El suicidio de Occidente: el libro de Raúl González Zorrilla imprescindible para conocer el mundo que viene (La nueva normalidad es un viejo totalitarismo)
Mientras escribo estas líneas, tres personas acaban de ser asesinadas en la Catedral de Notre Dame de Niza (Francia) por un terrorista islamista armado con un cuchillo de grandes dimensiones, millones de hombres y mujeres permanecen obligatoriamente encerrados en sus casas y otros tantos se pasean por nuestras calles con los rostros cubiertos, separados unos de otros y mirando al suelo temblando por un futuro que no tienen.
Al mismo tiempo, desde Turquía y Pakistán se apela casi a la guerra santa contra Occidente por la defensa que algunos países de la UE todavía hacen de la libertad de expresión, las sirenas policiales se repiten cansinas en las calles silenciosas, en las televisiones públicas españolas se retransmite en directo una rueda de prensa de Nicolás Maduro y, en el País Vasco (España), desde donde les cuento esto, las únicas personas que pueden romper los confinamientos municipales y autonómicos son aquellas que a) tienen familiares en la cárcel – para ir a visitarlos a las prisiones donde se hallen-; b) los musulmanes – para ir a comprar productos halal donde puedan encontrarlos -; y c) los miembros de partidos políticos o sindicatos -para que puedan realizar sus “actividades institucionales”-.
En este caos global, países europeos como España o Francia se abonan a la ruina más absoluta al endeudarse por generaciones, profesores son decapitados a pocos kilómetros de París al grito de “Alá es grande”, Estados Unidos sufre el peor ataque neocomunista en décadas, las iglesias arden por doquier, las estatuas que recogen nuestra tradición se derriban entre algaradas salvajes, la cultura clásica se cancela, las identidades sexuales estallan, los delincuentes son ascendidos a los palacios, la Policía es despreciada, el ser humano implosiona y la información, al ser triturada, procesada y correctamente empaquetada por los grandes medios de comunicación del sistema, se convierte en una masa infame de estiércol adoctrinador. Los Gobiernos presuntamente democráticos se transmutan en movimientos oclócratas o demagógicamente populistas, se demuelen los principios educacionales básicos de las escuelas, los referentes científicos se hunden puestos rastreramente al servicio del inmenso poder de dominación socialdemócrata, la tecnología naufraga por los nuevos movimientos maquinistas que se comunican a través de Facebook y la amenaza del hundimiento general de una sociedad, de nuestra sociedad, sacude las pocas conciencias alertas y comprometidas que todavía quedan. La gran orquesta de la ignorancia convertida en ignominia, de la sinrazón ideológica, de la vacuidad política, de la laxitud ética, del apaciguamiento cobarde y del silencio cómplice sigue tocando su empalagoso vals asexuado, conformista, sumiso, resiliente y empoderador mientras el gran Titanic de lo que un día fue la gran civilización occidental se hunde en el hielo sin que nadie derrame una triste lágrima por su desaparición.
Que nadie se llame a engaño. La pandemia del Covid-19 es tan real como los cientos de estudios, análisis, investigaciones y ejercicios de predicción del futuro que se han realizado a lo largo de las últimas décadas previendo que alguien liberara en un acto de guerra biológica un virus como el SARS-CoV-2, que éste escapara accidentalmente de un laboratorio de alta seguridad, que se generara espontáneamente en la naturaleza o, incluso, que pudiera llegar a través de un meteorito o como un chicle orgánico adherido a los restos de un satélite en desuso caído sobre la Tierra. La intensificación del comercio mundial, la expansión de las multinacionales globales, el crecimiento exponencial del turismo planetario, la globalización de los contactos y la mundialización de las redes sociales hacían cada vez más que probable que ocurriera lo que finalmente ha sucedido. Lo previeron no solamente algunos grandes escritores de ciencia-ficción sino también agencias de inteligencia, expertos en prospectiva, ensayistas del porvenir, visionarios altamente lúcidos y tecnocientíficos especialmente dotados para extraer conclusiones certeras de múltiples premisas aparentemente contradictorias. Al parecer, hasta el profeta Isaías lo barruntó en el versículo 26:20 del Libro que lleva su nombre: “Ve pueblo mío, entra en tu casa y cierra las puertas detrás de ti. Escóndete un poco, hasta que pase la cólera del Señor”. Lo que nadie fue capaz de adivinar es que el ‘coronashock’ presente sería utilizado por una multiplicidad de enfermedades oportunistas para, aprovechándose de los bajos niveles de defensa de nuestras sociedades, introducirse en nuestro organismo civilizacional haciéndolo colapsar primero y morir después.
De este modo, el Covid-19, presuntamente nacido en un laboratorio chino, escapado de China y expandido por el planeta gracias al oportuno silencio chino en los primeros momentos del contagio desatado, es una bomba de efectos retardados que progresivamente liquidará y disolverá lo poco que va quedando de todo lo grande, bello y espiritual que un día fuimos. No será así por la especial capacidad de infectiva del Covid-19 (apenas algo superior a la de la gripe) sino por su poder aterrador para provocar el colapso final de las estructuras de Occidente aprovechándose de imposiciones terapéuticas tan fanáticas como opacas, apoyándose en los muchos pilares autoritarios que tiene la actual gobernanza socialdemócrata, utilizando el inmenso desarme ético que sufren millones de ciudadanos europeos, empleando el miedo generalizado a lo desconocido como herramienta de dominación y urdiendo sibilinamente una “nueva normalidad”, un “gran reinicio” colectivo que sigue miméticamente el trazado del gran modelo civilizacional instaurado por el Partido Comunista chino del siglo XXI: exclusivas élites políticas, sociales, económicas y culturales, endogámicas y dominantes; capitalismo salvaje, expansionismo agresivo, hipervigilancia de la ciudadanía, masas acalladas, libertades mermadas e imposición doctrinaria.
Parafraseando al filósofo italiano Diego Fusaro, lo que está emergiendo fruto de la alianza del nuevo comunismo con el turbocapitalismo financiero es una nueva y aterradora realidad tan perfecta como el virus del Covid-19: gobierna a través del terror y la emergencia permanentemente impuesta, induciendo a las masas dramáticamente asustadas y empobrecidas a aceptar decisiones drásticas y antidemocráticas como el único salvavidas para asegurar las vidas. En nombre de la contención del virus y de la seguridad sanitaria, se legitima la expropiación de la democracia y de los derechos más elementales, así como la creciente violación del espíritu y la letra de la Constitución. Dice Fusaro en un reciente artículo que hemos publicado en nuestra revista Naves en Llamas: “La emergencia -es necesario repetirlo hasta la náusea- es hoy un método de Gobierno. Y si logra convertir lo inadmisible en inevitable, lo hace porque lo presenta como limitado en el tiempo, como válido para el corto período de la crisis. Lo que no se dice, por supuesto, es que la crisis nunca terminará y, con ella, lo inadmisible se convierte en inevitable. La emergencia, por si fuera poco, hace invisible para la mayoría el verdadero carácter autoritario que asume el poder: ejércitos en la calle, toque de queda, prohibición de reunión pública, son medidas que, sin el relato de la emergencia, bastarían para identificar un régimen autoritario en sentido pleno y que, en cambio, en complicidad con la emergencia, aparecen como medidas de protección bien justificadas y para siempre”.
Una breve información publicada recientemente de modo casi oculto por los periódicos londinenses representa a la perfección cómo la tiranía y la autocracia crecen a nuestro alrededor sin que apenas nadie se dé cuenta. El ministro de Vivienda británico, Robert Jenrick, y el comisionado de West Midlands (centro de Inglaterra), David Jamieson, que llevan meses animando las delaciones vecinales, apuntan ahora al corazón mismo del fin de año cristiano: “La Policía tendrá el poder de entrar a las casas particulares si hay sospechas de reuniones de más de seis personas y, en ese caso, incluso interrumpir la cena de Navidad”. Este tipo de iniciativas, que se están extendiendo de forma viral (y nunca mejor dicho) por las legislaciones europeas, han sido expresamente denunciadas por Jorge Buxadé, europarlamentario de Vox, en la Cámara comunitaria: “Los derechos importantes están siendo puestos en riesgo ahora por los principales Gobiernos europeos: la dignidad humana, la vida, el derecho a las relaciones familiares, la libertad de expresión, la libertad de información o la libertad religiosa y de pensamiento. Los estados miembros de la UE han aprovechado la pandemia en numerosas ocasiones, y España es un ejemplo evidente de ello, para producir restricciones y violentar los derechos y libertades con la excusa de los confinamientos sanitarios”.
Y es que, efectivamente, el Gobierno español formado por el PSOE y Podemos, y especialmente por personajes de libro estalinista como Pedro Sánchez y Pedro Iglesias, representa excepcionalmente bien esta hecatombe de la libertad y la inmensa amenaza global que los nuevos comunistas o los viejos socialdemócratas representan para la democracia; una amenaza que, aunque nacida antes del Covid-19, ha llegado a su paroxismo e intensificación aprovechando la intensa y acelerada disolución social, económica y cultural que está provocando la pandemia.
Como buenos socialistas, ambos son absolutamente impermeables al rastro de muerte que dejan a su paso (casi 100.000 españoles fallecidos bajo su mandato por el Covid-19 y el Presidente se permitió ladrar ese miserable y ruin “¡Viva el 8M!” poco después de disfrutar de 16 días de vacaciones estivales); ambos tienen idéntica desvergüenza para, aliándose con filoterroristas, radicales y fanáticos de todo tipo y condición, poner las instituciones democráticas a su servicio, en no pocos casos bordeando o saltándose las leyes; ambos tienen el mismo rostro pétreo para tapar un escándalo con otro, para desmentir con rotundidad lo que ayer afirmaron con la misma rotundidad; ambos, manipulando la historia y mancillando la libertad de expresión, exhiben las mismas pulsiones dictatoriales, supremacistas y totalitarias que han traslado a sus respectivas formaciones políticas convirtiendo a éstas en asociaciones al borde de la legalidad; ambos muestran ante los ciudadanos honrados el mismo aire chulesco, barriobajero y cobarde de los fanfarrones de pacotilla que se creen impunes por pertenecer a una casta superior; ambos, que coinciden en la brevedad de sus currículos profesionales, exhiben también idéntico desprecio a la meritocracia, al esfuerzo y al trabajo, tanto individual como colectivo, lo que les lleva a exclamar satisfechos ese insultante “salimos más fuertes” por encima del peor panorama económico de las últimas décadas, por encima de la destrucción de decenas de miles de empresas (a las que odian) y por encima de la aniquilación profesional de un millón de profesionales autónomos (a los que también odian).
Ambos, en fin, Pedro y Pablo, Pablo y Pedro, son representativos, en el panorama político nacional, en sus respectivos partidos y en el Gobierno español y en no pocos Gobiernos autonómicos y municipales, de todos esos múltiples afluentes que como señalábamos anteriormente dan rostro a la izquierda posmoderna que es ya el gran enemigo global de la civilidad: son neocomunistas que mantienen fuertes lazos con la Venezuela bolivariana; son comunitaristas, reivindicando a su favor a todo tipo de colectivos revolucionarios, del Movimiento LGTB al Feminismo, pasando por los movimientos raciales o, incluso, blanqueando a determinadas organizaciones filoterroristas; ambos son siervos de los especuladores multimillonarios globalistas, a quienes reciben ocultamente en sus salones, que alimentan económicamente sus proyectos políticos y que subvencionan gustosamente sus idioteces solidarias y “buenistas”; ambos son también excelente aliados del islam, bien directamente, aceptando mansamente subvenciones de países como Irán, tal y como hizo en su momento el vicepresidente, o bien solidarizándose con los principios ideológicos de éste, como hace habitualmente el Presidente; ambos, son, en fin, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, los rostros de ese nuevo totalitarismo que está dibujando el siglo XXI y que, en el fondo, es un cóctel amenazante de miseria, integrismo y muerte que incluye chorros generosos de marxismo barato, notas de islamismo revolucionario, vertidos golosos de financiación George Soros, efluvios de narcotráfico internacional, gotas de terrorismo presuntamente revolucionario, semillas de antioccidentalismo ignorante y sectario y finas rodajas de burdo relativismo, de grosero pensamiento débil y de una tan picante como dañina oclocracia universal.
No lo olviden. Nos hallamos bajo un Estado de Alarma que durará hasta casi la mitad del año 2021 y bajo el que estos dos miserables, Pedro y Pablo, Pablo y Pedro, con apoyo o el silencio cómplice del Parlamento y la Judicatura, acumulan prácticamente todo el poder. ¿Qué podrá ir mal?
El Shock de Occidente. Raúl González Zorrilla
Ediciones La Tribuna del País Vasco
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