Olona se pregunta por qué el silencio de las feministas tras la muerte en Irán de Mahsa Amini
A Macarena Olona le resulta singularmente llamativo el silencio sospechoso que mantiene la mayoría de nuestras feministas, de ordinario bastante activas en lo tocante a la salvaguardia de sus derechos adquiridos o la exigencia de otros nuevos, tras la muerte en Irán de Mahsa Amini tras ser detenida por la Policía de la moral por llevar mal el obligatorio velo.
Primero fue Masha Amini y ahora ha sido Nika, una joven de 16 años iraní que se sumó, al igual que miles de mujeres, a la revolución del velo. Las dos han muerto y nadie se puede creer que haya sido de muerte natural. No, ambos fallecimientos han sido la consecuencia directa de la brutalidad del régimen iraní. Solo pensar que existe en aquel país una Policía de la Moral pone los pelos de punta. Nos retrotrae a tiempos que se pierden en la memoria pero ahí está. Una mujer puede morir por llevar el velo mal colocado.
La ministra Irene Montero está muy concienciada pero no lo suficiente o, al menos, no con todas las causas. Con las mujeres iraníes desde luego que no. No sé a qué espera a convocar una gran movilización ante la embajada de aquel país para protestar, con toda energía, por la crueldad de un régimen que si no llevas el velo bien puesto eres detenida y luego apareces muerta. ¿A qué está esperando?. ¿Qué más tiene que ocurrir para que desde el ministerio se lance una campaña de denuncia contra el régimen iraní?.
Hay silencios que se pueden entender si son debidos a la ignorancia, pero cuando hay pruebas elocuentes y fehacientes del horror y la injusticia, el silencio se convierte en cómplice.
El movimiento feminista occidental, que se declara inequívocamente progresista, ¿no ve en la condición de la mujer en países como Irán motivo alguno de protesta y movilización? ¿O le parece aceptable ese estado de cosas? ¿Cuáles son las razones de esta indiferencia? ¿A qué se debe ese clamoroso silencio en tan vital cuestión?
Son tan pocas las voces que se hacen oír desde ese lado, tradicionalmente ruidoso por otra parte, que hemos de pensar que a estas histéricas feministas (ahora afónicas), otrora combativas, reivindicativas y vigilantes ante la defensa de sus intereses, les trae sin cuidado el peligro que significa el régimen de los ayatolás para las conquistas sociales y políticas conseguidas por y para la mujer en Occidente. O tal vez el miedo las paraliza a la hora de enfrentarse al enemigo número uno de la igualdad de los sexos, al campeón de la discriminación y el sometimiento de la mujer que es el islamismo radical. O simplemente su odio a Occidente, su desapego a la cultura europea, su rechazo de los valores de nuestra civilización, pesan más que cualquier otra consideración y prefieren dar por buena toda la degradación que aporta el islamismo radical para la condición femenina a cambio de la destrucción de lo que más aborrecen: Europa, su historia, su identidad, su cultura.
Sean cuales sean los motivos de la generalizada mansedumbre de las feministas, la verdad es que esta dimisión en la defensa de sus privilegios (que no son patrimonio de la humanidad, sino únicamente de Occidente) se parece mucho a un suicidio, a una muerte consentida, cuanto menos a una rendición o peor aún, a una traición, y pone al descubierto la falsedad e hipocresía del feminismo y sus seguidoras.
¿Cuántas campañas han tenido lugar en los últimos tiempos o están en curso en España/Europa contra la sumisión de la mujer en Irán y otros países, contra la imposición del hiyab o de la burka, contra los “crímenes de honor”, la pedofilia legalizada, las mutilaciones genitales, etc? En cambio se llevan a cabo grandes y costosas campañas contra el tabaco en los lugares públicos o el alcohol al volante, contra el consumo de “pezqueñines” o las corridas de toros, simulando con estas preocupaciones no tener asuntos más graves que tratar. Contra la violación de los derechos humanos de las mujeres en Irán (y no sólo de ellas), ni un gesto y ni una palabra.
El silencio es absoluto, o casi. Hay que reconocer que no solamente se trata de la deserción de las feministas en un terreno que es el propio de su lucha declamada. Es la sociedad entera, hombres, mujeres, feministas o no, que mira para otro lado y finge no enterarse de lo que pasa. En esa gran cobardía colectiva no cabe actuación verdadera contra los desafíos reales. Los grandes problemas son el calentamiento global, la obesidad mórbida, la masa corporal de las modelos, la plaga del mejillón-cebra… No negamos que estos asuntos y otros muchos constituyan otros tantos problemas que requieren atención, lo que decimos es que estas cuestiones menores son utilizadas como cortinas de humo para desviar la atención de aquello que realmente cuenta. Cuando el barco se hunde, lo que menos importa es un baño atascado o las cortinas sucias de un camarote.
La impostura feminista no podía quedar más al descubierto que lo que está actualmente, con el silencio cómplice ante la arbitrariedad y la injusticia de la que son víctimas mujeres como la malograda Mahsa Amini por una parte, y por la otra, el entusiasmo con que abrazan no pocas feministas su sumisión y subordinación a una autoridad superior masculina inobjetable que les era insufrible dentro de la sociedad europea tradicional.
Esa actitud, que pone en evidencia la degradación moral y espiritual reinantes en nuestra decadente sociedad, es tanto más aberrante y miserable cuanto que se trata de una elección libremente adoptada en un medio donde no existe la presión ambiente insoslayable de una sociedad como la iraní. Allí las mujeres no tienen elección, deben someterse porque de no hacerlo su seguridad, su integridad y su misma vida corren peligro y porque además toda su cultura y su educación las han preparado para eso. En Europa, pudiendo elegir libremente, sin coacciones ni el peligro de represalias, entre la libertad y la igualdad o la sumisión y la inferioridad, algunas optan contra toda lógica y razón por lo último y dando la espalda a su cultura y los valores de su civilización. “¡Queremos cadenas, que nos pongan el yugo!”: este parece ser el lema actual, el grito de combate de las nuevas feministas del tercer milenio.
Pueden estar seguras que esas cadenas las tendrán y muy pesadas, que ese yugo se lo pondrán y será doloroso. Pero sarna con gusto no pica, dice el refrán. En ese caso que disfruten entonces con las ronchas que les van a salir desde el alfa hasta el omega.