La guerra del voto útil
José Antonio Vera.- No creo que el electorado de centroderecha pueda entender que el divorcio de PP y Vox en Murcia desemboque en unas nuevas elecciones autonómicas. Sería incomprensible y puede que un suicidio para ambos, aunque con más desgaste para Vox.
En realidad el partido de Abascal sólo tiene que abstenerse en la investidura para permitir que gobierne el PP. ¿Estará dispuesto a votar «no» junto a la izquierda? Todo puede ocurrir, pero el riesgo para el partido verde es grande. Cierto que posee allí una base electoral potente y que esa base, además, se incrementó el 28-M.
El peso de Vox en Murcia es superior a Extremadura, aunque inferior en necesidad.
Lo normal sería que los pupilos de Feijóo y Abascal llegaran a un compromiso de gobernabilidad, sobre la base de otros acuerdos alcanzados entre ambos, aunque habida cuenta de la distancia que separa a uno del otro, lo responsable en este caso sería no impedir que López Miras saliese elegido en la segunda votación de mañana jueves.
Caso contrario el eco que eso puede tener el 23J es imprevisible. Ya vimos como la inicial ruptura extremeña penalizó tanto a PP como a Vox en los sondeos. Por eso mismo la reconversión final de Guardiola tendrá seguramente un efecto positivo en las encuestas. Condenar a Murcia a nuevos comicios es tan incomprensible como escandaloso y electoralmente pernicioso.
Hay cierto debate sobre el interés de Vox por acaparar cargos en las instituciones. La finalidad última de cualquier organización política es gobernar, pero dependiendo de cómo se gobierne puede ser más o menos positivo el efecto para esa formación.
Ciudadanos, por ejemplo, hizo un mal negocio con el PP, pues los pactos acabaron beneficiando más a los azules y perjudicando a los naranjas. Administrar una o dos carteras no garantiza que vayas a tener un mejor respaldo electoral. Podemos ha salido perjudicado de sus experiencias con Montero y Belarra, cuya gestión fue manifiestamente mejorable. A veces renta más estar en la oposición, sin renunciar a ningún postulado programático, que desgastarse gestionando parcelas de poder insignificantes pero gigantes en cuanto a posibilidad de repercusión negativa.
El PP está pactando con sentido común tras las elecciones de mayo. Por razones de Estado impidió ejecutivos municipales de separatistas en Cataluña y País Vasco, aun sabiendo que se favorecía a candidatos de PSOE y PNV. Esa actuación carece de coste electoral, mientras que haber hecho lo contrario hubiera tenido una repercusión mediática a la contra enorme. Ni socialistas ni peneuvistas le van a agradecer a Feijóo el apoyo, pero el PP hizo lo que debía para evitar gobiernos de partidos que van contra la unidad de España. En el resto, la geometría variable impuesta desde Génova está dando resultados apreciables. No es necesario pactar con Vox en todas partes, pero sí allí donde sea necesario. Si cada uno renuncia a lo que le separa del otro, el acuerdo acaba siendo posible.
Una vez que se despejen los escenarios de Aragón y Baleares, y en espera de que finalmente no haya sobresaltos en Murcia, el debate de los pactos se empieza a derivar hacía el gobierno central. Todo dependerá del resultado, pero no parece descabellado pensar que si tiene que haber acuerdo entre Abascal y el líder del PP lo habrá. Claro que no es lo mismo que Feijóo tenga 140 diputados que 160. Por eso ahora la batalla se va a centrar en el voto útil, en especial en esas 18 provincias que eligen 3 o 4 diputados.
En ellas apoyar al tercero en liza no sirve generalmente para nada. Es un sufragio que se pierde. Lo mismo que en el Senado. Votar a Sumar o Vox en tales circunscripciones, como en la Cámara Alta, supone perjudicar directamente a PSOE o PP, o directamente a las opciones globales de la izquierda y la derecha. Por eso ahí va a ser a muerte la guerra del voto útil.