Un gato en el Instituto Armado
Marlaska, el ministro que habla en infinitivo, considera a la recién dimitida directora de la Guardia Civil, la mejor de la historia del Instituto Armado en sus 178 años de vida por la sencilla razón de haber instituido una política de ascensos alejados del amiguismo y otros vicios. Lo cual significa, como le preguntó el gran Juan Baño, que hasta que tal señora llegó, los ascensos eran producto de la politiquería. Menudo desastre. Indudablemente ha sido la mejor, por la sencilla razón de que ha sido la única. Lo cual significa que ha sido también la peor. Pero independientemente de ese detalle no menor, y del sectarismo mostrado en la destitución del coronel Pérez de los Cobos por haber cumplido con su deber, la tal Gámez, directora de la Guardia Civil que andaba dando mítines políticos de su partido, ha presentado la dimisión minutos después de la moción de censura por la implicación supuesta de su marido en una de las interminables ramas de corrupción ligadas a los inacabables escándalos de los Eres socialistas de Andalucía.
El delito por el que se investiga a su pareja no es menor, y la trama que protagoniza se desarrolló durante el tiempo en el que ella era alto cargo de la Junta de Andalucía, lo que compromete, ciertamente, su empleo. Si atendemos a la presunción de inocencia, tantas veces malversada en política, mientras no se demuestre lo contrario, su marido es inocente en tanto no se demuestre lo contrario. Y el delito, de haberse producido, no lo cometió ella. Pero en España se instaló desde la Gürtel esa cosa que se llama «aprovechamiento del lucro», o algo así, por la que altos cargos han tenido que dimitir, o dar muchas explicaciones, por los beneficios ilícitos alcanzados por los convivientes. Ana Mato hubo de dimitir por no poder explicar cómo su marido tenía aparcado un Jaguar de segunda mano en su garaje, producto, como se supo después, de regalos de la trama que también regalaba los globos de la fiesta de cumpleaños de alguno de sus hijos. Lógicamente, a esta señora le ha pasado igual en el momento de conocer la imputación, aunque hubiera autos claros anteriores que señalaban la investigación de los jueces. Es decir, Gámez entra en el selecto grupo de «cónyuges que no sabían nada».
Parece evidente que esa no es toda la explicación. Podemos discutir qué clase de gato es el que anda encerrado en este episodio, pero que hay gato está claro. Busquen en los manejos para desmontar el caso del Tito Berni –convertido en el Caso Cuarteles– o en alguna de las explicaciones que conoceremos a medida que el sumario que investiga la juez de Tenerife vaya abriéndose al conocimiento general. No parece una dimisión. Sí una destitución. Con el agravante de la foto de cuatro generales arropando a la directora general en el momento de su anuncio: ¿exactamente qué pintaban ahí?
Por cierto: se van a enterar de lo que es el sectarismo con el nombramiento de Mercedes González como nueva jefa de del Cuerpo.