La desenvolución de la especie humana
En el espanto apocalíptico que estamos padeciendo, que ha convertido la otrora civilización cristiana en un estercolero hediondo, en una Babilonia absolutamente demoníaca, hay dos cosas que destacan por encima de todo, dos fenómenos espectaculares que producen pasmo a espuertas.
La primera es que la agenda globalista está destruyendo no solo la civilización cristiana, sino hasta el modus vivendi que ha tenido la especie humana desde el australopitecus hasta la actualidad, un modo de vida caracterizado por la sujeción de los principios, los valores y las conductas, no solo al derecho natural, sino al mismo sentido común. Dos millones de años nos contemplan, en los que los homínidos y los humanos han vivido de acuerdo a unos códigos que han conformado el patrimonio de la Humanidad, pues unas conductas que se ejecutan durante tanto tiempo pasan a formar parte de nuestra identidad como seres humanos.
Pero esa identidad está en riesgo de ser deconstruida por la nefanda agenda globalista, hasta el punto de que la especie humana está perdiendo en pocos años una idiosincracia que nos llevó desde las sabanas africanas hasta las más altas cimas de la civilización.
Es sí como nuestra dieta carnívora, que permitió nuestra supervivencia y el desarrollo de nuestro cerebro, un hecho esencial para nuestra especie, estás sieno amenazada por los dementes que nos proponen deglutir asquerosos insectos: pero vamos a ver: si los primeros seres humanos, siempre amenazados por el hambre, solamente se alimentaban de frutos silvestres y la carne de los animales que cazaban, y nunca les dio por comer insectos, eso quiere decir que el ser insectívoros no está de acuerdo con nuestra especie. Es como si a una vaca le diéramos un salmón a la plancha.
Luego está el tema de los abortos: pero vamos a ver, si el instinmto natural de nuestra especie ha sido siempre tener hijos y proteger a los reciñen nacidos… si este instinto es común a todas las especies animales, ahora resulta que es un “derecho humano” torturar y aniquilar a los fetos. Si el australopitecus levantara la cabeza.
Desde que los homínidos aparecieron allá por Olduvai hasta ahora, ha habido dos sexos, hombres y mujeres, familias formadas por padres-madres-hijos. Luego estaban los invertidos, los homosexuales, claro, que es posible que también los hubiera en las sabanas africanas, pero eso de incentivar y promocionar que los hombres se hagan mujeres y viceversa, no es desde luego un “progreso” que la especie humana haya tenido nunca en su historia.
Sobrevivir en ambientes hostiles dio a la especie humana un plus de testosterona, un chute de valentía, que nos llevaba a jugarnos el pellejo para conseguir la comida, y para domeñar circunstancias hostiles: amenazas de depredadores, frío, enfermedades…. Sin embargo, los prebostes satánicos de hoy han conseguido transmutar aquella especie valerosa que fuimos en un rebaño acobardado y afeminado, incapaz de defender sus derechos de dictaduras y ruinas.
El cuidado de los ancianos es algo consustancial a todas las especies animales, y también la nuestra tuvo ese atavismo, pero, ¿qué vemos hoy en día?: eutanasia, y ancianos abandonados en residencias, porque estorban –incluso a sus mismas familias–, porque cuestan dinero al erario público.
También es un atavimo el instinto religioso de nuestra especie, desde los magos y hechiceros a los chamanes, a los sacerdotes… Tremendo fenómeno el de la sociedad babilonizada, donde una mayoría no cree en nada trascendente, pues la agenda satánica les ha robado el alma y la fe en Dios.
La primera necesidad humana es respirar, más que la comida y la bebida, pero ¿qué tenemos hoy en La Gran Babilonia?: bozales infectos y esclavizadores que las masas han llevado sin protestar.
Aquellas tribus primitivas iban de acá para allá, en un nomadismo que les llevó a poblar el mundo, desplazándose en busca del alimento. Hoy, la mafia diabólica nos quiere meter en ciudades de 15 minutos, nos quiere impedir que circulemos libremente con nuestros vehículos… es como si en tantas épocas de la historia se hubieran prohibido los caballos y los carruajes con más de 5 años. ¿saben qué hubiera pasado si los jerarcas de aquellos tiempos hubieran intentado este atentado a la libertad humana?
Otro atavismo de nuestra especie es que los jefes de la tribu deben velar por el bienestar y la seguridad de su comunidad, y a fe que lo hiceron en aquellos tiempos, porque de no ser sí nuestra supervivencia hubiera sido más difícil. ¿Hace falta que les diga los objetivos por los que se esmeran en la actualidad los gobernantes de nuestras “democracias”?
En aquellos tiempos los jefes eran las personas más capacitadas, las que habían demostrado más fuerza, más valor, más capacidad de mando. Ante esto, ¿quiénes nos gobiernan hoy?
Los curanderos se esforzaban en sanar enfermedades de quienes estaban a su cargo… ¿Hoy?: matasanos, matasanos, matasanos…
Se podrían multiplicar hasta el infinito los atavismos de la especie humana que la gentuza de Monte Pelado quieren destruir, pero el horror apocalíptico de los ejemplos que hemos puesto ya proporciona una visión dantesca del vertedero pútrido que es hoy el mundo antaño civilizado –tal y como está hoy el percal, incluso el australopitecus me parece más desarrollado que el hombre actual–. La moraleja es que aquellas tribus primitivas nos daban mil vueltas en casi todo.
Y ahora vamos con el segundo fenómeno epatante que decía al comienza del artículo, que consiste en que, ante este cúmulo de horrores, de atentados a su dignidad, a su libertad, a su identidad, a su prosperidad, ¿qué hace hoy la especie humana?: infierno-de-kobardes.
PD: Hago constar que también soy negacionista en el tema de la evolución darwiniana: faltaría más.