Comienza el baile del reparto
Habiendo pasado el rubicón de la Navidad –los tontos la felicitan con «felices vacaciones», «felices fiestas» o «feliz solsticio de invierno», consagración máxima de la estupidez–, el Gobierno se ha sacudido el polvo de su bata de crudillo y se apresura a abrir el baile: llega el tiempo de las dádivas, de los camiones de reparto echándole panes a la multitud congregada en su entorno. Era un calendario de manual: solventémos los marrones coincidiendo con las «fiestas» y el Mundial y, después, para que la mayoría se olvide, saquemos y repartamos parte del dinero que hemos ganado de más gracias a la inflación y a nuestro estupendo afán recaudatorio. Dicho y hecho. Quitemos buena parte del subsidio de la gasolina y con eso rebajamos el IVA de los macarrones y organizamos una paguita de 17 euros al mes a un determinado número de votantes. 200 euros al año, para las familias, 400 para el nene si se lo gasta en lo que yo le diga qué es Cultura. Y así, paguita a paguita hasta transformar lo que ha parecido un país sólido y razonablemente próspero en una versión europea de la Argentina que tanto les gusta.
No pocos amigos argentinos –todos tenemos uno– te dicen aquello de «yo vengo del futuro», que es una forma de avisarte de que sabe qué es lo que va a pasar si antes no lo remedian unas elecciones que manden al guano a esta sarta de inútiles y mentirosos. La primera parte del camino la establece una receta sencilla que se ha demostrado ineficaz en el mundo entero: un afán recaudatorio desmedido –con nuevos impuestos como los que aquí en España se estrenan para banca, energéticas y «grandes fortunas»– eleva extraordinariamente el esfuerzo de las empresas y los ciudadanos, lo cual es siniestro para el consumo, y, por lo tanto, para la inversión y la creación de puestos de trabajo. Ni que decir tiene que todo eso frena la creación de riqueza, o sea, el crecimiento de la economía.
Argentina, tan hermosa por otra parte, era potente y rica en los 40, parecida a España en los 60 y desdibujada a partir de los 80 ,merced a seguir el mismo modelo de la España socialista de Zapatero y la social comunista de Sánchez. Desde el tiempo de cifras similares, España convergió con Europa y no se dedicó a repartir la miseria, que es lo que vienen haciendo –con excepciones– los peronistas argentinos idolatrados por los socialistas y comunistas de aquí. Las diferencias son notables entre ambos países, a pesar de ser Argentina un país afortunado por sus distintos yacimientos energéticos, pero vienen a decir los naturales de aquél país que vamos camino directo al modelo que ellos conocieron. El socialismo consiste en vivir del dinero de los demás, distribuir lo que pillan y no crear ni un metro de prosperidad. Ahora comienza el baile del reparto con tal de que, los que sean, olviden las entregas realizadas a los socios delincuentes. Cuando vayamos a votar deberíamos recordar el modelo que nos ofrece cada cual.