La Eucaristía y el Papado
Con este sugestivo título, el Padre Mario Minero Janny publicó en 1902 una pedagógica exposición doctrinal, enjundiosa y clarificadora de los tesoros de nuestra teología católica sobre dos temas que constituyen la columna vertebral del Dogma de la única y verdadera Religión, fundada por nuestro Señor Jesucristo.
La nueva publicación de ese texto ha sido cuidada por el notable apologeta católico, seglar, don José Antonio Bielsa Arbiol, que ha publicado sustanciosos títulos como “Iniciación al Enquiridión”, “Cómo sobrevivir al Nuevo Orden Mundial” y otros más.
En esencia, viene a darnos una obligadísima conexión entre la vida de oración, la meditación y el verdadero conocimiento de fondo, con la actividad apostólica, pedagógica, virtual y mediática de los sacramentos santificadores.
Es el “Ora et labora” que San Benito enalteció como lema en la fundación monástica de su Orden.
Y así, el ejemplo de vida oculta de obediencia y trabajo en el taller de Nazaret durante 30 años, se tradujo en la vida pública de sus tres años de predicación nómada, benéfica, milagrosa y demostrativa de su divinidad y misión redentora, fundando su Iglesia única verdadera y por eso católica, es decir, válida universalmente como medio ordinario de nuestra salvación, planificada por el Creador trinitario y que se compone de los tres elementos indispensables y complementarios:
• Verdades que hemos de creer;
• Mandamientos que hemos de cumplir; y
• Sacramentos que hemos de recibir para nuestra santificación personal y colaboradora en ese Cuerpo Místico de la santificación ajena, en comunión de todo el mundo al mismo y trascendente fin último de nuestra buena venturanza eterna.
Así, Eucaristía y vida apostólica para todas las naciones del mundo, dirigida y legitimada por el Papado, con su jerarquía eclesiástica conectando como el árbol a sus raíces, la actividad salvífica de la especie humana, lavada del pecado original por el bautismo y redimida por la Pasión de Cristo, único Mediador entre la Humanidad y el Padre eterno.
Ni solo oración con su vida contemplativa, ni solo la pura actividad humana mundanal desconectada del mundo sobrenatural. Lo que hoy hemos convertido (en la práctica), en un soberbio antropocentrismo autosuficiente de paraíso terrenal sin Dios.
Así, lo invisible del Dios escondido en la transustanciación de la Eucaristía, se convierte en lo visible de la actividad transformadora y dignificante del hombre, redimido de sus pecados y bajezas y llevado a heredero de un Reino eterno, en la trascendencia de la sobrenatural bienaventuranza eterna.
Un Dios, solo en la exclusiva Eucaristía, no habría sido el “Enmanuel” (Dios con nosotros) completo.
El aspecto paralelo a esa presencia silenciosa es la del Papado como actividad obligada a la transmisión de esas verdades eternas y santificantes que acaban en la glorificación del humano, en paralelo al Cristo glorioso y glorificante.
Ser y obrar: elementos de una misma misión sagrada, con el sapientísimo final propio del ser “creado a imagen y semejanza de Dios”.
Razón y Fe, fundidas en orden maravillosa hacia un plan sapientísimo de felicidad compartida con el Creador.
¿Qué más podemos pedir?