Cristianismo & cultura contemporánea
Los mundos culturales que por su propia naturaleza sirven para tomar el pulso a los tiempos que andamos, nos muestran una llamativa apertura al fenómeno que desean desacreditar a toda costa al cristianismo. Desde posiciones que nada tienen que ver con la religión, estamos percibiendo un renovado interés y, en muchas ocasiones, una profundización que ni nos imaginábamos. Son demasiadas las historias que están sucediendo a la sombra de cada día y que el mundo mediático las ignora por completo siguiendo así la Hoja de Ruta que les ha marcado “la voz de su amo”.
Películas como Greyhound, de Tom Hansks, nos muestra de manera palpable momentos estelares humanistas. La película Vida Oculta, de Terence Malick, nos ha fascinado ante el interés por el mundo de la transcendencia en sus argumentos. Series de John Adams (Kirk Ellis,2008), revalorizan la historia y el legado del más cristiano de los padres fundadores de Estados Unidos, incluso, 30 monedas (Alex de la Iglesia, 2020) donde hemos observado un acercamiento respetuoso y comprensivo al hecho espiritual. Acuérdense de Calderón de la Barca, con el Príncipe constante, todo un trabajo maravilloso para un doctorando en el mundo cultural actual si se quisiese realizar.
Si nos zambullimos en el mundo de la narrativa, en El Reino (Anagrama,2014); Odon Vallet y jóvenes filósofos o debates públicos en general observamos que hay materia suficiente y, es que, como decía no hace mucho un columnista y aguerrido escritor “la gente tiene ganas de resucitar”, “la atracción hacia un cristianismo esencial y originario, seguramente impreciso, está abriéndose un hueco”, ello publicado en el periódico El Español. Han seguido pegando fuerte escritos de figuras de primera plana como François-Xavier Bellamy, Rémi Brague, Fabrice Hadjadj, Pierre Manent o Christopher Hitchens. Los libros de Victor Lapuente (Decálogo para el buen ciudadano-Atalaya 2021 o el “Manicomio de verdades (Encuentro,2020) están siendo buena muestra de lo que hablamos.
No es la virtud teologal de la fe lo que se busca desde el cristianismo ahora mismo, sino aquellos fundamentos sociales que, con la secularización del mundo, ha aprendido, con cierta sorpresa, a echar de menos. El nuevo interés por el cristianismo se está desarrollando en los dos sentidos de la palabra “interés”, por una pura curiosidad intelectual, más libre de prejuicios que en otras épocas; y también por conveniencia al sentir la necesidad de ciertos fundamentos filosóficos, límites éticos y respuestas existenciales.
Miguel Lluch Baixauli, en su ensayo “Cristianos en Europa después de la cultura secularizada” (Eunsa, 29015) nos ofrece una pequeña explicación “Esa cultura secularizada, que ha sido la dominante desde hace siglos ha entrado en crisis y ya no tiene fuerzas para inaugurar nuevas eras. No estamos asistiendo al alumbramiento de una era postcristiana sino que asistimos a los funerales de la era neopagana y secularizadora”.
Michael Sandel, Max Weber, grandes entre los grandes, hoy por hoy lo llevan a todas las conferencias públicas globales. La religión siempre ha jugado un papel clave a lo largo de la historia de la humanidad y, esta necesidad de “creer” hace tiempo que despertó el interés de la ciencia, que suele dar dos explicaciones: la especie humana necesita una relación causa-efecto para todo lo que le rodea. Si la respuesta no la da la ciencia, el hombre precisa una respuesta sobrenatural, y por tanto tiene predisposición a creer. También es una necesidad política. El cristianismo desactiva la tentación de sacralizar al Estado, las ideologías o los partidos. El mismísimo Jürgen Habermas, desde su ateísmo, nos ha dicho: “Para la autocomprensión normativa de la modernidad, el cristianismo ha representado más que un mero precedente o catalizador. El universalismo igualitario es un heredero directo de la ética judía de la justicia y de la ética cristiana del amor. Este legado ha sido objeto de una constante apropiación e interpretación crítica, sin sufrir transformaciones sustanciales. A día de hoy no existe ninguna alternativa a él. Seguimos alimentándonos de esa fuente. Todo lo demás son chácharas postmodernas.
Me quedo con las palabras de Irene Vallejo cuando comenta “que Pablo de Tarso quizá fue el discurso igualitario más ducho cuando dijo -No hay judío ni griego, ni esclavo ni hombre libre, ni hombre ni mujer-“. (El infinito en un junco. Siruela,2019). El filósofo coreano -alemán Byung-Chul Han (Loa a la tierra. Un viaje al jardín. Herder, 2019), interesado entre las relaciones del mundo y del cristianismo no ha parado desde hace tiempo.
Ana Iris Simón, en su exitoso Feria (Circulo de Tiza,2020), manchega, de convicciones comunistas, nos presta especial atención a su interés infantil por la fe o no de sus mayores y también por su propia creencia. Su manera de acercarse a la fe parece evocar también un significado generacional que tiene que ver con esas necesidades nuevas de las que hemos hablado con anterioridad. Como ha reconocido la propia autora, el ser humano necesita “mirar hacia arriba” y “mirarse hacia adentro”, creamos o no en Él.
No todo está perdido. Lo que sí lo está son los tres partidos mayoritarios que se presentan al 23 J, que ninguno, seguro, huele a esencia de cristianismo pero sí a bolas de alcanfor, a rancio absoluto. Aquí los cristianos lo tenemos crudo y es necesario reiniciar lo que hasta ahora pensábamos. Se acabó el “mal menor”.
“Pues el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido” Lucas 19,10. Más allá de la barahúnda montada que nos intenta captar, pero que no nos convence en absoluto, está ese deseo incoercible que sentimos de encontrar lo que buscamos, que, aún sin saberlo, es Dios, que también nos busca y que por y para ello padeció por Su infinita generosidad un inenarrable sacrificio. Glorioso será el día en el que ocurra ese feliz encuentro, que sera el fin del inmenso sufrimiento que ha sido estar lejos de Él. No debemos perder nunca la esperanza,… Leer más »