La dimisión de Rubiales y la hipocresía del Gobierno
Francisco Marhuenda.- Nadie dimitió en el Gobierno por el escándalo de la ley del solo sí es sí. Irene Montero y Yolanda Díaz aplaudieron la caída de Rubiales como una victoria del feminismo, aunque nadie se responsabilizó por las consecuencias de esa ley. La presión mediática, social y política sobre Rubiales ha puesto fin a la trayectoria del déspota que gobernaba la Federación con mano de hierro. El sistema se sustentaba en una eficaz red clientelar, algo habitual en muchas actividades humanas. No hay más que ver cómo funciona el sistema de partidos en nuestro país. Es lo que sucede con el sanchismo y el apoyo ciego de la izquierda mediática. La fórmula de Rubiales era zafia y grosera. Su eficacia finalizó con un beso robado que puso ante los ojos del mundo a un impresentable que había campado a su aire con el beneplácito del Gobierno y el aplauso de sus colegas. Es increíble que un tipo que festeja la victoria tocándose el paquete, para mostrar que tiene más pelotas que nadie, pueda representar a un organismo deportivo tan importante y prestigioso. El problema de fondo es que el beso robado es la punta del iceberg de unas prácticas que eran habituales. Por ello, su dimisión es un gesto obligado porque no podía seguir en el cargo.
Su comportamiento soez y grosero, en las palabras y los gestos, era muy conocido. ¿Por qué se le toleraba hacer lo que le daba la gana? Es la pregunta que deberían responder los responsables gubernamentales, así como los dirigentes de las federaciones y los equipos. ¿Qué poder tenía sobre ellos para que nadie se atreviera a poner coto a sus desmanes? Había muchos intereses en juego y manejaba muchísimo dinero, por lo que el número de estómagos agradecidos por el abrevadero del fútbol ha sido enorme. Por supuesto, ahora todos muerden la mano que les daba de comer gracias al dinero del fútbol. Nada que nos tenga que sorprender. Jenni Hermoso ha sido muy valiente, porque la presión debió de ser insoportable. Los representantes del fútbol deberían buscar un relevo a la altura del cargo.
Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)