Para no creer en Dios hace falta más fe que para creer en Él
A los católicos se nos acusa de creer en lo que no vemos, y en lo que no podemos demostrar: en la existencia de un Dios creador; sin embargo, si uno lo piensa bien, más fe se necesita para no creer, que para creer. Podrá resultar paradójico, pero lo cierto es que hay algo más difícil que creer en lo que no se ve, y es no creer en lo que sí se ve.
Efectivamente, el ateo ha de emplear un gigantesco esfuerzo para negar sus sentidos y rechazar las evidencias, pues la existencia de un Dios creador es una evidencia que se impone por si misma y que nuestros sentidos son capaces de percibir.
El padre Jorge Loring siempre ponía el ejemplo de un Robinson Crusoe que una vez llegado a una isla desierta se encontrara con una cabaña perfectamente construida. Aunque nuestro Robinson tuviera la seguridad y la certeza que la isla estaba deshabitada, sin duda pensaría que la cabaña era la obra de un hombre que ocupó la isla con anterioridad, y jamás pensaría que la cabaña era objeto del azar, por ejemplo, de una tormenta que hubiera derribado decenas de árboles, y de un viento que hubiera ordenado los troncos y las ramas para formar la cabaña que tenía ante sus ojos.
La fe en un Dios creador no necesita esfuerzo alguno, pues es suficiente con experimentar el amor que un padre siente por su hijo, y deducir la existencia de un Ser creador a través de su obra, a través de la belleza del cosmos, de la vegetación de nuestra tierra, de lo claro de nuestro cielo, y de la existencia misma del ser humano. Sin embargo, creer en la no existencia de un Dios creador supone negar la realidad que tenemos ante nuestros ojos, y que ha tenido que ser creada por un Ser racional y preexistente a lo creado.
Como para los ateos la fe sin pruebas es irracional, y como quiera que nuestra prueba de la existencia de Dios es su creación, si pretenden que sigamos su fe descreída, ¿para cuándo nos probarán que Dios no existe?
Todos los que dicen que no creen en Dios, se agarran a la fe como a un clavo ardiendo, cuando tienen un grave problema, y lo sé por experiencia ajena, de familiares, amigos, etc.