Destrucción y ruina de Europa
Jorge Fernández Díaz.- Recuerdo muy bien este mes de octubre de 1962; comenzaba el curso académico de mi 3º de bachillerato, y la radio y todos los periódicos en sus portadas recogían la noticia de lo que ha pasado a la Historia como la «crisis de los misiles de Cuba». En casa oía a mis padres hablar con gran preocupación acerca de la posibilidad de una guerra mundial entre «Rusia y los americanos», que conllevaría la entrada de España en ella por los acuerdos firmados sobre las bases militares norteamericanas en nuestro territorio.
A la distancia de 60 años, ya conocemos muy bien lo sucedido y que efectivamente el mundo contuvo el aliento cuando el presidente Kennedy ordenó el bloqueo naval a la isla de Cuba para impedir que siguiera llegando el material militar que el líder soviético Nikita Kruschev había decidido instalar en la isla para presionar a los estadounidenses a abandonar el Berlín occidental. Los buques de la Armada soviética y de la estadounidense se encontraron cara a cara en alta mar, y sus comandantes respectivos esperaron las órdenes del alto mando: retroceder los comunistas o seguir adelante y comenzar una guerra nuclear. La causa fue el considerar la Casa Blanca como una «amenaza inaceptable para su seguridad nacional» la colocación de misiles balísticos tan cercanos a su frontera en la zona. Sabemos que el teléfono rojo sonó sin parar y que la retirada le costó el cargo a Kruschev, destituido por el Comité Central del PCUS. ¿Alguien ha pensado cómo reaccionaría EEUU ahora, si México o Canadá se incorporaran a una «alianza militar defensiva» bajo tutela de China? Con el precedente de Cuba en el 62 no es difícil acertar la respuesta: la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial entre las dos superpotencias sería una absoluta realidad.
Pues eso viene haciendo con Rusia la OTAN –«alianza militar defensiva» frente a la URSS– en los últimos treinta años, desde que el 8 de diciembre de 1991desapareció la Unión Soviética: tratarla como un potencial enemigo y rodearla con bases militares. Incorporar Ucrania a la Alianza Atlántica sería para Rusia el equivalente para USA de que Hawai, Puerto Rico o Alaska se incorporaran a esa alianza militar controlada por China. Tenemos asumido que los rusos disponen de información controlada totalmente por el Kremlin, lo cual es evidente; pero se cree que en Occidente la libertad y la democracia garantizan una información libre y plural. Se puede ser ingenuo, pero no tonto ni tanto. El «deep state» está a punto de conseguir la ruina y destrucción de Europa ante el aplauso de la UE. Patético.