Macarena Olona, durante el Camino de Santiago.

Querida Macarena, con el debido respeto, debo decirte que no logro entenderte. El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, está comenzando a generar las condiciones más favorables posibles para las próximas elecciones generales, donde tiene muchas papeletas para ser reelegido . Se está perpetrando, con diurnidad y alevosía, un asalto en toda regla a la institucionalidad democrática, que requeriría de tu compromiso ético con España mucho más que tu presencia en Washington para supuestamente conferenciar sobre imaginería andaluza.

En las últimas horas, por ejemplo, surgió la reforma del Código Penal para eliminar el delito de sedición y sustituirlo por «una nueva tipología» que sería «desórdenes públicos agravados». Asimismo, Sánchez está impulsando la implementación de nacionalizaciones masivas de extranjeros. Esto permitirá que hasta tres generaciones de descendientes de españoles se conviertan en nacionales de origen, y por lo tanto, tengan derecho a voto en los siguientes comicios. Este desafío al Estado sin precedentes, al menos en los últimos 4o años, se nutre de la existencia de una opinión pública indolente y acobardada, una derecha incompetente, un jefe del Estado inoperante que prioriza la supervivencia de la Corona a cualquier compromiso con la Patria y un poder judicial parcialmente corrompido. Lamentamos tener que seguir diciendo que no hay en España un líder que sea capaz de ilusionar ni aglutinar a un amplio sector de la población, hoy en manos de la izquierda. Lo que hay es lo único que tenemos. Pensábamos de buena fe que ese liderazgo bien podía estar representado por ti, pero los acontecimientos comienzan a invalidar nuestras esperanzas. Pensábamos ingenuamente que estabas dispuesta a cumplir con las exigencias que la gravedad del momento presente exigen y requieren. Hay en ti incontables actitudes para ello: carisma, buena esgrima dialéctica, resistencia ante los huracanes y un notable bagaje profesional, pero desgraciadamente, la Macarena Olona centinela de España frente a sus ancestrales enemigos, está siendo devorada por esa otra Macarena Olona, en permanente roce con el vedetismo, insustancial en lo fundamental y con tendencia a pretensiones tan quiméricas y absurdas como el sincretismo cultural con unas naciones iberoamericanas que mayoritariamente han caído ya en manos del comunismo.

Te dije en la presentación de tu conferencia en Málaga que la salvación de España y de Occidente estaba en la voluntad de las almas que tienen fe. Sinceramente, en estos momentos, desconozco qué voluntad persiste en la tuya: si la de servir a España o a ti misma. Si es lo primero, es imperio que te pongas al frente de una organización que intente frenar, en el campo político y también el jurídico, el descuartizamiento social, económico, moral y político de nuestra nación. Si estás lejos de dar el paso que las circunstancias hacen imprescindible, entonces háblale claro a los españoles que creen en ti, y diles que tu problema, como el del animal carnívoro que prueba la carne humana y no puede ya vivir sin ella, es que has sucumbido a la adicción de los flashes, el postureo y las aclamaciones de tu puñado de incondicionales. Eso te lleva a transitar, de conferencia en conferencia, con el objetivo de retener una efímera fama que se irá disolviendo en la medida que se disipe la morbidez que hoy despiertas, por razones que nada tienen que ver con la asunción de un liderazgo serio e ilusionante para rescatar España.

La Ley Integral de Violencia de Género no está, a pesar de su injusticia e inconstitucionalidad, entre los mayores problemas de los españoles, gravemente aquejados por otros mucho más acuciantes y los que aún están por venir, a nivel nacional e internacional. Más que derogar una ley, lo que habría indudablemente que hacer, es echar e incluso encausar judicialmente, con la petición de inhabilitaciones vitalicias, a este gobierno de criminales vendepatrias. También podías haber plantado batalla al multiculturalismo, que es utilizado como un martillo para forjar a los pueblos dóciles que conformarán los Estados obedientes del Nuevo Orden Mundial. Como arma de guerra de política moderna, el multiculturalismo tiene pocos equivalentes, lo que explica su utilización actual en toda Europa Occidental, los EEUU, Canadá y Australia. La parcelación y división deliberada de estas naciones y la pérdida de la identidad nacional y de proyecto común que desemboca en grupos políticos en conflicto entre ellos sirve de trampolín a un gobierno mundial. ¿Pero quién compondrá ese gobierno mundial? Una clase dirigente constituida en una ‘jerarquía económica’ reemplazará la ‘jerarquía natural’ de la filosofía del siglo XIX. Una fuerza que considera a los países y las personas que los pueblan primero como objetivos económicos para explotar, y después como objetivos militares que deben ser vencidos si oponen resistencia.

Tus proclamadas intenciones de servir a España y defender la civilización que nos alumbra, quedan por tanto invalidadas, más aún cuando supeditas la decisión de liderar tu propio espacio socialpatriota a una circunstancia tan inescrutable como el resultado electoral de Vox en las municipales. Si las circunstancias electorales de Vox son el motor que guía tus pasos, y no la situación apremiante que vive nuestra nación, fruto de la deserción moral de la casta política española sin apenas excepciones, entonces tú también representas lo malo ya conocido.

Y cómo quieres Macarena, que tomemos en serio tu fundación (no caeré por el momento en la tentación de llamarla chiringuito) cuando pones como su representante en la provincia de Jaén a un señor mayor, que obtuvo el clamoroso rechazo de sus vecinos de la capital jienense en las elecciones municipales del 2019 (107 votos), y que extralimitándose en sus funciones, maniobra en favor de un homólogo en la provincia de Málaga, de dudosa ascendencia sobre tus potenciales seguidores. Y no solo eso, de forma mendaz y cobarde, sacando a relucir al mediocre que lleva dentro, se dedica a denostar al genial empresario que pagó todos los gastos, a ti y a todos los tuyos, durante vuestra reciente y exitosa estancia en esta capital.

¿Se puede construir algo decente para España con tan pequeña y miserable dimensión humana?

Estoy seguro. Macarena, que pervive en tu conciencia ese elemental sentido del honor y de la decencia que, aún a pesar de todo, te obliga a concebir la política como un engorroso y sufrido deber y no como un medio parasitario de vida.

Abandona por tanto tu errático camino, y si leal y sincero fuere tu afán de servicio a los españoles, ponte al frente de una organización política que intente servir de revulsivo a la anestesiada conciencia nacional. Si no das ese paso, mi consejo es que seas honesta contigo misma, pero sobre todo, insisto, que lo seas con esos españoles de buena fe en los que habrías incubado, de forma calculada y fraudulenta, la esperanza de una opción alternativa en la que nunca creíste.

Ya hemos sido engañados muchas veces, Macarena. No engroses la lista de esos profesionales del engaño que han servido todos estos años de linimento a la musculatura dopada y atrofiada de la corrompida casta política. Si tal cosa hicieres, que Dios y la Patria te lo demanden.