Se cumplen seis años de la decapitación del sacerdote Jacques Hamel a manos de los yihadistas en Francia mientras daba misa
El 26 de julio de 2016, los medios franceses e internacionales se hacían eco del asesinato de un sacerdote al norte del país galo. La mañana de aquel día, el P. Jacques Hamel, presbítero de 85 años celebraba la Misa en la parroquia de Saint Etienne du Rouvray, situada en la localidad homónima situada en la provincia de Normandía.
Al término de la Eucaristía, dos jóvenes se acercaron de forma violenta asegurando ser miembros del grupo yihadista Daeshy retuvieron en el lugar tanto al presbítero como a la docena de ancianos feligreses que se encontraban en el interior del templo.
La policía fue alertada por una monja que había conseguido escapar a tiempo. Cuando los agentes acudieron al lugar y abatieron a los dos terroristas, el sacerdote yacía decapitado al pie del altar donde, minutos antes, había ofrecido el Sacrificio Eucarístico. Una anciana también fue herida en el cuello al momento de la llegada de las autoridades, aunque pudo ser llevada al hospital para su recuperación.
Aquel día fue de luto, tanto para Francia como para los católicos franceses y de todo el mundo. François Hollande, presidente de Francia por aquel entonces, realizó un llamamiento a la unidad desde la plaza de la iglesia donde el P. Hamel había sido asesinado: “Después de la muerte de este sacerdote, tengo un recuerdo y doy todo mi apoyo a los católicos de Francia. Debemos estar juntos. Los católicos han sido golpeados, pero todos los franceses nos sentimos consternados”.
Por su parte, el Papa Francisco celebró una Misa en septiembre de 2016 por el P. Jacques, en el que lo categorizó de “mártir”, ya que había muerto a manos de los terroristas por el único motivo de ser sacerdote.
Jacques Hamel: testimonio de fe, sencillez y unidad
Seis años después, nutridos grupos de católicos y musulmanes todavía se reúnen en actos civiles y religiosos para rendir homenaje a Hamel. Y es que el sacerdote se ha convertido en un símbolo de unidad, pese a los miedos que existían al principio de que su asesinato agravara el odio contra la población árabe. De hecho, su lugar de martirio y su tumba se ha convertido en un lugar de destino para varias personas que pasan por la localidad.
Los fieles del lugar tampoco se olvidan del que fuera su párroco, y destacan de él su gran sencillez demostrada en su vida cotidiana, así como en la celebración de los sacramentos. Muchos destacan de él que, aunque su vida fue sencilla y, en cierto modo, silenciosa, tras su muerte ha hecho mucho ruido.
DEP