Argentina, el modelo a seguir
Mis preferencias deportivas en el recién acabado Mundial de fútbol se iban decantando por los países con un mayor número de jugadores nativos. Eso descartaba desde un principio cualquier afinidad emocional con las selecciones de Francia, Holanda, Inglaterra, Portugal y Alemania, entre otras.
El resto de selecciones hizo más llevadera la contemplación de una competición que refleja, acaso como ningún otro acontecimiento, el insoportable cambio a que está siendo arrastrada la vieja y lobotomizada Europa.
Todo lo anterior hace aún más grande la victoria final de un combinado nacional que se presentó al Mundial con futbolistas propios, sin edulcorantes ni exotismos multiculturales. El triunfo argentino en una gran competición supone la mejor declaración de principios contra los conglomerados religiosos y la amalgama de etnias en un mismo puchero.
Al orgullo que como identitarios nos suscita la victoria argentina, se une el desencanto como españoles por habernos desviado de un modelo que estuvo preñado de éxitos. En fútbol, baloncesto y balonmano hemos sido campeones europeos y mundiales en los últimos 20 años. Y lo fuimos, es preciso insistir una y otra vez, con deportistas autóctonos, ibéricos. No hay en el mundo un sólo país que haya logrado tanto en deportes individuales y de equipo.
Por consiguiente, ¿por qué desviarnos de un modelo que nos proporcionó tantos éxitos antes de que una selección de medio pelo nos eliminara del Mundial en octavos?