fiesta y la condición tabú de sus protagonistas. Tanto que la música continuó hasta la medianoche. Si la Policía Local hizo o no acto de presencia, lo desconocemos. Pero sí lo hizo es seguro que prefirieron hacer oídos sordos que ser tachados de homófobos. Es mucho más seguro multar a la señora cuyo perrito mea fuera del tiesto o sancionar al dueño de la furgoneta de reparto que estaciona indebidamente durante escasos minutos.
Los denunciantes de los hechos señalan que el ruido musical se prolongó hasta la medianoche, tras lo cual tuvieron que soportar las voces de los festeros hasta bien entrada la madrugada.
No criticamos que los responsables de la Peña Trinitaria hayan dado la vuelta como un calcetín a las actividades que la tienen como escenario. Cada cual es libre de vivir conforme a sus propios exigencias éticas. Tal vez los tiempos modernos conviertan esta crónica en un anacronismo y en cambio dé patente de modernidad a una fiesta vinculada a un colectivo que de forma mayoritaria apoya las leyes contra la Vida, las rechiflas contra la moral tradicional y los espectáculos subvencionados contra los católicos.
En base a esa misma libertad, sería deseable que, de cara a eventos similares como el de ayer, la Peña Trinitaria decida irse con la música a otra parte.