Nuevo jugador en la mesa electoral
Los diversos presidentes cofrades de las distintas siglas políticas españolas ya han iniciado sus carreras autonómicas.
Todos venden su “burra” que, miren por donde, cada día se parecen más la una de las otras. Ante tal “estado de sitio” el mundo cristiano algo debe decir, pues lo contrario chocaría de lleno con lo que debe ser. No sería ni justo ni coherente que, ante tal laicismo y relativismo, el mundo cristiano viviese de perfil y bajo una nefasta indiferencia. No sería entendible.
Aún quedan cristianos y gente de buena fe que andan asombrados ante la falta de dignidad que traslucen nuestros partidos políticos españoles actuales. En tal cajón están los totalitarismos, capitalismos y neoliberalismos junto a las malevolencias de distintas órdenes, pero más asombrados nos quedamos cuando un pueblo español, cargado de tintes de fortaleza ha sucumbido a no plantearse dar la cara por su país. Simplemente: no encuentran el partido que andan buscando.
El mundo político cristiano tiene mucho que ofrecer a través de dos cuestiones básicas. Una es la subsidiaridad, donde el Estado no debe ocupar el lugar que corresponde al ciudadano sino la simple ayuda. Aquí se reconoce la libertad y el derecho a la libre iniciativa desde donde parte la solidaridad. A partir de ella, se determina firme el compromiso con el bien común. Reflexionen que el primer servicio que ofrece la fe cristiana a la política está en liberar al hombre de la irracionalidad de las leyendas políticas del hoy. De todos es sabido que el fruto que reclama hoy nuestro país es la ansiada moralidad y ética en nuestros gobernantes y ciudadanos. El realismo del cristiano de ayer y de hoy está en observar las imperfecciones de las personas en la tierra y, si puede, vacunar amablemente deseando instaurar “el paraíso” aquí abajo, útil a la prosperidad de donde vivimos y al bien común que anhelamos.
El mundo cristiano está siendo ladeado en el debate cultural por la resaca heredada de las dos España y hoy se nos invita a aparcar nuestra fe por la imperiosa tolerancia, donde el engranaje de la izquierda o de la derecha, en la que ésta última parece vivir de ideas cristianas no es así, pues resbala al reinterpretar, sustituir y ladear a su antojo. Frente al mundo laicista se nos pretende echar de la esfera pública día tras día y es necesario recordar que no existen propuestas públicas sin argumentos sólidos morales. Así estamos.
La Verdad es la que nos hace libres, donde se intenta que el consenso deje de servirnos de síntoma de la verdad para ser alternativa. Nos situamos ante un exceso súbito, pues pretender que el único consenso veraz sea la unión entre quienes no estén convencidos de que lo que dicen es verdad, supondría dirigirse al mundo de los adefesios.
Para que la verdad tenga como fruto la libertad se ha de cultivar con rigor teórico y con paciencia exigida por respeto a los demás. La verdad debe ir unida a una buena argumentación, que aspire a convencer y no a vencer. Pensar desde el mundo cristiano es estar en condiciones de argumentar la verdad recibida, transmitirla sin argumentos de autoridad y el cristiano ha de realizar esta tarea sin complejos, consciente de ejercer derechos ciudadanos. ¿Cuáles serían pues las prioridades fundamentales para un político cristiano?
La necesidad de combatir la tendencia a valorar las personas con criterios utilitaristas. No nos olvidemos que los no nacidos son invisibles y hasta es posible que no cuenten. A ellos: sumar a los ancianos, enfermos y los pobres severos. El cristiano debe actuar en política como recordatorios constantes de la igualdad de todas las personas con independencia de las circunstancias en que se encuentren.
La solidaridad. No respetaremos la dignidad humana si permitimos grandes diferencias en el bienestar económico y social. El liberalismo de mercado y el consumismo saben de ello. Y la familia, la cual recibe amenazas continuas desde los cuatro puntos cardinales. Pensando en todo ello, los cristianos deben mostrar hoy más que nunca que existe una felicidad de madurez que es el resultado de la lucha en común para resolver los problemas: la serenidad de quien es dueño de sí mismo y cumple sus compromisos.
Hasta la fecha, alrededor del juego político han tenido competencia para jugar con los naipes un número de jugadores que muchas veces han quedado en tablas. Tablas que no han supuesto una mejoría de nuestra sociedad. Va siendo el momento en dejar juego al mundo de políticas cristianas. La silla, hasta la fecha, estaba vacía y es el momento de ocuparla otros con tesón y garantías, los cuales, si las reglas del juego se marcan bien desde su inicio, es muy posible que los rayos del sol hagan florecer de nuevo nuestros jardines. Hasta ahora, el resultado de cada uno de los jugadores era algo parecido al fin del movimiento de tiradas de dados como en Jumanji. El 28 de Mayo está al caer y es preciso saber qué opción es la valedora. Todo un reto.
*Secretario nacional de Formación, Estudios y Programas de VALORES.