Cómo la política occidental influyó en el conflicto de Sudán
Los países occidentales estaban muy implicados en el proceso de reforma sudanés. En vista de lo que ocurre ahora se discute si Occidente ha evaluado correctamente la situación y, sobre todo, a sus socios en ese país.
Combates, muertos y heridos, miles de personas escapando. La marcha de Sudán hacia la reconciliación, la democracia y el Estado de Derecho ha fracasado por el momento, y las esperanzas de un futuro próspero para el país se han esfumado. Hay rencor en el país hacia los dos caudillos sudaneses, Abdel Fattah al-Burhan y Mohammed Hamdan Daglo, conocido como Hemeti. Pero no pocos sudaneses también están decepcionados con el papel de los Estados occidentales.
Sobre el terreno, Marina Peter, fundadora y directora del Foro de Sudán y Sudán del Sur, afirma que el conflicto es esencialmente local. Es consecuencia de problemas que llevan décadas sin resolverse: problemas por los recursos, y también el ansia de poder de algunos actores políticos, sobre todo, de los militares del país. Se trata de una dinámica en la que es difícil influir desde el exterior.
Sin embargo, después de 2019 -año en que fue derrocado el entonces gobernante Omar al-Bashir-, Occidente también cometió errores. “En particular, el error de no involucrar a gran parte de la sociedad civil en las negociaciones y conversaciones oficiales”, explica a DW la experta alemana en Sudán. En su lugar, se confió demasiado en los militares. “Los activistas sudaneses y nosotros, los observadores extranjeros, hemos advertido una y otra vez que los militares y Hemeti en particular no son de fiar y que no puede haber una solución viable con ellos”.
¿Demasiada confianza en las viejas fuerzas?
Esta es también la opinión del activista por la democracia Ahmed Esam, de la plataforma “Sudan Uprising Germany”. No quiere culpar a Occidente del fracaso de Sudán, dice el activista, que vive en Alemania, en entrevista con DW. Pero los Estados occidentales “se comportaron de forma problemática al no reconocer las fuerzas esenciales detrás de la resistencia en las calles y su demanda directa de reformas. En cambio, Occidente confió demasiado en las viejas fuerzas”.
Al hacerlo, los Estados occidentales confiaron en los dos hombres fuertes del país, que ahora luchan entre sí, dice el periodista Azza Ahmed Abdel Aziz en el portal Middle East Eye. “Ambas partes han empaquetado sus intentos de asegurarse el poder en un lenguaje que debería dejar claro que están al servicio de la democracia y de la transición a un gobierno civil pleno”, escribe Abdel Aziz. Sin embargo, fueron ellos mismos quienes habían desquiciado este gobierno civil poco antes, concretamente mediante el golpe de Estado de octubre de 2021 contra el primer ministro Abdalla Hamdok.
De hecho, desde ese momento fue obvio que tanto al-Burhan como Hemeti tenían otras cosas en mente que llevar a su fin el proceso de reforma. Según Abdel Aziz, lo que más les preocupaba era asegurar su poder personal. También con este fin, los opositores cultivaron estrechos vínculos con Moscú.
Occidente ha favorecido durante demasiado tiempo un cuestionable modelo de reparto de poder entre civiles y militares en Sudán, afirma el activista Ahmed Esam. “Occidente veía a los militares como una entidad separada, en lugar de una institución legitimada en última instancia sólo por la sociedad. Tendió a convertir a los militares en un partido político. Eso fue un error”.
Opciones de acción limitadas
Marina Peter cree que Occidente podría haber puesto en juego posibles sanciones contra los generales antes del estallido del conflicto. Occidente intentó ejercer presión a través de la ayuda al desarrollo, congelada durante mucho tiempo. “Pero luego llegó dinero de otros países, de modo que ese intento quedó en nada”. Además, los sucesores de al-Bashir son conscientes de que las opciones de actuación de Occidente son limitadas. “Después de todo, los Estados occidentales ya han cooperado ciertamente con al-Bashir, en parte por miedo a una mayor migración”.
En los últimos días, las naciones occidentales han vuelto a hablar con los dos rivales, de hecho han tenido que hablar con ellos porque, sin su consentimiento, no podrían haber sacado a sus ciudadanos de Sudán. Un dilema clásico de la realpolitik. De forma dolorosa, los países de Occidente tienen que darse cuenta de que se equivocaron con sus interlocutores más importantes y, sin embargo, especialmente en la situación actual, siguen sin poder prescindir de ellos.