Sobre la ley de Marx
El concepto de proletariado es, por lo demás, muy amplio: todo aquel que vende su fuerza de trabajo, es decir, que vive de un salario, en definitiva. Pero observamos una gran diferencia de salarios entre los proletarios, e incluso en lo que se ha denominado clase obrera se ha distinguido a menudo (también por el marxismo) una “aristocracia”, mejor pagada, lo que significa que las horas de trabajo de unos y otros son valoradas de muy distinta manera. Ello sin contar los gestores y cargos superiores por cuenta ajena en una empresa, tan imprescindibles como los trabajadores manuales, y cuyas horas de trabajo son valoradas de otro modo.
Si el valor de las mercancías, incluso las más físicas, no puede medirse en horas de trabajo, como ya vemos por todos los lados, la ganancia (plusvalía) tampoco puede medirse en las horas de trabajo ajenas de que se apropiaría el capitalista.
El error de Marx parte de una visión parcial de los efectos de la revolución industrial, combinada con un “materialismo” que hace ver en la economía la manifestación, en el nivel humano, de la materia que regiría el universo. Y ello al nivel más material de las mercancías físicas.
Por lo demás, la tasa de ganancia tiende a un equilibrio, aunque inestable, como se ha estudiado muchas veces. De ninguna manera la pequeña propiedad se arruina sistemáticamente ni el capital se concentran sin fin hasta hacerse monopolista, que es lo que sugiere la teoría de Marx. Si vemos que el número de pequeñas empresas se mantiene o aumenta, aunque muchas se hundan, está claro que el esquema de Marx es falso.
Hay, además trabajos que se consideran de valor excepcional y que, por una parte, tienen una relación escasa con el tiempo y por otra pueden no ser apreciados económicamente. El tiempo que se tarda en escribir un poema o componer una canción o una sinfonía tienen muy poco que ver con la calidad o con su aceptación por el público o por los entendidos. Y no es nada raro en la historia que grandes compositores o inventores o escritores hayan sufrido grandes penalidades económicas o incluso muerto en la indigencia. Sin embargo, aunque sea a posteriori, sus trabajos son muchísimo más valorados que la mayoría de los demás, incluso que los políticos.