¿Restaurar a quién?
El pasado 15 de junio, el sanedrín de Bruselas daba otro golpetazo de “muy señor mío” a la ciudadanía europea: “la Ley de Restauración de la Naturaleza” ¡Mira que lo he leído en varias ocasiones! pero sigo sin salir del asombro y a estas horas no sé si a los que hemos de restaurar es a la propia Unión Europea. Lo que sí sabemos es, a fecha de hoy, por desgracia e ineptitud de estos “sabios” que en Europa se han perdido ya casi un 40% de agricultores y ganaderos.
Así, agricultores, ganaderos y pescadores de la UE están en pie de guerra con este exacerbado delirio de Bruselas. La norma impuesta obligará a los estados miembros a restaurar todos los ecosistemas dañados de aquí al año 2050. Que yo sepa, nuestros abuelos es más que posible no tuviesen la ciencia de los jóvenes de hoy, pero de las tres grandes ramas sobre pesca, agricultura y ganadería les darían sopas con ondas a este personal tan engreído que nos van a hacer de nuestras tierras “entornos pajizos”. No olvidemos que las zonas rurales en nuestro continente, a fecha de hoy, corresponde casi al 30% y en zonas intermedias el 32%. Ello nos lo dice todo.
Por sus pistolas, ello implicaría la pérdida de numerosas tierras de cultivo y de caladeros y tendríamos que contar con el coste de aplicar las reformas, algo que ya lo veíamos venir y que supondría una pérdida de ingresos para estos sectores. ¿Pero realmente qué es lo que buscan estos burócratas de pacotillas sabelotodo que no han pisado en su vida un camino rural ni tienen idea alguna de los puestos de trabajo que sacrifican?
¿Sabrán que desean sacar adelante sus familias, la alimentación europea, la riqueza productiva y tantas operaciones sublimes que salen de nuestros sectores rurales que son la auténtica lotería para vivir una vida digna en el lugar que ellos libremente han escogido? Se desea como principales objetivos reducir en un 50% la utilización de los plaguicidas químicos de aquí a 2030, pero eso sí, solo a los europeos; la eliminación de embalses y barreras fluviales para que al menos 25.000 km de ríos de caudal libre de aquí a 2030; y, en general, favorecer el aumento global de la biodiversidad y tendencia positiva para las mariposas de las praderas, las aves de medios agrarios, el carbono orgánico en los suelos minerales de las tierras cultivadas y los elementos paisajísticos de gran diversidad en las tierras agrícolas. Es decir, hacer de Europa un Olimpo grandioso donde nuestro Jardín del Edén sea epicentro de la tontucia del posmodernismo. Mas cenutrios e incultos no los encontraremos. Si a ello le sumamos que dicha nefasta obligatoriedad que nos viene es la de dedicar el 10% de cada explotación agrícola u otra cualquiera a crear corredores de biodiversidad estamos atados de pies y manos.
A más de uno nos da la impresión que es un preludio de las tensiones previas a las elecciones europeas del 2024, aunque lo cierto es que el enfrentamiento de unos y otros no ha hecho sino crecer en los últimos tiempos en posiciones cada vez más distantes. ¿Realmente se reivindica la naturaleza o deseamos hacer de las personas un auténtico desmadre como se está realizando hoy día? Hasta el más tonto sabe que lo natural es lo valioso, lo auténtico, lo que hemos de preservar, pero eso sí, siempre y cuando no hablemos de la naturaleza humana. Si se trata del ser humano, no hay naturaleza que te salve, no hay naturaleza dada, toda ella es maleable, sujeto al arbitrio del deseo y a las transformaciones de la cultura. En una entrevista al filósofo Michel Onfray, en su último libro “Teoría de la dictadura”, apoyándose en la obra de Orwell 1984, aseguraba que hemos entrado en un nuevo tipo de dictadura, que destruye la libertad, abole la verdad y niega la naturaleza de los seres humanos Este buen señor, pensador ateo militante, es también un iconoclasta cuando se trata de arremeter contra ideas que quieren instaurar un pensamiento único, como sería ahora la naturaleza humana frente a la cultura.
Hoy día, el “palabro naturaleza” no entra en las sienes de más de uno y, por lo que se ve, en Bruselas los hay para elegir. Lo natural es negado, destruido, despreciado, ensuciado, devastado, explotado, contaminado. Este odio a que la vida, la naturaleza, siga su curso real, esta guerra de destrucción declarada, no lo duden, es propedéutica del proyecto transhumanista abarrotada de tintes posmodernistas, relativistas y nihilistas. Esto es lo que nos ha tocado ahora: dar la cara por todo y no encogerse de hombros. En definitiva, no pasar una.
Si algún poder , casi milagroso, o quizá sin casi, tiene la Naturaleza en su asombrosa capacidad de restaurarse por sí misma. Así que el asunto es dejarla en paz.
Y Dios proveerá, que El es Quien la mantiene.
Es justo lo que el pueblo quiere, el voto masivo al PP. y al PSOE, los dos partidos comprometidos con sacar adelante la agenda 2030 y el desprecio casi absoluto al partido que nos defendería del apocalipsis que supone dicha agenda
Tal como escribió Lope de Veha ante ciertas críticas a sus comedias :”Porque como las paga el vulgo, es justo
habñarle en necio para darle gusto”
Lo que es perfectamente válido. y nunca como ahora, para ser aplicado a todo lo demás..El resultado :” la verdad es lo que en democracia creen las mayorías,”…
Y así estamos. Con estos pelos….
La naturaleza continuará por los siglos de los siglos. Lo que va a desaparecer es la especie más depredadora y dañina la humana