El libro de Distel Steg que revela los secretos sobre el COVID que no nos han contado: “¿El virus se estaba modificando en el laboratorio para crear un arma biológica (II)?
Por Distel Steg.- En forma sospechosa e incomprensible, el científico chino George Gao Fu, director de los Centros de Control de Enfermedades de China, quien había afirmado en enero de 2020 que el origen de la pandemia de Sars-CoV-2 se encontraba en el mercado de mariscos de Wuhan, dado que habían encontrado residuos del mismo en las aguas residuales, se retractó de dichas afirmaciones en mayo de 2020, negando que se hubiesen encontrado evidencias de que el coronavirus, y por tanto la epidemia, hubiesen tenido su fuente inicial en dicho mercado.
En abril de 2020 la viróloga e inmunóloga de la Escuela de Hong Kong de Salud Pública, Dr. Li-Meng Yan, escapó de China hacia los Estados Unidos, debido a la persecución a que fue sometida y los riesgos de ser encarcelada o “desaparecida” debido a sus manifestaciones públicas de que el gobierno comunista de China tenía información del nuevo coronavirus mucho tiempo antes de informar al mundo. La propia investigadora afirma haber notificado a sus superiores, incluyendo algunos de los más renombrados expertos en el campo de la virología china, acerca de la peligrosidad del virus y su posibilidad de transmisión de humano a humano, quienes ignoraron sus investigaciones y advertencias. Por otro lado, los investigadores con los que Yan trabajaba pronto se vieron silenciados y amenazados para no revelar detalles adicionales. Además, mencionó que el co-director del laboratorio afiliado de la OMS, el Profesor Malik Peiris (asesor del Comité de Emergencia Internacional para las Regulaciones Sanitarias para la Neumonía debida al coronavirus 2019-nCoV de la OMS), tenía la información pero que no hizo nada al respecto.
En forma reiterada mencionan los medios de comunicación que los estudios e informes de la Dr. Li- Meng Yan no son válidos al no haber sido publicados en revistas científicas y con revisión académica por pares (es decir, que otros científicos lean, analicen, experimenten y comparen el estudio para determinar su credibilidad). Sin embargo, ello es debido a un círculo vicioso: los “científicos de renombre” no van a estudiar y validar un estudio que está en contra de la “verdad oficial” establecida por la OMS, lo que les ocasionaría un deterioro en su credibilidad y estatus en los medios académicos. Sin dicha validación las revistas científicas (cuya credibilidad e imparcialidad también es dudosa) no publicarán el artículo en cuestión. Si no hay publicación, entonces el estudio supuestamente no tiene validez y no habrá quien lo analice y trate de determinar su importancia científica.
Hasta el momento ninguna revista ha aceptado la publicación de los estudios e informes de la científica china. Ello muestra que no es cierto que no haya evidencia de la manipulación del virus. Las evidencias existen, solo que no son aceptadas y publicadas por los grandes medios de comunicación, tanto científicos como periodísticos.
Es necesario también considerar la gran experiencia que tienen los investigadores chinos en el campo de la ingeniería genética, aunque que no todos sus descubrimientos, mejoras y conocimientos han sido adecuada y oportunamente conocidos por el mundo occidental o, incluso, dentro de las propias fronteras de ese país.
Recordemos que, a finales de 2018, el biólogo chino He Jiankui reveló que había creado las primeras bebés modificadas genéticamente de la historia, lo cual fue causa de escándalo y una gran polémica mundial por sus implicaciones éticas y el desconocimiento de la existencia de estos experimentos que tenían otros grupos científicos (especialmente occidentales) a quienes tomó por sorpresa.
A pesar de que ya se habían creado clones de seres multicelulares, incluyendo mamíferos como la oveja Dolly, esta era la primera vez que se aseguraba haber modificado el genoma humano para hacer a las niñas resistentes a la infección por VIH. De los estudios y ensayos previos el mundo científico no tenía información, no se conocían las técnicas y procedimientos seguidos por este investigador y tampoco cuál iba a ser el resultado. Es de recordar que, aún en China, las investigaciones con genoma humano y, en general, con seres humanos, deben tener las autorizaciones y seguimiento por parte de un Comité de Bioética, algo que tampoco ocurrió con las investigaciones y experimentaciones de este biólogo. Se supone que las niñas siguen bajo control y vigilancia del gobierno del partido comunista chino, escondidas y aisladas del mundo y sin que nadie conozca su estado actual y las posibles modificaciones genéticas que hayan sufrido.
Por lo tanto, la excusa de que el Sars-CoV-2 no tiene un origen artificial, en todo o en parte, porque no se conocen los estudios ni las publicaciones previas que hubiesen dado a conocer las modificaciones en su material genético solo son válidas para hacer patente que la ciencia occidental y la realizada en China no siguen los mismos criterios éticos y de información. En otras palabras, en occidente no conocemos todas las bases de datos genéticas que se han obtenido en las investigaciones sobre el genoma de diferentes seres vivos en países con regímenes políticos, sociales y científicos cerrados como el chino.
A este respecto, es importante anotar que el 11 de enero de 2021 el investigador norteamericano Jesse Bloom, investigador del Fred Hutchinson Cancer Center de Seattle, publicó un informe con las secuencias genéticas de 13 variantes tempranas del SARS-CoV-2 que habían sido publicadas en las bases de datos del Instituto Nacional de Salud de USA por investigadores chinos el 20 de marzo de 2020 y que, posteriormente, fueron intencional y deliberadamente borradas de dichas bases de datos aproximadamente en julio de 2020, y que demuestran que el virus estuvo circulando antes de diciembre de 2019, ocultando dicha información a la comunidad científica internacional, retrasando el conocimiento acerca del origen del virus y, posiblemente, el desarrollo de vacunas más efectivas contra las “nuevas” cepas del coronavirus.
Incluso se han diseñado virus artificiales que, al igual que virus naturales, han sido patentados por intereses comerciales y militares. En la actualidad se conocen patentes para el virus de la gripe aviar de 2015 (que fue modificado para hacerlo más infeccioso en seres humanos), aunque se supone que es “solo” para aves de corral. ¿Para qué se querría patentar un virus que mata las aves y que ya ha mutado hasta convertirse en un causante de epidemias respiratorias en humanos? También han sido patentados otros coronavirus como el US7220852, que corresponde a la secuencia del genoma del coronavirus que surgió en Guangdong, China entre 2002 y 2003, conocido como Sars-CoV que originó el Síndrome Respiratorio Agudo y Severo el cual afectó a más de 8000 personas en 30 países y mató a 900, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Sin embargo, la modificación de un virus para hacerlo más agresivo, con más afinidad por las células humanas, mayor capacidad de unión a los receptores humanos y, además, con una partícula que le permite evadir el sistema inmune solo tiene justificación si lo que se desea es crear un germen con capacidad de producir enfermedades severas, de ser transmitido fácilmente de persona a persona y de permanecer durante tiempo largo en el ambiente esperando por las nuevas víctimas. En otras palabras, un arma biológica.
Los conocimientos sobre las capacidades infecciosas y la transmisibilidad de los coronavirus ya se tenían. Las epidemias de SARS de 2003 y MERS de 2013, entre otras, permitieron conocer las características patogénicas de dichos gérmenes. Se sabía que podían transmitirse de persona a persona, con un relativamente corto período de incubación, pero con alta infecciosidad, que afectaban múltiples órganos y que tenían afinidad por el receptor humano ACE-2, por lo que se afectaban y morían más hombres que mujeres. Se conocía, además, que podía ser transmitido a nivel mundial a través de los medios de transporte y que tenían una alta tasa de ataque al personal sanitario, mayor al 50%, lo que generaba una alta probabilidad de colapso de los servicios médicos y de la economía de un país cuando se afectaba un número suficiente de personas, así mismo que dejaban secuelas a largo plazo como anormalidades pulmonares, susceptibilidad a infecciones respiratorias, aumento de colesterol y glucosa y causar un daño grave a los testículos con la disfunción de algunas células relacionadas con la producción de esperma y el nivel de andrógenos, por tanto, afectar la capacidad de reproducción masculina.
Múltiples estudios clínicos y epidemiológicos, como los realizados por diferentes Universidades e Institutos de Investigación en todo el mundo y publicados recientemente en revistas científicas como Frontiers in Public Health, European Heart Journal, el Informe de Salud del Instituto Carlos III de España y muchos otros, han evidenciado que, a pesar de que la posibilidad de infección es igual en hombres que en mujeres, los primeros sufren patologías más graves y tienen una mayor mortalidad, duplicando el número de hombres fallecidos al de mujeres.
En uno de los estudios, más del 70% de los pacientes que murieron eran hombres, lo que representa una tasa de mortalidad para los hombres que es casi 2,5 veces mayor que la de las mujeres, por lo que ser hombre es un factor de riesgo significativo para una mayor gravedad de la enfermedad, con independencia de la edad.
En hombres, especialmente en edad reproductiva, durante la infección por coronavirus se produce un aumento de la hormona luteinizante simultáneamente con una drástica reducción de la testosterona y de la hormona foliculoestimulante, implicando una alteración de la función gonadal. El virus puede sembrarse en la vía reproductiva masculina porque la barrera sanguínea de los testículos no es lo suficientemente perfecta como para aislar completamente el virus. Se han encontrado una gran cantidad de virus, como los virus Zika, Ébola, Marburg, etc. en los testículos y el semen.
El daño a los testículos puede alterar la producción de hormonas gonadales, la secreción de hormonas y de líquido seminal y la espermatogénesis. Las consecuencias del hipogonadismo secundario causado por el virus con reducción de la testosterona serían la disminución de masa muscular, ginecomastia y disfunción eréctil.
Por lo tanto, un virus que sea modificado artificialmente o al que se le haya forzado a mutar a través de transferencias sucesivas entre medios de cultivo celular o entre animales que hayan sido mantenidos en condiciones de hacinamiento que favorecieran dichas mutaciones, con el fin de que sea más infeccioso para el ser humano (“gain of function”), con unas características que le permitan atacar ciertos grupos sociales (hombres, personas de edad, personas con enfermedades previas, personal sanitario y de emergencias, fuerzas y cuerpos de seguridad) en diferentes estados, disminuyendo la productividad de la nación y debilitando sus mecanismos de defensa, se constituiría en un arma biológica perfecta.
Basado en el libro COVID-19 – CÓMO UTILIZAR POLÍTICAMENTE UNA PANDEMIA por Distel Steg. https://www.amazon.es/dp/1914576500?ref_=pe_3052080_397514860