Turquía: entre el islamismo y el secularismo
La Republica de Turquía, país del Mediterráneo oriental, patria de Mustafa Kemal Ataturk, y 19ª mayor economía del planeta, a una centuria de su fundación; celebra unas cruciales elecciones presidenciales a dos vueltas y parlamentarias; cuando más de 64 millones de electores, tomen la vital decisión de reelegir como presidente, a su actual gobernante con 20 años en el poder, el islamista Recep Tayyip Erdogan, o elegir como tal, al líder opositor, Kemal Kilicdaroglu. Caracteriza este evento electoral, una deplorable situación económica que vive el país, la depreciación de la lira y una elevadísima tasa de inflación, la penosa gestión de los terremotos recientes, la participación unida de la oposición frente al actual gobierno, el concurso de un nuevo electorado de casi cinco millones de jóvenes, que por primera vez acuden a las urnas, el ataque del gobierno contra los grupos feministas y la denuncia por parte de la oposición, de injerencia rusa en las elecciones; hechos que sumados en su totalidad, predisponen un proscenio, donde por primera vez en veinte años, se desafía de forma real, la presidencia de Erdogan.
Si para el futuro de Turquía, estos comicios electorales son trascendentales, no es menor el impacto internacional que los mismos tendrán, si ponderamos entre otros, cuestiones tales como la posición de Turquía como mediador en la guerra entre Rusia y Ucrania, particularmente con respecto al desbloqueo portuario, para la exportación de granos, el efecto que el resultado de estas elecciones tendrán en la actual política exterior ambivalente de Ankara, que cuando le conviene abraza a la OTAN y cuando no, escora hacia Rusia, la mantención políticamente intencionada del veto a la entrada de Suecia en la OTAN, equilibrios todos, que pueden terminar alterados, dependiendo del resultado que arrojen estas elecciones.
En relación a los posibles escenarios que se pueden dibujar resultantes de este evento electoral destacan: el triunfo en primera o segunda vuelta del actual presidente turco, quien es evidente que no cederá el poder prima facie, al contrario, de hecho ya ha utilizado los resortes estatales para atornillarse en el mismo, tales como valerse de los recursos del Estado para su reelección, acomodar a sus partidarios en el Consejo Electoral, dominar el ejército, las fuerzas de seguridad y las instituciones del Estado y controlar casi de forma absoluta los medios de comunicación.
En definitiva, de triunfar la colisión de derechas que Erdogan encabeza, a nivel interno se endurecerán aún más las medicadas antidemocráticas, incrementándose el riesgo de que Turquía derive en un Estado autoritario siguiendo el modelo ruso y chino, entronizando al actual presidente como gobernante vitalicio, máxime que este proceso ya dio inicios, cuando Erdogan, para acaparar más poder, promovió un controvertido referéndum (2017), que puso fin el sistema parlamentario e inauguró uno presidencialista, que limitaba la elección presidencial a dos mandatos, para luego violarlo, al candidatizarse por tercera vez a la presidencia.
Por su parte, en el plano internacional, Turquía le dará el adiós definitivo a la Unión Europea, se recalentarán las relaciones con Grecia y Chipre y se producirá una mayor alineación con Moscú, al cual por ahora considera socio, mas no aliado, relación que Rusia pretende alterar a su favor, cortejando a Ankara, con la misma promesa, que corteja a Hungría, ello es, con la oferta de construirles una planta nuclear.
Otro de los escenarios posibles seria, el de que en caso de producirse una segunda vuelta y en ella pierda por escaso margen las elecciones, Erdogan, este se niegue entregar el poder y con apoyo de las fuerzas armadas ahora acolitas, luego de la depuración sufrida a partir del intento de golpe de 2016; ensaye un nuevo golpe, pero esta vez a su favor, utilizando como guion, los mismos argumentos de fraude esgrimidos por D. Trump, repetidos por J. Bolsonaro en Brasil y P. Cubas en Paraguay; al tiempo que es posible que también intente movilizar a sus votantes, para impedir una transición ordenada del poder. A pesar de lo perturbador que ante una derrota, podría ser el escenario de un putsch, lo cierto es que el mismo es plausible, habida cuenta de que por la experiencia vivida en 2019, cuando perdió la Alcaldía de Estambul, sería difícil, aunque no imposible, que repita el error de forzar la realización de un nuevo evento electoral, ante el espectro de volver a salir derrotado en forma estrepitosa.
Es escenario viable también, el que en caso de que la Millet Ittifaki o Alianza de la Nación encabezada por Kilicdaroglu, aliada al diminuto y díscolo partido antinmigración: Alianza Ancestral de Sinan Ogan, triunfe en una segunda vuelta y Erdogan reconozca el resultado, hecho difícil imaginar; instalándose un gobierno inestable que resulte incapaz de gobernar por consenso, ya que sería producto de una coalición, que lo único que tiene en común, es su deseo de expulsar a Erdogan del poder, por lo cual podría terminar en posturas encontradas sobre temas álgidos tales como la relación con los kurdos, la restauración del régimen parlamentario y el restablecimiento del equilibrio de poderes, la defensa del laicismo, la reversión de las reformas económicas de Erdogan, la reactivación del proceso de adhesión a la Unión Europea, respetando las decisiones del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, la repatriación a Siria de los refugiados asentados en Turquía, el abordaje asertivo de la cuestión chipriota, la revisión de la práctica del Islam político o neotomanismo como pilar de la política exterior de Erdogan, con el que justifica el intento de arrebatar la hegemonía en el mundo árabe suni a Arabia Saudita y Egipto, proyectándose en el Asia Central turcomana (Azerbaiyán, Kazajistán, Kirguistán, Turkmenistán y Uzbekistán) y en los Balcanes occidentales: Albania, Kosovo y Bosnia -Herzegovina; e interviniendo en los conflictos sirio, libio, iraquí y del Cáucaso; la reversión radical las relaciones con Rusia, que explota al máximo las contradicciones entre Turquía e Israel y entre Ankara y Atenas por la definición de sus limite marítimos, suministrándole el sistema ruso de defensa de lanzamiento de misiles S400 Triunfo, que constituye el sistema de defensa aérea más avanzado del mundo, para que Turquía rompa el equilibrio militar en la región; realidades que en su conjunto, pueden terminar conspirando con el ejercicio de un gobierno viable y concluya igual, que en Israel, con la vuelta de Netanyahu, al poder, es decir, con la vuelta de Erdogan a la presidencia; por diferencias irreconciliables en una alianza opositora, en su momento monolíticamente unida para expulsar del poder, al regente del antiguo “enfermo del Bósforo”; pero a posteriori, incapaz de desmantelar el gobierno clientelista que hereda.
Profesor Titular de Relaciones Internacionales de la Universidad de Panamá