La sombra de Trump es alargada: Liz Cheney pierde su escaño en las elecciones republicanas y agranda la ‘venganza’ del expresidente
La candidata republicana Liz Cheney sufrió el martes una amplia derrota en las primarias de su partido donde se dirimía quién disputará el escaño por Wyoming en las elecciones a la Cámara de Representantes de Estados Unidos. el próximo noviembre. Los votos fueron a parar a su rival, Harriet Hageman, que se presentaba con el respaldo de Donald Trump.
Las predicciones se han cumplido. Cheney deberá dejar su asiento en la próxima legislatura. Los conservadores más acérrimos no perdonan ni siquiera a quien ha sido una de sus destacadas representantes, hija de una familia que llegó a la Casa Blanca con George W. Bush en 2001. Su padre, el exvicepresidente Dick Cheney, llamó hace seis días a Trump «cobarde» porque «un hombre de verdad no mentiría a sus seguidores». «Perdió sus elecciones y las perdió a lo grande». Su hija ha sido también el látigo republicano contra el magnate por su intento de anular la victoria del demócrata Joe Biden en noviembre de 2020.
Con las primarias de Wyoming, el expresidente consuma su mayor ‘venganza’ contra quienes dentro del partido no han secundado sus mentiras o han denunciado su comportamiento durante el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Liz Cheney ocupa la vicepresidencia del comité que investiga esta insurrección. Fue apartada como número tres de los republicanos en la Cámara.
En las anteriores primarias, logró el apoyo del 73% de los votantes del Estado. En las del martes (madrugada de ayer en España), se quedó en el 29% frente al 67% de las papeletas cosechadas por Hageman. La hija de Dick Cheney explicó posteriormente que «podría haber hecho fácilmente lo mismo de nuevo; el camino estaba claro». Pero, sin embargo, prefirió «defender la verdad» y rechazar «la mentira del presidente Trump». «Ningún escaño en la Cámara, ningún cargo en esta tierra, es más importante que los principios que todos hemos jurado proteger», aseveró.
La derrota cierra el ciclo de salidas fulminantes que se verá en la Cámara por parte de los escasos republicanos partidarios de denunciar al expresidente. La mayoría será desplazada por el grupo emergente de afines al trumpismo que ha ganado por goleada en sus respectivas demarcaciones durante estas primarias. A ellos se unieron el martes Lisa Murkowski y Kelly Tshibaka en Alaska, donde la exgobernadora Sarah Palin también parece que regresará a la vida política activa.
Cambio ideológico
El resultado de Wyoming muestra no solo la prevalencia de quienes han secundado las teorías del falso fraude electoral sino un profundo cambio ideológico y generacional dentro del republicanismo; por fortuna, con importantes bastiones aún de resistencia. Hace quince años hubiera sido impensable el castigo propinado a la descendiente de un clan familiar con un profundo protagonismo en la política estadounidense. La derrota representa asimismo el triunfo del partidismo sobre la historia al poner de relieve lo rápido que líderes y bases se olvidan de quienes fueron referentes del partido, como George W. Bush.
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La lealtad a Trump se cotiza ahora al alza. Hageman, descendiente también de una familia política, es poco conocida fuera de su Estado. En 2018 perdió las elecciones a gobernadora y tampoco ha tenido éxito en anteriores primarias. Pero sus palabras lo explican todo: «Estamos hartos de la Comisión del 6 de enero».
La pérdida del escaño puede abrir para Liz Cheney una nueva etapa. Nadie descarta que se presente a las elecciones presidenciales de 2024 ocupando un espacio intermedio entre los trumpistas y Joe Biden; atractivo para quienes reniegan del magnate republicano y los que no consideran idóneo ser gobernados por un presidente mayor de 80 años en caso de que el inquilino de la Casa Blanca se revalide en el cargo.
«Ahora comienza el verdadero trabajo», manifestó desde Jackson la vicepresidenta de la Comisión del 6 de enero. Cheney afirmó que hará «lo que sea necesario para garantizar que Trump nunca más esté cerca del Despacho Oval». En su opinión, la democracia estadounidense «no está garantizada» como demuestran las amenazas «totalmente previsibles» proferidas por los extremistas contra el FBI tras el registro de la casa de Trump en Mar-a-Lago.