Votos a cambio de pisos
Francisco Marhuenda.- No sé si Sánchez era un buen jugador de fútbol o de baloncesto, pero no hay duda de que mete goles con la ayuda del cuerpo de hagiógrafos monclovitas. El último ha sido el anunció de la oferta de 50.000 viviendas de la Sareb. El primer dato objetivo es que está empresa pública nació con el acertado nombre del banco malo, pero con el tiempo se ha convertido en el vertedero de lo que no se consigue vender. Es decir, la basurilla.
Como es normal, los productos buenos no llegaron o, los que lo hicieron porque no había otra alternativa, salieron con gran velocidad. A estas alturas prefiero no saber quién se favoreció, porque España es un país de pícaros donde todo el mundo tiene una pareja, un cuñado, un primo o un amigo a quien beneficiar. Una de las mayores golfadas de nuestra historia, tanto política como económica, fueron las sucesivas desamortizaciones.
Por cierto, los progresistas se forraron hasta límites tan escandalosos como repugnantes. Llegados a este punto, cabe preguntarse si lo que se propone es que los jóvenes se vayan a sitios lejanos para tener una vivienda. Por ejemplo, una de mis hijas vive en Barcelona y como la Sareb no tendrá pisos se puede ir a algún pueblo de Canarias. A lo mejor tiene suerte y encuentra alguna oferta sarebiana a una hora de la capital catalana. Las otras están en Madrid, quizá encuentran alojamiento en algún pueblo perdido en las dos Castillas. La casuística es enorme, pero lo importante es que Sánchez ha colocado la noticia y ha recibido los aplausos de los columnistas, editorialistas y periodistas dispuestos a favorecerle en la campaña de reelección.
No tengo nada en contra de la movilidad, pero tendría que adornar el vaciado de la Sareb, algo que disgustará a los que están allí colocados con buenos sueldos, añadiendo un empleo público. Primero los hace interinos y luego Montero los convierte en funcionarios. En la Restauración funcionaba la compra de votos con el caciquismo de Romero Robledo y otros próceres. Es algo que el PSOE ha utilizado con menor zafiedad, como los ERE, aunque se ha superado con los pisos basurilla o las nacionalizaciones masivas.