Moscú: La Tercera Roma (I)
Por Mario Lozano.- Acaba de publicarse un libro al parecer relacionado con la corriente de moda de chapotear en la efervescencia de la actual política rusa.
Se trata de “El Libro Negro de Vladimir Putin”, cuyo coordinador es Stephane Courtois, por lo visto gran experto en lo que era la Unión Soviética. Y por lo que se anuncia en algún medio, en el libro se analiza la Historia de Rusia después de la Segunda Guerra Mundial y la caída del comunismo. Así, por esos derroteros, sin perder de vista el reciente pasado dictatorial soviético se conecta con la Rusia moderna en la que Putin, por supuesto siempre colgado de su percha y hechura como ex agente del KGB, sería el forjador de una federación rusa encaminada hacia la dictadura. Habrá que hacer un esfuerzo y leer el tocho, y como no creo (salvo que me equivoque y lo asumiré) que su relato escape a la matraca comunista-expansionista y dictatorial, al uso, paso a contaros esta historia:
Desde la alta Edad Media las tribus eslavas han mirado con recelo las ambiciones de los pueblos centroeuropeos que insistían en dominarlos. Amplios contingentes eslavos deseaban convertirse al cristianismo pero la Iglesia bávara, integrada en el Imperio Carolingio, ya había dado muestras de querer someterlos a los francos. Por estos motivos en el año 862 el duque Ratislao de Moravia decidió acudir al emperador de Bizancio en solicitud de ayuda y asistencia evangélica. El bizantino acogió con agrado la propuesta y le envió a dos buenos hombres que con el tiempo llegaron alcanzarían la santidad merced a la enorme labor evangélica y cultural que desarrollaron entre los pueblos eslavos.
Estos hombres eran Cirilo y Metodio. Pronto su fama se extendió por toda Europa del Este. Las tribus eslavas valoraron mucho su esfuerzo y siempre los acogieron y los amaron profundamente, obteniendo un enorme éxito sobre todo porque utilizaron la lengua popular eslava despreciada en la Europa occidental, se preocuparon mucho de la educación, sobre todo de los jóvenes y tradujeron al eslavo el Evangelio y los textos litúrgicos de la Misa. Hasta compusieron un nuevo alfabeto -al carecer estas tribus de escritura-, el “glagolítico”, hoy llamado cirílico, en honor a San Cirilo (Kirill en ruso) utilizando los caracteres griegos bizantinos que aún perduran (con las lógicas variaciones ) en la actual escritura rusa. El respeto y la veneración de los pueblos eslavos por aquellos dos santos bizantinos fue máxima y ha permanecido hasta hoy.
Bizancio o Constantinopla llamada así por su fundador Constantino el Grande, la gran urbe cristiana de donde partieron los evangelizadores, considerada la segunda Roma al haber mantenido la mitad oriental delimperio romano ya vencida Roma por los bárbaros al desvanecerse todala parte occidental del Imperio, consolida y afianza la cultura grecorromana que convive con el cristianismo. Esa cultura, en aras del nuevo imperio, el Imperio Bizantino, fue luz y faro de todos los pueblos orientales, de norte a sur, desde los eslavos hasta los árabes durante quinientos años. Pero al fin también cayó conquistada por los turcos el 29 de Mayo de 1453.
Un durísimo golpe para toda la cristiandad, y también un enorme error y una gravísima irresponsabilidad de las nacientes potencias occidentales que no la asistieron, más atentas a sus veleidades y ambiciones. El gran escritor Stefan Zweig dedica un emocionante capítulo a este suceso histórico en su celebérrimo libro “Momentos Estelares de la Humanidad”. Así comenzó a extenderse el terrible Imperio Otomano -el de la “Sublime Puerta” que estuvo a punto de acabar con Europa y extender el Islam por todas sus relajadas naciones.
Los turcos no tardaron en conquistar los Balcanes y casi todo el este de Europa, incluido lo que hoy es Ucrania. El Mediterráneo se convirtió en un lago otomano infestado por la piratería y la devastación. Las costas de Italia y el levante español fueron víctimas de los frecuentes saqueos turcos y de sus aliados los piratas berberiscos del norte de África. Arrebataron Chipre a los venecianos y estuvieron a punto de conquistar Malta de no ser por su tenaz resistencia y por la oportuna ayuda de la flota española. Las mujeres y niños de muchas poblaciones ribereñas fueron secuestrados y vendidos como esclavos en Estambul, Trípoli y El Cairo mientras los hombres que no morían en los combates eran encadenados a las galeras como remeros. Sólo los nobles y caballeros por los que se pudiese cobrar un rescate eran respetados, como fue el caso de Miguel de Cervantes.
De nuevo las potencias occidentales pudieron haber formado una coalición efectiva y eficaz contra los otomanos, pero, una vez más, sólo atendieron a sus ambiciones y avariciosos intereses. Únicamente España -en medio de su lucha contra sus innumerables enemigos- asumió la responsabilidad de defender Europa. Frente a la postura criminal de Francia, cuyo rey Francisco I intrigó, alentó y hasta ayudó a los turcos a seguir con sus fechorías con tal de que acabasen con España.
Frente al egoísmo de Inglaterra que observaba y esperaba desde su reducto insular que los sultanes otomanos destruyesen o al menos debilitasen a Francia, España y al Imperio Germánico. Y frente a los estados alemanes cuyos príncipes se encontraban muy a gusto con su nueva religión luterana, encantados de enriquecerse con los bienesarrebatados a los católicos y también muy felices de hacer lo que les daba la gana sacudiéndose el yugo imperial de Carlos V, sólo España acudió en ayuda de la inconsciente Europa, y su recompensa fue el desprecio y la leyenda negra, por los siglos de los siglos.
Efectivamente, fueron tres reyes españoles con la ayuda de otro polaco los que salvaron Europa: en 1532 el emperador Carlos reunió a toda prisa a los veteranos españoles e italianos y logró con gran esfuerzo hacer que los turcos levantaran el primer sitio de Viena, casi perdida tras quedar arrasada Hungría. El siguiente peligro, en 1571, fue también conjurado gracias a Felipe II y la coalición católica en la Batalla de Lepanto y el último, el 11 de septiembre de 1683, Viena estando asediada por un inmenso ejército turco al mando del gran visir Kara Mustafá y, reducida al hambre, estaba próxima a rendirse, pero fue in extremis aplastado por el ejército de Carlos II de España con la ayuda de la caballería polaca del rey Jan Sobieski III.
La lucha por liberarse de la pesadilla del islam turco duró siglos. Siglos de matanzas, secuestros y violencias. En la Europa del Este ocurría otro tanto. El Imperio Otomano poseía las costas del Mar Negro, la zona que hoy es Ucrania, Bulgaria y Rumanía, hasta casi tocar Polonia. Las razzias y saqueos eran constantes y la población capturada era vendida como esclava igual que en Occidente (de ahí la palabra “esclavo”, de “eslavo”), Situación que, por supuesto, traía sin cuidado a las naciones del occidente europeo. Si habían mantenido una actitud irresponsable -cuando no criminal- ante el peligro turco casi en sus propias tierras, ¿qué les iba a importar la amenaza otomana allá en el salvaje mundo eslavo?
Pero una nueva nación estaba surgiendo en aquellas frías tierras, esta nueva nación había tomado su nombre de la denominación que los campesinos de las extensas llanuras daban a los remeros nórdicos que se adentraban desde el Báltico por los grandes ríos: “Rus” (remeros).
Una nación que, al igual que España, iba a luchar en solitario contra “La Sublime Puerta”, que también, -como las demás potencias europeas-, iba a expansionarse y que -andando el tiempo-, también -como lo había sido España-, iba a ser blanco del temor, la ignorancia convertida en desprecio, y…¿cómo no? también castigada con una feroz leyenda negra.
Esa nueva gran nación no olvidaba a sus queridos santos Cirilo y Metodio, la memoria colectiva seguía recordando con gratitud la ayuda y asistencia cultural y religiosa de Bizancio, la segunda Roma.
(Continuará).
España debe estar con Rusia (y no confundir con la URSS, que fue producto del diablo),,, son nuestros amigos, no los yanquis e ingleses, que siempre fueron nuestros enemigos y piratas.
Totalmente de acuerdo con usted.
Interesantísimo…!! Enhorabuena…
Gracias por su información, por decir la verdad y hacer justicia reivindicando a tan gran país con sus héroes, sus sabios, sus escritores, sus compositores, sus pintores y, sobre todo, su sacrificado, paciente, valeroso pueblo.
Benditos San Cirilo y San Metodio porque ellos hicieron posible la Santa Madre Rusia…