¿Se avecina un nuevo fracaso del G-20?
El fenómeno de la globalización económica ha conseguido que todos los elementos racionales de la economía estén interrelacionados entre sí debido a la consolidación de los oligopolios, la convergencia tecnológica y los acuerdos tácitos corporativos, neoliberalismo económico que sería el culpable de que según la OIT para el 2.022 el número total de desempleados en el mundo sería de 207 millones (6% de la población activa): Ello estaría aunado con un déficit de 75.000 millones de dólares de financiación climática en los presupuestos de los países pobres y con cerca de 860 millones de personas viviendo en la absoluta pobreza según Intermón Oxfam.
En consecuencia, las autoridades económicas mundiales debieran impulsar la frágil recuperación económica global, promover una capacidad productiva diversificada y garantizar una evolución equilibrada de los ingresos, objetivos que no tendrán su plasmación en la agenda de la Cumbre del G20 que se celebra en Bali y que estará monopolizada por el contencioso ucraniano.
¿Logrará evitar el G -20 el estancamiento económico secular?
Tras una etapa económica dulce impulsada por favorables vientos de cola, la irrupción de una borrasca pandémica provocará vientos huracanados de dirección caótica que podrían tambalear los cimientos de la economía mundial. Así, asistiremos a la aparición de un nuevo patógeno,(el DDD) que podría acabar arrasando todo rastro de brotes verdes en la economía mundial al poseer un ADN dotado de la triple enzima D (Deuda Pública desorbitante, Desbocada inflación y Desempleo endémico) y que podría generar un estancamiento secular (secular stagnation).
Así, la desbocada inflación en las principales economías occidentales, acelerará la subida de tipos del dólar, euro y libra haciendo que los inversionistas se distancien de los activos de renta variable y que los bajistas se alcen con el timón de la nave bursátil mundial, derivando en una psicosis vendedora que podría desencadenar el estallido de la actual burbuja bursátil.
Así, una inflación desbocada conlleva la pérdida de poder adquisitivo de trabajadores y funcionarios, la contracción del consumo interno así como la desincentivación del ahorro y búsqueda de rentas fuera de las actividades productivas. Asimismo, podría provocar en un futuro mediato una desertización productiva que fuera incapaz de satisfacer la demanda de productos básicos y la posterior estanflación.
Dicho término supone la combinación de una inflación desbocada y un escenario de recesión económica (una economía entra en recesión técnica después de dos trimestres de caídas consecutivas del PIB nacional según el FMI) y es un término acuñado en 1965 por el entonces ministro de Finanzas británico, Ian McLeod que utilizó la palabra “stagflation” en un discurso ante el parlamento Británico.
Se trata de una de las más peligrosas combinaciones para la economía ya que ambos elementos distorsionan el mercado y la terapia de choque para combatir el estancamiento económico tiene como efecto secundario el incremento de la inflación. Así, para incentivar el consumo y salir de la recesión se requieren terapias basadas en la expansión fiscal y monetaria, medidas que a su vez generan más inflación lo que al final deviene en un círculo explosivo pues conlleva incrementos del precio del dinero por parte de los Bancos Centrales que provocarán la asfixia económica de incontables países con una Deuda Pública estratosférica.
Dicha Deuda sería fruto de la sustitución de la doctrina económica de Equilibrio presupuestario de los Estados por la del Déficit endémico, (práctica que por mimetismo adoptaron las economías domésticas y las empresas y organismos públicos y privados), y que han contribuido a la desaparición de la cultura del ahorro, al endeudamiento crónico y a la excesiva dependencia de la Financiación Exterior.
Ello aunado con el crecimiento estratosférico de los precios del crudo y energéticos, forzará a los países a adoptar políticas de decrecimiento con la subsiguiente contracción del comercio mundial y que provocarán el finiquito de la globalización económica, teniendo como efectos colaterales el fin del turismo de masas, el retorno de las empresas deslocalizadas, la entronización de la economía circular y de los productos de etiqueta ECO que terminarán por perfilar el retorno a los compartimentos económicos estancos en el horizonte del próximo quinquenio.