Belarra y Fernández
Imagino que la ministra Belarra y el parlamentario regional Pablo Fernández han tenido acceso privilegiado a las cuentas de Mercadona del pasado ejercicio, 2022, que se hacen públicas dentro aproximadamente de dos meses. Ahí se da cuenta de gastos, ingresos, beneficios obtenidos e impuestos pagados. E imagino también que, habiendo visto esos balances aún provisionales, algo les ha invitado a afirmar que Roig, el propietario mayoritario, se está forrando de manera indecente merced a su condición de capitalista despiadado. Es decir, Belarra y Fernández, hasta donde les den sus luces, han comprobado que, a pesar de la subida de precios de las materias primas y de determinados insumos, en el caso concreto de los supermercados de esa marca, el alza de los precios no se debe a que haya subido el aceite, el trigo o la leche en origen, sino a que Roig ha querido multiplicar por dos sus márgenes. Si ello es así y, efectivamente, Roig no tiene piedad de nosotros los pobres consumidores, no se entiende que la mayoría sigamos acudiendo a Mercadona pudiendo dirigirnos a otros comercios cuyos propietarios no presenten la característica que ladinamente han descubierto Belarra y Fernández, detectives avezados. Será verdad que tal vez nuestro infantil comportamiento retrate nuestro poco olfato ante la comisión de engaños por parte de quien nos suministra alimentos y otras vainas, y que el poder, el poder popular, felizmente cumple la misión de protegernos y abrirnos los ojos.
Es más, advertidos de que «Mercadona nos roba», de que si quisiera podría vender a un precio mucho más bajo –si he entendido bien lo que sugiere la pareja de pájaros–, ha sido la propia Niña de la Curva la que ha propuesto la solución: intervención pública de la economía, que no sé si significa que el gobierno va a poner los precios finales de venta al público o que ella se va a poner de cajera y él a reponer estanterías. El sueño húmedo de todo comunista con horas de sueño pendientes es el Capitalismo de Estado, el control de la economía, la abolición de la propiedad privada; tal vez con esa intervención –que no ha detallado en qué podría consistir– todos los problemas acaben, se decrete el final de la pobreza y se asegure alimento para todo español a precio de risa. Lo que durante unos días haría muy feliz a unos cuantos, pero justo hasta que se acabasen las existencias, que ya no se podrían reponer; Mercadona dejaría de mantener casi el 4% del empleo en España, no significaría el 2,10 del PIB español y no pagaría como mínimo a sus empleados el 28% más que el SMI.
Realmente quien se está haciendo de oro a cuenta de la inflación es el Gobierno. Y sin hacer nada. Al menos aquellos a los que acusa esta pareja de payasos hacen un trabajo y corren sus riesgos. Y después, especialmente en el caso de Roig, reparten, donan y estimulan el crecimiento de los demás. ¿Qué han creado, repartido, donado y estimulado en toda su vida Belarra y Fernández? Qué perezón.