Terrorismo y locura
El terrorismo es locura. No juguemos más con este concepto abstracto. Hay que estar loco, muy loco, para coger un arma y abatir a personas inocentes que luchan día a día para sacar a sus familias hacia delante. En otros tiempos, las personas etiquetadas de locas eran recluidas en manicomios o centros especiales de internamiento. Ahora no.
La locura, en sus diferentes versiones, sublima la impotencia política. Pero no siempre el individuo alienado es capaz de gestionar sus pulsiones haciendo violencia solipsista[1] de sus querencias personales. Dado que el sistema democrático está atado y bien atado para que no sucedan quiebras importantes hacia un mundo mejor. El escape ineludible es la ruptura, que en su expresión más aguda lleva a modos de violencia más o menos atemperados y ajustados a los contextos geográficos e históricos concretos.
Del mismo modo, hay una línea muy débil que separa locura con incultura. La incultura extrema que deja desnudo al ser, sólo vestido con sus instintos animales más primarios entre los que se encuentra la violencia. El terrorismo no se alimenta de filosofía alguna, sino que se nutre de la incultura, ya sea por inexistente o por exceso de pensamiento único. Cuando se juntan todos los elementos y los manipulamos creamos al terrorista perfecto.
Ver por tanto a un “loco” machete en mano entrar a una Iglesia para asesinar personas, no es ver a un “loco” estamos viendo a un terrorista, sin más. El terrorismo es por tanto locura. Esta afirmación no debe tapar otro terrorismo mucho más sofisticado, cruel e inhumano, ya que se escuda en el poder: el terrorismo de Estado. El Estado como terrorista. No creo que, por desgracia, haya un solo estado que se libre de tal acusación, ya sea de un modo u otro.
El terrorismo convive a diario entre nosotros
Erasmo de Roterdam, en su Elogio de la Locura nos hace reflexionar que «No debe olvidarse que todo lo que en la tierra se hace es obra de locos y para locos, y el que desee apartarse de la universal corriente, debe seguir el ejemplo de Timón: retirarse a un yermo para gozar libremente su sabiduría y de la paz de la naturaleza».
Guerras, violación, asesinatos, pobreza, injusticia… vivimos rodeados de locura a diario. La tenemos tan integrada en nuestra vida diaria, que ni nos preocupa ni nos conmueve. Vemos a unos agentes policiales, de debieran protegernos, asesinar en plena calle a un detenido y lo absorbemos con absoluta normalidad, pero nos aterrorizamos ver a un tipo asesinar a otro cuando se usa la palabra terrorismo. Hipocresía en estado puro.
Los Estados precisan de la corrupción, la locura y el terrorismo para mantener la tensión en sus estructuras de valores ideológicos. Hay que luchar contra la corrupción, la locura y el terrorismo sin tregua. La gran mentira reside en que las tres categorías son producto de su sistema.
Mientras se alimenta el maniqueísmo formal de buenos y malos, la gran masa explotada siempre se pone del lado de la “bondad paternal”, el Estado providencia, la patria, el statu quo, la verdad oficial. Los malos son los que están identificados con etiquetas: los corruptos, los locos, los terroristas. Y los buenos, siempre ganan[2].
El terrorismo oculta otros terrorismos ocultos
No debemos por tanto dejarnos arrastrar por la palabras, por las etiquetas fabricadas “ad hoc” para desviar la mirada. El terrorismo es incultura y fanatismo convertido en locura, sí, pero sin olvidar la manipulación que se produce por los intereses de los gobiernos, según convengan en cada momento.
La capacidad de manipulación de los Estados, de los medios de comunicación es infinita. Con extrema facilidad cambiamos las palabras. Un actor de terrorismo en una guerra lo justificamos como “crimen de guerra” y no como terrorismo, ¿qué los diferencia? Un policía que asesina a un detenido en las calles de Memphis es un acto de “violencia policial” y no como terrorismo ¿qué los diferencia?. Cuando un terrorista secuestra a un inocente es terrorismo, pero cuando la policía detiene, no ya a un terrorista, sino a un presunto terrorista, se lo lleva a los calabozos y lo torturan hasta la muerte ¿Cómo lo llamamos?.
Si queremos terminar con el terrorismo hay que acabar con las injusticias sociales, potenciar la educación, trabajar con la salud mental de la sociedad y dar oportunidades de futuro a las personas, pero del mismo modo es importante, terminar, de una vez por todas, con el terrorismo de Estado y la manipulación mediática de la locura a la que nos han llevado, y que hoy llamamos terrorismo. No, no es terrorismo, es la locura colectiva a la que nos han llevado.
[1] El solipsismo es la idea filosófica de que solo la mente de uno está segura de existir. Como posición epistemológica, el solipsismo sostiene que el conocimiento de cualquier cosa fuera de la propia mente es inseguro; el mundo externo y otras mentes no se pueden conocer y es posible que no existan fuera de la mente.
[2] Armando B. Ginés. Corrupción, locura, terrorismo. Epsys, Revista de psicología y humanidades.
Qué bien hallado por Erasmo de Rotterdam el ejemplo de Timón
Porque para escapar de la locura que es el mundo , el único modo es volver a la Naturaleza, la maestra que nos muestra el Bien, la Verdad la Belleza, y por lo tanto el encuentro con Dios.
La Oda “Vida retirada” de Fray Luis de León, es un canto sublime a la sabiduría, que siempre está en la humildad, “de los pocos sabios que en el mundo han sido”
Una sabiduría que si no fuera por nuestra empecinada locura, cambiaría el mundo.