El testimonio de mujeres y la justicia española ratifican la obligación de informar de las secuelas del aborto
Aislamiento, depresión y en algunos casos, problemas y disfunciones sexuales forman parte del trauma de no seguir adelante con el embarazo. Estas y otras consecuencias del aborto deberán ser informadas por las clínicas abortivas en España, como recientemente ha ratificado el Tribunal Supremo y certifica el testimonio de muchas mujeres. Solo en 2020 se practicaron 88.000 abortos en España, una cifra que no actualiza desde entonces el Ministerio de Sanidad y no incluye los abortos naturales.
Hemos conocido a través de COPE la experiencia de Leire. Vivió un aborto provocado en 2009. Hoy tiene un hijo, pero tardó seis años en darse cuenta del síndrome post-aborto.
‘‘El tiempo juega a favor solo si lo haces de forma consciente. Yo aborté pensando que era un derecho para la mujer, que lo que llevaba dentro era una amasijo de células sin más tiempo. Así estuve años, pero como empecé una terapia con un psicoterapeuta, no por ser consciente del trauma post-aborto, sino por unos vértigos que tenía, a medida que iba avanzando en las sesiones y conociéndome a mí misma, gané en sensibilidad y conciencia. Y me topé con ese gran dolor’’.
Hoy Leire dedica parte de su tiempo en visibilizar el trauma que está detrás del aborto ‘‘Me gusta citar a la IVE, que llaman Interrupción Voluntaria del Embarazo, Intervención Violenta del Embarazo’’. Asegura que toda mujer que ha sufrido esta violencia queda traumatizada, sea consciente o no y por ello ‘‘deben sentirse comprendidas. En muchos casos no lo cuentan y viven en soledad el trauma’’.
En España existen pocas iniciativas que trabajan completamente el trauma post-aborto.
‘‘Lo primero que hay que hacer es escucharla. Hay una necesidad de contar lo que has vivido. El problema que hay es que no hay ayudas suficientes porque se niega el postaborto’’ explica Esperanza Puente. Lleva 18 años orientando y acompañando a mujeres que han abortado. Dirige la asociación Puente de Esperanza. ‘Después hay que explicarle que es natural que sienta todo lo que está sintiendo. Somos humanos y tenemos la capacidad de discernir el error que hemos cometido y que es muy doloroso. Sin embargo se puede llegar a vivir con serenidad y con tranquilidad afrontando y enfrentando el haber pasado por un hecho tan traumático’’, añade Esperanza.
Otro referente en España en el acompañamiento de mujeres en esta situación es el proyecto Raquel. Está presente en 43 de las 70 diócesis españolas desde 2010. María José Mansilla es su directora. ‘‘Hacemos acompañamiento para la sanación y reconciliación de las personas que han pasado por un aborto provocado. No solamente las mujeres, sino también el padre, la familia y los facultativos que lo hacen y se arrepienten’’, explica. El proyecto llega funcionando desde 2010.
‘‘Muchas llegan de parte de los sacerdotes, derivados por asociaciones pro-vida, médicos u orientadores del colegio si son adolescentes, otros motivados por retiros y peregrinaciones, o nos conocen por el boca a boca e internet. En cada diócesis hay un equipo de proyecto Raquel: acompañantes formados para esta misión y que trabajan con 4 o 5 mujeres al año’’, además, cuentan con profesionales de la salud por si la persona lo necesita en su proceso.
El perfil de las mujeres que abortan y el tabú
‘‘No hay perfil. Hay chicas de 14-15 años que van al instituto y mujeres de 70-80 años, gente con nivel económico alto, gente interna, creyentes y no creyentes, españolas y extranjeras que viven en España… el aborto afecta a toda la sociedad sin importar clase social, edad, nivel educativo ni nada. El sentimiento de culpa está siempre, porque cuando una mujer se queda embarazada, sabe que se queda embarazada de un hijo’’ apunta María José Mansilla.
‘‘El gran problema que hay es el gran tabú que supone el postaborto y la negación de que exista. Hay muy pocos estudios porque las mujeres no hablan de ello. Además, nuestros hijos abortados no existen para el mundo, por eso quedas más aislada’’ señala Esperanza Pérez. Por su parte Sonia Diéguez, psicóloga experta en gestión emocional y profesora en la Universidad Cardenal Cisneros confirma que ‘‘antes se ocultaba, pero ahora aumenta el número de personas que buscan ayuda, herramientas y estrategias para gestionar sus emociones. Nos encontramos mucho dolor y sensación de pérdida, culpa, insomnio, trauma, problemas de alimentación. Esto dificulta la elaboración del duelo y causa malestar. Aprender a validar lo que se está sufriendo y viviendo disminuye los niveles de angustia y ansiedad, porque la sociedad resta importancia a esta pérdida, y esto hace que haya más daño psicológico’’.
El estilo de vida, la capacidad psicológica o los antecedentes vitales condicionan la forma de gestionar el duelo aunque ‘‘el hecho del aborto es el mismo para todas’’ señala Esperanza Puente.
Negar el daño puede durar años e impide afrontar el duelo
En algunos casos, como el de Leire, el episodio se tapó durante seis años. Es el llamado duelo desautorizado. Es necesario revisarlo, aprender a digerirlo y orientar el camino. Para ello el papel de los profesionales es fundamental. ‘‘Hay una cosa muy común, y es que guardan o sienten que tienen que guardar silencio. Y ese silencio causa mucho daño, más que la propia acción a veces. Por eso es importante hablarlo y compartirlo, y vivirlo como un duelo autorizado’’ explica Diéguez.
Algunas mujeres dirán: ‘‘Yo aborté y a mí no me ha pasado nada. Algunas puede que abortaran hace 20 o 30 años. De primeras te dicen que esos años los han vivido bien’’ explica Esperanza Puente. Y añade: ‘‘En algunos casos el detonante viene con los hijos posteriores. Es que mi niño ha enfermado y ahora he empezado a pensar qué hubiera pasado si hubiera tenido a mi anterior hijo… y se abre la caja de pandora. Te cuentan que han tenido depresiones, intentos de suicidio, no han tenido relaciones estables… una historia de vida relacionada con el post-aborto. Como no se habla de ello, no se reconoce que las problemáticas que provoca el aborto son a causa del aborto’’.
Además, si hay otros hijos ‘‘tendemos de forma natural a apartarles un poco conscientemente. Pueden sufrir problemas: celos, culpa, control de esfínteres, fracaso escolar, aislamiento. También si son adolescentes’’ completa Sonia Diéguez.
Desde su experiencia acompañando, Leire añade: ‘‘te dicen que no encontraron alternativa, incluso el psicólogo le decía: ‘abórtalo si no estás lista para tenerlo’, o si no tienes dinero’’.
Como cualquier otro síndrome, como el post-traumático, hay síntomas comunes como flashbacks del hecho, tener presente días clave como la salida de cuentas… ‘‘Ese proceso necesita de un acompañamiento, sea de un psicólogo, o de un consejero formado, sea un sacerdote o un voluntario. Siempre hay que darle horizontes de vida. Pero si quiere tener más hijos, necesita sanarse, quizás necesita tiempo y madurez’’ explica Pilar Muñoz Herranz, psicóloga especializada en psicología educativa. Y añade: ‘‘Para afrontar el duelo, primero debe acudir a un ginecólogo para saber cómo está su aparato reproductor después de la intervención, tener una comunicación con el miembro familiar que vaya a ser menos aversivo con ella, y si ha ido de mano de la pareja, hablar con él porque esa relación está dañada’’.
8 de cada 10 mujeres que se lo están pensando, continúan con el embarazo
Otra iniciativa es Redmadre. Si bien, ayudan sobre todo a mujeres embarazadas que dudan continuar, algunas de ellas vienen con abortos anteriores y continúan el embarazo gracias al acompañamiento.
Su directora, Amaya Azcona asegura que ‘‘estas mujeres buscan expresar la experiencia que han tenido. También comentar las situaciones que les ocurren. Muchas de las embarazadas, en el trabajo con ella, afloran los abortos anteriores: tienen el miedo de que el bebé que espera, siga el camino del que abortó. Cada vez hay más mujeres en esta situacion, desde que se aprobó la ley del aborto: embarazadas con un aborto anterior. Ahora las presiones son muy fuertes por las parejas, las familias, los jefes…’’ y asegura que separar al hijo que abortó del que lleva dentro es un proceso difícil, pero ‘‘hay una esperanza, y es que las mujeres que lo han vivirlo, no quieren volver a pasar por ello’’.
Aprender a despedirse
‘‘Cuando me di cuenta, pensé que no tenía perdón de Dios y que tendría que sufrir toda la vida. Entendí que yo había sido víctima de un sistema que permite la violencia de esa forma a la mujer’’ explica Leire en su testimonio. ‘‘Muchas mujeres que han abortado no quieren vivir, se quieren suicidar, no salen de casa, no se duchan…. las historias son muy dramáticas. Mi labor consiste en que ellas entiendan que merecen vivir, que tienen otra oportunidad y que todo eso se puede sanar’’.
Para superar la situación, ‘‘aparte del trabajo de introspección, para no cerrarle los ojos al dolor, he enterrado en barra a mis hijos y voy cada año al lugar. El primer año fui sola, muerta en vida. Después con mi actual pareja, al siguiente embarazada, luego con mi hijo en brazos… Si sigues un camino de amor, todo puede volver a una senda de ilusión’’.