¿Dónde están los niños autóctonos de San Ildefonso?
Hoy, ahora, mientras escribo, recuerdo que el día del Sorteo de la lotería de Navidad era uno de los días más emocionantes del año, del más lleno de esperanza para millones de españoles.
Aquel día era ya por derecho propio la antesala de la Navidad y los niños cantarines de San Ildefonso convirtieron la melodía con la que se cantaban los premios en uno de los sonidos de nuestra infancia. No hace falta irse muy lejos para descubrir que el sorteo de Navidad ha sido marco de expresión también de los cambios sociales que ha sufrido España en los últimos 23 años, ya que hasta 1998 sólo eran niños autóctonos los que procedían a cantar los números de la lotería, pero a partir de entonces, las cosas ya no volverían a ser lo mismo.
Ocurre que la diferencia entra una ola y un tsunami podríamos también trasladarla a la actitud experimentada hace años cuando seguíamos por televisión el entrañable sorteo a la que sentimos hoy. ¿Cómo es posible que todos los niños cantarines de San Ildefonso sean de origen extranjero? ¿Dónde están los autóctonos? ¿Acaso ya no queda ninguno en el popular centro de huérfanos dependiente del Ayuntamiento de Madrid? ¿Será que todos los que debían ser ya fueron abortados?
Una miríada de nuevos nombres en la España multicultural del 2022: Aya, Sherley, Maguette, Janna, Nayeli, Johann, Yahida, Yassin, Kevin, Joel, Guamán, Obarisiagbon… eran algunos de los nombres de los niños protagonistas del sorteo. No ví a un solo niño español autóctono. Y si lo había seguramente lo escondieron para no deslucir el sorteo. Confieso que será la última vez que una cosa así me sorprenda.
Todo está cambiando a una velocidad de vértigo. Se impone hablar mal del pasado y saludar los nuevos cambios con gran estruendo democrático. Confieso que mi añoranza hacia la España de antes es cada día mayor. Aquella denostada España me bendecía, me alentaba y hasta me empujaba a ser un hombre de bien, y ahora, como me descuide, me roba la cartera y me atiza un baculazo en nombre del pueblo. Y yo no he cambiado más que en la medida necesaria, indispensable, que exigen el paso del tiempo, la variación de las circunstancias y el mantenimiento de una terca y hermosa ilusión. Mis ideas básicas son las mismas, los valores idénticos a los inculcados entonces al niño que soñaba con ser hombre. ¿Se equivocaron los españoles de aquella época o nos estamos equivocando ahora? Si hacemos caso a los pòlíticos, la respuesta sería muy clara, porque para eso disponen de una infabilidad adaptable con camaleón incorporado.
Sugiero que ya es hora de que los españoles no alineados entre los santones del partidismo político sepamos a qué atenernos y opinemos por nosotros mismos. Y como quiera que hace ya tiempo que dejé que los santones del partidismo político pensaran por mí, que es la manera más lógica y decente de sentirme libre, prefiero, en un día como ayer, exhalar con un suspiro la vida a través de una bocanada de nostalgia: ¡Ay, aquellos niños españoles de San Ildefonso!
Sí, dónde están los niños de San Ildefonso…dónde están los niños de una España en la que un desolador invierno demográfico la tiene tiritando de frío,
sin poder abrazar a los que no han dejado nacer, sin soñar en los que nunca vendrán porque no los van a ir a buscar, sin permitir la más mínima tolerancia con los que no cumplan el patrón eugenésico acordado….
Dios mío, que vuelvan a nacer muchos niños españoles, porque son los únicos que podrían cantar el resurgir de Espala.
Suscribo y comparto su brillante artículo. Que Dios le bendiga, a usted y a su medio, y mal que le pese el Premier de las Islas Herejes, Feliz Navidad.