En España puede afirmarse que “cualquier tiempo pasado fue mejor”
F. Rubiales.- En la desgraciada España de Sánchez, para encontrar el verdadero progreso hay que retornar al pasado. La mal llamada democracia, con sus partidos y políticos impregnados de corrupción y abuso de poder, nos ha construido un país injusto, arruinado, sin prestigio en el mundo y con tantos problemas y déficits que se está convirtiendo en un infierno, salvo para políticos, vagos, sinvergüenzas, subvencionados, delincuentes e inmigrantes ilegales.
En España puede afirmarse que, con escasas excepciones, “cualquier tiempo pasado fue mejor” y constatar que los actuales españoles, masivamente decepcionados por la falsa democracia, ansían una democracia auténtica con la misma fuerza que la deseaban al morir el dictador.
España era un país honrado y decente en el que la gente devolvía al tendero una perra chica, cuando se la daban de más y se dormía con las puertas abiertas, sin miedo ni inseguridad. Trabajaba solo el padre de familia y con su sueldo de obrero podía comprase una casa de las baratas que construía el gobierno. La política no generaba angustia y estaba en manos de los aparentemente mejores. Los ministros tenían carreras destacadas y expedientes brillantes, además de experiencia en la vida de las empresa o el alto funcionariado.
Lo mejor de aquel mundo es que existía una armonía y una lógica y racional relación causa-efecto. Si estudiabas mucho te colocabas bien y pasabas a formar parte de la clase acomodada. Si eras inteligente, la vida te premiaba. Había pocos enchufes y pocos corruptos. Cuando surgía un sinvergüenza o un ladrón, la guarda civil lo curaba en el cuartelillo y el delincuente no repetía. Te casabas para siempre y era muy difícil tener cuernos o romper el matrimonio. La gente tenía honor y palabra. Cuando se cerraba un trato con un apretó de manos, el acuerdo “iba a misa”, como entonces se decía.
Aquella España, que avanzaba a pasos agigantados desde la pobreza de la postguerra hasta la prosperidad de los últimos años de la dictadura, era un remanso de paz y de concordia. No había partidos políticos, pero comparada con la España actual, tras la llegada de los corruptos y los chorizos disfrazados de demócratas, aquello era el paraíso y esta de ahora es el infierno.
Es cierto que carecíamos de partidos políticos, pero ahora comprendemos que aquella carencia, en lugar de un castigo era una bendición. Nuestros partido actuales son focos de corrupción y mediocridad, donde se concentra la fauna depredadora atraída por los privilegios y el reparto del botín.
Si hay un lugar del mundo donde la democracia ha fracasado estrepitosamente, ese es España. Pero la clave es que en España nunca se instaló la verdadera democracia, sino una partitocracia creada para disfrute de los políticos, ajena al pueblo y en la que la mayoría de las reglas básicas del sistema democrático no existen.
El gobierno de Sánchez es un “modelo” mundial de mentiras, engaños, hipocresía y disimulo. Es una tiranía camuflada y una gigantesca estafa política al ciudadano, que vive envuelto en decadencia y lleno de miedo ante el futuro, que ve como se deteriora su país y como los enemigos de la nación, de la mano del gobierno socialistas, toman las decisiones y controlan el presente y el futuro.
Hace medio sigo no exista en el mundo un país que tuviera más fe en la democracia que España. Los ciudadanos acogieron el nuevo sistema, tras la muerte del general Franco, con un entusiasmo sorprendente y ejemplar. Después de 44 años, aquella democracia se ha transformado en una pocilga corrompida y controlada por partidos políticos que se comportan como termitas devastadoras, que se han alejado del bien común y que no tienen otra obsesión que el control del poder y el reparto del botín.
El fracaso es ya visible en todos los ámbitos del acontecer y la vida: en la cultura, sectaria y en manos de marxistas, en la economía, en retroceso constante, en la educación, de baja calidad, en la sanidad, que pierde los grandes valores que tuvo, en la ciencia, desamparada por los políticos, y en otros muchos sectores, donde los efectos del mal gobierno son visibles y causantes de angustia y desasosiego.
La España que nos han construido los políticos que se autoproclaman “demócratas” sin haberlo sido nunca es un auténtico fracaso.
En esta España que vuelve a ser de pillos y chorizos, los únicos que viven bien son los políticos, que han creado un régimen de ventajas y privilegios para el propio disfrute, un sistema que empobrece al pueblo y fabrica millonarios entre los miembros con poder en los partidos y los cargos públicos.
Un artículo objetivo y verdades como puños. Estamos jodidos.