Jamás pensé que menos de medio siglo de democracia, que no gobierno del pueblo, pudiera hacer tanto daño a la hombría, valentía y la carga genética de lo que un día fue un gran país.

Qué tiempos aquellos los del Coliseo romano, donde aún perdiendo, sí habías luchado con honor valentía y habías dado lo mejor de ti mismo, los pulgares solían mirar al cielo.

Hoy, en el circo de Qatar, gracias a Dios, a Ala o a don dinero, los jugadores españoles volverán a casa sin el más mínimo sentimiento de vergüenza, mientras a estas horas de la noche, los desagradecidos infieles subvencionados de nuestro país, queman contenedores en el emirato catalán y hacen sonar los cláxones de forma enloquecida. Demuestran así lo que realmente sienten por un país donde se acogen oficialmente a 800.000 y extraoficialmente más de millón y medio de marroquíes, y donde suponen el 30% de la población extranjera reclusa.

No quiero imaginar una disputa bélica con el vecino marroquí, ya que resulta evidente que la tercera, cuarta y quinta columna ya la tenemos infiltrada en el país.

Nos queda como consuelo tener la certeza de que Marruecos jamás nos ganará en número de ecologistas, feministas, animalistas y gay friendlys. Quizás esto último explique las relaciones tan estrechas entre Mohamed VI y el matrimonio Sánchez Castejón.