Un discurso navideño a la medida de Pedro Sánchez
AR.- Un año más, un discurso navideño pobre, repleto de apelaciones vacías de contenido y de lugares comunes. Un discurso previsible y que podría habérselo ahorrado Felipe VI. Clichés, tópicos y lugares comunes. A eso han quedado reducidos los pronunciamientos de la regia autoridad. Pues qué bien.
Para este viaje no se necesitaban tales alforjas. El optimismo de Felipe VI con respecto a España no se corresponde con la realidad. O el Rey no se entera, o no quiere enterarse, que esa nación de la que habla en términos tan optimistas está parcialmente podrida. Hay zonas de España en las que no puede entrar el ejército a salvar vidas porque se imponen los prejuicios ideológicos a la salud pública. En Cataluña se ataca y se persigue a un niño cuyos padres piden que se aplique la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), por la que se obliga a las escuelas catalanas a impartir un 25% de la docencia en castellano. En el País Vasco se sigue homenajeando a etarras con decenas de crímenes a sus espaldas. Lo que pone a prueba el discurso del Rey Felipe VI es lo podrido que está el sistema y lo prescindible que ya es una institución que sirve antes a los intereses de los malvados que al del conjunto de los españoles.
Pero el Rey parece no haberse enterado de la España real en la que vive. Un año más, se limitó a leer en un telepront lo que algún funcionario del Gobierno le había escrito. La misma pronunciación anodina de siempre, sin fuerza, sin carácter, sin convicción, con la monótona cadencia de quien hace lo que se le ordena sin rechistar, sin la fuerza expositiva de los grandes líderes, sin principios sólidos que defender, sin chispa y sin confianza. Y por supuesto, ni una sola mención a la naturaleza religiosa de estas fiestas que conmemoramos.
Si al menos el Rey se atuviera a un diagnóstico real de la situación real del país… Pero no. Por eso debemos refutar el optimismo que intentó vender un año más el jefe del Estado, presentando a la española como una sociedad ejemplar y con gran futuro. Este hombre no tiene ni idea del país en el que vive. O si la tiene pero prefiere atenerse a la farsa de un sistema en el que ya resultan escandalosas las contradicciones entre la realidad real y la oficial. España es un país arruinado, roto, mediocre y sin ningún futuro. Lo que ha provocado el patrocinio generalizado de la casta política, y no la guerra de Ucrania. es la devastación de la economía española, la pauperización de esos mismos españoles a los que Felipe VI les pide confianza en las instituciones del Estado. Al jefe del estado lo que debería inquietarle es que el Gobierno pretenda asaltar el poder judicial (el TC y el CGPJ) y retorcer el código penal para contentar a sus socios independentistas, vascos de PNV y Bildu por un lado, y catalanes de ERC por otro, para conseguir sus votos de cara a la aprobación de los presupuestos y poder quedarse en el poder todo lo que pueda.
Don Felipe VI está tan maniatado por los mismos que quieren acabar con la Monarquía que ni siquiera se atreve a defender públicamente el legado de su padre. Y no solo eso, se le pide que acceda a reprochar la conducta moral de su padre (como si la del yerno de Sabiniano Gómez Serrano, el de las saunas gays, fuese solo un átomo mejor), y él lo acepta aparentemente complacido.
Una de las lecciones más tempranas que recibió Felipe VI de su padre, es que su reinado, como el del propio Don Juan Carlos, dependería siempre de la izquierda. Padre e hijo permitirían cualquier cosa antes que desairarla. La izquierda permitió las correrías sexuales y económicas de Don Juan Carlos a cambio de que éste sirviera de freno a los sectores más refractarios al desmoronamiento político, social, moral y económico de la entera nación española. La imagen de Alfonso XIII rumbo al exilio desde el puerto de Valencia ha pesado mucho en los borbones de nuestra época. Felipe VI sabe que el entusiasmo monárquico en España, solo en lo epidérmico, se reduce a esa derecha patriotera y paniaguada que, ante una situación límite, no se jugaría la uña de un solo dedo por él.
Así que Felipe VI se limita a cumplir estrictamente con el protocolo, pasando de puntillas por la realidad, limitándose a repartir deseos de buena voluntad, a ser “positivo y empático”, políticamente correcto, y poco más.
En un momento convulso, turbulento, de incertidumbre, como el que vive España, desde el punto de vista político, económico y de fractura social, el hijo del Rey Emérito procura no concitar demasiadas antipatías, y evitar así las iras de quienes tienen en su mano el futuro de su hija Leonor.
El discurso navideño de Don Felipe nos dibujó la imagen de un rey pasmado y sin chispa. Quién sabe si no acabará desfilando desnudo, como el rey del cuento de Hans Christian Andersen, al que todos veneraban por no quedar mal con nadie, hasta que todos acabaron riéndose de él.
Recuerde el Rey que para que triunfe el mal es imperio que los buenos miren para otro lado, permanezcan pasivos y dejen hacer a los malvados. No está solo en juego el futuro de la Monarquía (que sería lo menos doloroso), sino la de millones de españoles que, salvo que surja una autoridad que lo evite, terminarán siendo parias en su propia tierra, víctimas de esa misma casta política a la que tanto se afana en agradar el Rey.
No, el Borbón inglés es el jefe de la masonería inglesa en España y Sanches es un pelele al servicio de la masonería . Si hemos tenido representantes de España durante siglos tan ineptos es porque nuestro país lleva 500 años invadido y al servicio de países extranjeros.
la heredera estudia en UK para mas señas…
Nos toman por bobos , el problema que hay muchos bobos y viven muy bien votando para que siga esta fiesta macro estatal