El despertar de una generación de adolescentes digitales
El despertar de una generación. Imaginar el mundo del futuro, como global y muy tecnologizado, pone con frecuencia el foco de atención en las características de los denominados “nativos digitales”, o interactivos. La obligación de la actual generación debe aportar reflexiones de conjunto, tomando como referencia el pasado y el presente, para proyectar hacia el futuro una serie de condiciones generales y de escenarios en los que, es posible, que se debata el protagonismo de estas nuevas generaciones, en distintos tipos de sociedades.
Desde la reflexión sobre las expectativas acerca de la nueva juventud, de las grandes revoluciones tecnológicas y los aspectos inmanentes del ser humano, se plantean cuatro escenarios posibles: la pervivencia de las “brechas”, la capacidad de los y las jóvenes, el control y la obligatoriedad y la pervivencia de la palabra frente a la imagen.
La percepción de vivir en un mundo en cambio es, quizá en este momento, mucho mas acusada de lo que lo ha sido nunca en el pasado. La principal característica de esta conciencia de cambio es la velocidad con que se producen determinadas modificaciones en el “mundo conocido”. Esta sensación de velocidad en las formas de ser y estar, en los cambios en las relaciones personales y sociales, en las estructuras básicas que regulan la vida en sociedad, en la formalización y funcionamiento de los agentes y grupos sociales actuantes en dichos cambios…, significa en muchos casos la sensación de pérdida de referentes respecto al futuro unida a una importante dosis de inseguridad e incertidumbre respecto a cómo serán la vida y el futuro en los cortos y medios plazos. Percepciones que agudizan la necesidad de tratar de clarificar el sentido de los cambios en esa dinámica de “movimiento permanente”[1].
Uno de los aspectos emblemáticos en la sensación de volatilidad del presente es el avance continuo en los hallazgos y herramientas tecnológicos, en sus aplicaciones para la práctica totalidad de las facetas de la vida y, muy especialmente, la capacidad atribuida a esas herramientas y aplicaciones para modificar de forma radical las estructuras conocidas en la vida cotidiana, individual y colectivamente, y todo ello a gran velocidad.
Percepciones sobre el cambio
En este escenario de percepciones sobre el cambio, el tecnológico, no es extraño encontrar en la población adulta una gran expectativa sobre el protagonismo de las generaciones venideras, adolescentes actuales y futuros, en el sentido de que sólo ellos y ellas serán capaces de acomodarse a ese mundo nuevo y en “permanente transformación” que se imagina en un futuro muy diferente a lo conocido, con la característica, en la mayoría de los casos, de que esa atribución de protagonismo se alinea con una cierta claudicación de la capacidad propia de la sociedad adulta para encarar los retos del presente y el mañana.
Así, en una reciente investigación de Rodríguez San Julián, E; Ballesteros Guerra, JC; Megías Quirós, de 2010[2], padres y madres hablando del futuro de los actuales niños y niñas, utilizan las referencias a la tecnología como icono fundamental de lo que será el futuro, desde la explicitación de que el “mundo es de los jóvenes”.
Si hablamos del mundo de los jóvenes debemos conocer y reconocer a la llamada “Generación de Cristal” o “Generación Z”.
Es necesario conocer las características generacionales. Ello permite comprender a la persona, entendiendo su cultura y su momento histórico de desarrollo, tal como planteaba L. Vygotsky con su teoría del Desarrollo Histórico Cultural. En este sentido, a lo largo de la historia, la persona tiene patrones conductuales y de afrontamiento similares, según los tiempos en los que vivieron.
El despertar de una generación de adolescentes digitales
De esta manera, se estudia a la persona desde su perspectiva histórico-cultural. Tal es así que personas que pertenecieron a la generación de los tiempos de post guerra, tienen como características el ser amantes de su trabajo y, sobre todo, colocan a su familia como pilar de su vida. De esta manera, con el transcurso de las décadas, las personas adquieren características similares de comportamiento y formas de percibir el mundo y a sí mismos.
En la actualidad, la juventud también cuenta con patrones similares de conducta que, en muchas ocasiones los padres no comprenden el porqué de estos comportamientos, situación que lleva a desencadenar una difícil convivencia familiar. En definitiva la “Generación de Cristal”.
Alguna de las características de la generación podemos reconocerlas de forma clara. La más clara es que, desde que nacieron, la tecnología y las redes sociales forman parte del estilo de vida, a diferencia de sus padres, para quienes la tecnología es una herramienta de trabajo. Como la tecnología forma parte de su día a día, generar amistades y romances vía redes sociales se convierte en una realidad y no una simple ilusión. Muestran interés disminuido por la lectura o los eventos culturales. Hoy en día es poco común ver a un joven con estos intereses. habilidades audiovisuales.
Sus habilidades están mayormente enfocadas hacia lo audiovisual. Son sensibles a la problemática social, ahora protestan ante realidades que la generación de sus padres llegó a normalizar. Quienes pertenecen a la Generación de cristal, protestan contra el racismo, la misoginia, la contaminación ambiental, la violencia de género, los abusos o la discriminación. Son defensores de aquello que consideran injusto. Sensibles emocionalmente y menos tolerantes a la frustración. Sensible al rechazo y a la crítica. Son muy demandantes. Son cuestionadores. Expresan abiertamente sus emociones y pensamientos.
Del mismo modo esta generación tiene un elevado sentido de la empatía, la espiritualidad y la sensibilidad hacia el medio ambiente. También suelen ser muy creativos y tienen un fuerte deseo de ayudar a los demás. Se dice que estos jóvenes tienen un fuerte sentido de sí mismos y a menudo se les describe como “almas viejas”.
El despertar de una generación de adolescentes digitales| Nuevas herramientas para nuevas generaciones
La verdad es que el salto generacional no muy distinto a cualquier otra. Los que nacimos en la década de los 50 fuimos también, al igual que hoy con la generación de cristal, unos incomprendidos por nuestros padres, que nos llamaban locos “hippie” que usábamos pantalones Jeans, camisetas dibujadas, zapatillas de lona y deseábamos paz al prójimo, bailábamos música ruidosa tocada por unos vagos barbudos y melenudos que ni trabajaban, ni aportaban nada bueno a la sociedad. Educados en unos colegios religiosos donde los castigos físicos estaban al orden del día y una falsa e hipócrita moral social. Nos tocó luchar contra todo ello y cambiar la sociedad.
Hoy, los que pertenecieron a esa sociedad se les ha olvidado lo que fuimos, y contra lo que tuvieron que luchar para cambiar su entorno. Esos mismos que les tocó sufrir las consecuencias de los cambios sociales de las décadas de los 60 y 70 hoy critican a las nuevas generaciones con la mismas palabras que usaron sus padres: Son los sensibles, los que no quieren trabajar ni estudiar, los que solo viven pendiente de las redes sociales y de su propio ego.
Sin embargo, esto no ha sido más que la herencia de nuestras generaciones pasadas. Habitan el lugar donde residen, pero también en ellos mismos. Son del mismo modo, la generación que reconoce términos como inteligencia emocional o responsabilidad afectiva para poder relacionarse de maneras sanas y estables, buscando la felicidad propia y la del otro.
La herencia que se les ha entregado
Poco se habla de la herencia material que se les ha entregado. Un patrimonio en apuros y un planeta insostenible. Son herederos de guerras constantes, del consumo irresponsable durante siglos, de un medio ambiente que lucha por sobrevivir llevado ya a su límite. Son nuestros herederos. En efecto son sensibles, lo son porque son conscientes.
Conscientes de su entorno, del peligro que corre nuestro patrimonio y es por ello, que cada día luchan para informase y encontrar nuevas soluciones.
En efecto, las redes sociales han permitido conocer los problemas que sufren personas y ecosistemas a cientos de miles de kilómetros. Han ayudado a ponernos en contacto para buscarle soluciones a problemas que llevaban años sin resolverse, a crear una red de conocimiento bidireccional que nos permita acceder a herramientas cada vez más innovadoras. Son la generación de biólogos, abogadas, arqueólogas, ecólogos, psicólogos, pedagogas y un largo etcétera de profesiones que se ponen en marcha para poder salvaguardar lo más importante que tenemos, nuestro hábitat, ese hábitat que les hemos entregado al borde de la extinción.
La herencia que reciben es serie de crisis económicas, climáticas, ambientales, patrimoniales, socio afectivas, etcétera difícil de suplir. Sin embargo, siguen demostrando que están dispuestos a cambiar, a hacer de este un lugar maravilloso para las generaciones venideras, un lugar donde no haya lugar para la exclusión social, el maltrato a los animales, la destrucción del patrimonio o la contaminación en masa[3].
La mitad de los jóvenes piensa que es un término adecuado para explicar su postura crítica ante las injusticias del mundo y aplicable al conjunto de la sociedad. La mayoría opinan que “No somos precisamente una generación frágil o débil. Hemos superado muchos obstáculos. De hecho, nos hemos atrevido a cuestionar lo que durante años ha sido incuestionable. Además, hemos conseguido expresar nuestros afectos de forma más abierta que lo que en su juventud pudieron hacer nuestros padres, pues se les consideraba débiles por demostrar sus sentimientos o vulnerabilidades y fueron criados de forma más estricta.
Hacer prevalecer las emociones no es un signo de debilidad sino de avance y fortaleza”. Los atributos unidos a este término que más los identifican a sí mismos y a su generación son el reconocimiento de la importancia de la salud mental, la sensibilidad hacia los problemas sociales, la baja autoestima y la defensa de la diversidad[4]. En este sentido, El estudio «Generación de Cristal. Más allá de la etiqueta», de la Fundación SM, a través del Observatorio de la Juventud en Iberoamérica, desvela que el 62% de los jóvenes opina que las generaciones anteriores tuvieron más facilidades para progresar socialmente que los jóvenes de ahora, percepción que se incrementa a partir de los 21 años.
En la actualidad en 2022, el 65% de los jóvenes afirma haber aprendido a vivir con la incertidumbre de no saber a qué se va a dedicar en el futuro y la mitad sentirse frustrado por no llevar la vida que quiere, un sentimiento que está más presente entre los mayores de 21 años. El temor a no cumplir las expectativas de su familia o amigos representa un 56%. El 75% de los y las jóvenes opina que las crisis económicas, sanitarias y sociales dificultan más las posibilidades de elección de los jóvenes que de las de generaciones más adultas, sentimiento que está especialmente presente entre los mayores de 21 años. Para terminar de entender la justicia que se comete, es la propia denominación como “Generación de Cristal”, nombre que se le damos por la fragilidad emocional que le achacamos.
Tendríamos que responsabilizarnos de los problemas a los que deben enfrentarse las nuevas generaciones. Los que pensábamos que íbamos a cambiar el mundo desde los Jeans, las camisetas de flores y la paz, al final hemos resultado ser un desastre. No solo hemos conseguido la paz desde las flores de colores en las camisetas, ni hemos salvado al mundo, ni conseguido en la igualdad, libertades y democracia. Al contrario, hemos llenado el mundo de odio, desigualdades, esclavos del dinero y el consumismo. Hemos dejado un desastre de mundo a las nuevas generaciones, y encima las criticamos. No tenemos arreglo, quizás las nuevas generaciones logren cambiar las cosas, justo por el camino contrario al nuestro.
[1] Susana Méndez Gago. Fundación GE Social y Elena Rodríguez San Julián. Sociológica Tres
[2] Rodríguez San Julián, E. Ballesteros Guerra, Jc. Megías Quirós, I. (2010) Bienestar en España. Ideas de futuro desde el discurso de padres y madres. FAD, Madrid. El estudio investiga sobre las percepciones del bienestar futuro de los hijos e hijas actuales, y el discurso sobre la potencia transformadora de la tecnología es uno de los ejes transversales en las grandes transformaciones que se visualizan desde estos adultos, siempre centrado en el punto de vista de que estas transformaciones afectarán a los que son ahora m
[3] Sara Arjomandi Castro. Somos el futuro, National Geographic España. 21 julio 2022
[4] Mar Muñoz, “Generación de cristal”: una etiqueta que no gusta a los jóvenes”. La Razón, 17 noviembre 2022.