Irán, China y el Canal de Panamá: ¿está EEUU rodeado?
Lawrence A. Franklin.- Irán y China vuelven a la carga. El viernes de la semana pasada, ante la aparente sorpresa de la Administración Biden, China hizo valer su influencia en Oriente Próximo llenando el vacío creado por el presidente estadounidense y mediando en un acuerdo entre Irán y su amenazado vecino, Arabia Saudí, a quien Biden prometió convertir en un “paria”y dejar de venderle material. Los saudíes tomaron nota.
Teherán, por su parte, no ha llevado con discreción su misión de “exportar la revolución” al Hemisferio Occidental. Más recientemente, en febrero, dos buques de guerra iraníes atracaron en el Brasil del recién reelegido presidente socialista Luis Inácio Lula da Silva. Desde allí, según se ha informado, se dirigirán al Canal de Panamá, ya controlado en ambos extremos por el más reciente aliado de la República Islámica, el Partido Comunista Chino (PCC).
El PCC declaró oficialmente la “guerra popular” a Estados Unidos el 14 de mayo de 2019 por medio de su periódico insignia, el People’s Daily. Ya lo había hecho antes, el 29 de enero de 2017, aunque EEUU no prestara atención.
Irán lleva décadas infiltrándose abiertamente en Sudamérica. En 1994 voló por los aires un centro comunitario judío en Buenos Aires, Argentina, matando a 85 personas. Recientemente, mientras la Administración Biden perseguía un “acuerdo nuclear” con los ayatolás –que le permitirá tener pronto tantas armas nucleares como desee–, Irán ha ido ampliando su ya considerable presencia al sur de la frontera estadounidense. La teocracia islámica militante tiene una presencia significativa –y, presumiblemente, influencia– en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Ahora su objetivo es Brasil y el Canal de Panamá.
El presidente brasileño Da Silva tiene un historial de acogida a Irán. En 2009, durante su anterior mandato, saludó calurosamente a su homólogo iraní, Mahmud Ahmadineyad, durante la visita de Estado que éste hizo a Brasil. Da Silva cambiará decididamente la política exterior proamericana y proisraelí de su predecesor, Jair Bolsonaro, por una que favorece los lazos amistosos con Teherán.
Da Silva, que fue presidente de Brasil entre 2003 y 2010, apenas derrotó a Bolsonaro el pasado octubre, en la segunda vuelta de las presidenciales. Populista de izquierdas, Da Silva obtuvo el apoyo de los brasileños que se beneficiaron de sus políticas progresistas de bienestar, en particular el acceso a una sanidad asequible, durante su Administración precedente.
Bajo el Gobierno de Bolsonaro (2019-2022), las relaciones diplomáticas entre Irán y Brasil eran frías. Sus pesquisas sobre Hezbolá y sus actividades en la Triple Frontera (Brasil, Paraguay y Argentina) llevaron a la detención en 2018 del financiero regional del grupo terrorista, Asad Ahmad Barakat. El apoyo de Bolsonaro a Israel, por otro lado, quedó demostrado con la primera visita de un primer ministro israelí a Brasil: Benjamín Netanyahu asistió a la toma de posesión de aquél en 2019.
Irán acogió con satisfacción la elección de Da Silva y la previsible mejora de las relaciones con Brasil. El portavoz de su Ministerio de Asuntos Exteriores, Naser Kanaani, se apresuró a felicitar a da Silva por su triunfo. El mensaje de felicitación de Basir Naim, miembro del Politburó de Hamás, fue como era de esperar: “[Hamás] espera que el presidente Lula mitigue todos los efectos del apoyo ilimitado [de Bolsonaro] al Estado ocupante de Israel”.
Los brasileños no apoyan necesariamente el giro a la izquierda de Da Silva en política exterior. Una encuesta de Pew realizada en 2015 reveló que la gran mayoría tenía una opinión desfavorable de Irán. Brasilia mantuvo relaciones cordiales con Teherán durante los anteriores mandatos de Da Silva, que visitó Irán en 2010 tras la visita de Ahmadineyad a Brasil en 2009. Brasil es también el mayor socio comercial de Irán en América Latina. Los brasileños envían grandes cantidades de carne (sobre todo de vacuno), medicinas y automóviles a Irán. El gigante petrolero brasileño Petrobras ha realizado importantes inversiones en la industria petrolera iraní.
El alejamiento de Da Silva de Occidente se puso de manifiesto recientemente cuando concedió permiso a dos buques de guerra iraníes para atracar en Río de Janeiro, inmediatamente después de su visita a la Casa Blanca, a finales del mes pasado. El Departamento de Estado de EEUU y la embajadora estadounidense en Brasil, Elizabeth Bagley, no tuvieron éxito en sus esfuerzos por persuadir a Da Silva de que denegara el permiso de atraque a los navíos.
Irán tiene grandes elogios para Da Silva. Se ha negado a sumarse al régimen de sanciones contra Teherán liderado por Estados Unidos y ha criticado la suspicacia occidental ante las intenciones iraníes en relación con las armas nucleares. Da Silva ha declarado en repetidas ocasiones que Irán tiene derecho a desarrollar programas nucleares pacíficos y que se debe confiar en la palabra de la República Islámica hasta que el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) demuestre lo contrario. Sin embargo, según el OIEA, Teherán parece haber estado haciendo trampas “todo el tiempo”.
En 2004, el OIEA acusó a Irán de violar su Acuerdo de Salvaguardias: el régimen de Teherán no notificó al organismo internacional el aumento de sus actividades de enriquecimiento de uranio. El OIEA también señaló que Irán desplegó prematuramente centrifugadoras avanzadas de enriquecimiento de uranio. Igualmente, el OIEA declaró que Teherán procesaba el gas de uranio, necesario para la producción del uranio metálico necesario para el núcleo de un arma nuclear. Estas son sólo algunas de las violaciones que ponen de manifiesto la duplicidad de Irán en relación con su programa nuclear. Lo que se necesita para un uso nuclear pacífico es uranio enriquecido entre el 3% y el 20%. Irán ya ha enriquecido uranio al 84%, cerca del 90% necesario para su uso en bombas nucleares, y, según los informes, está a solo “días” de poder construir armas nucleares, como le permite, de todos modos, el acuerdo nuclear de 2015 (PAIC).
Lo más probable es que la Administración Biden, al igual que la Administración Obama, esté tratando de evitar que Irán se vuelva totalmente nuclear “bajo mi vigilancia”, como dejó caer Obama en 2015.
Los buques iraníes que atracaron en Brasil fueron el Iris Makran (el mayor buque de guerra iraní) y la fragata Iris Dena. Forman parte de la 86ª Flotilla iraní y de su recién creado Mando del Océano Atlántico. En un visible desafío a la hegemonía estadounidense en el Hemisferio Occidental, se dirigirán al Canal de Panamá.
Esta visita a América Latina es el segundo despliegue naval iraní de este tipo desde la gira marítima atlántica de 2021. Todo apunta a que Teherán intentará ampliar su perfil diplomático y militar en la región.
Dado que Brasil es la nación más grande, más poblada y más poderosa militarmente de Sudamérica, otros países latinoamericanos podrían animarse a buscar también estrechar lazos con adversarios de Estados Unidos. ¿Cómo ha logrado China “imponerse a Estados Unidos para dominar Sudamérica”? Según Bloomberg,
“China ha comprado tanto cobre, cerdo y soja –y construido tantas carreteras, trenes, redes eléctricas y puentes– que ha superado a Estados Unidos como mayor socio comercial de Sudamérica y es ahora el mayor socio comercial de Brasil, Chile y Perú.”
“No es ningún secreto que en este siglo China ha venido volcando recursos sobre Sudamérica, mermando el dominio histórico de Estados Unidos”, señaló el Buenos Aires Times.
Son ya siete los países sudamericanos –Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina y Uruguay– que forman parte de la Nueva Ruta de la Seda china. El único país con lazos diplomáticos con Taiwán es Paraguay. A esto hay que añadir que China parece ansiosa por aumentar su presencia económica y militar en el Caribe.
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