Un Borneo por Europa (II)
Solemos escuchar que las diversas constituciones han perseguido siempre tres objetivos: organizar las funciones del Estado, responsabilidades y límites de los tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial, y determinar las relaciones entre los ciudadanos y el Estado; lo que los secularistas europeos parecen haber olvidado es el último punto citado. De siempre las Constituciones han sido el depósito seguro de valores, ideas y símbolos que han configurado una sociedad como tal, atesorando los fundamentos culturales y aspiraciones de cualquier comunidad política, y el preámbulo de la Constitución Europea nos comenta que “es un continente con una civilización específica y, cuando se le niega alguno de sus elementos no solo puede ser arriesgado sino también posiblemente inválido.
Hablar de Europa, sin reconocer sus orígenes cristianos nos genera de lleno una frustración y un auténtico olvido desmedido. Con la Europa moderna han bailado demasiadas corrientes culturales, donde la Europa Cristiana ha admitido matices tales como: que no es necesariamente confesional. Una Europa que respeta sin límites la igualdad de sus ciudadanos: creyentes y laicos, cristianos y no cristianos; una Europa que, satisfecha de su herencia humanista de la Ilustración, abandona su “cristofobia” y no tiene miedo alguno a reconocer que el Cristianismo es uno de sus elementos centrales de su civilización. Una Europa que, cuando habla de su pasado y futuro, recupera toda su riqueza de sus tradiciones, intelectuales y espirituales.
Así nos encontramos ante una Europa que debe convivir y proteger los iguales derechos de creyentes y no creyentes ante la comunidad política, donde la libertad religiosa, a fecha de hoy, se ve erosionada en el futuro, severamente, si la “libertad de no religión”, bajo la forma de negación histórica para establecer el secularismo, se impone, como está sucediendo en la plaza pública de Europa como elemento de la Constitución Europea.
Si echamos un vistazo a las distintas Constituciones Europeas, si pasamos revista, deberíamos tener en cuenta que la alternativa a una Europa construida bajo el modelo de Estado agnóstico francés, imposición del “laicismo” en nombre del “pluralismo, ” nos podemos encontrar con la constitución polaca cuando nos argumenta que “ en su nación, cuando los que creen en Dios como fuente de verdad, justicia y belleza, y los que no comparten esta fe, pero respetan esos valores universales que derivan de diversas fuentes, todos tenemos los mismos derechos y responsabilidades en relación al bien común”.
Una vez más hemos de recordar que, el proyecto de la Constitución Europea, no puede haber una comunidad política libre, sin el fundamento de una comunidad moral, una comunidad moral en la que se reparten compromisos morales, pero los grandes diseñadores y los que siguen por ahora darían la impresión de ser incapaces de asignar al Cristianismo cierto papel relevante. Estos artesanos “constituyentes” se acogieron de lleno a ciertas posturas contradictorias al imponer por sus pistolas un “laicismo” forzoso que violaba el compromiso moral de “tolerancia”. Haber tenido una Constitución Europea que reconociese las distintas sensibilidades religiosas europeas y la contribución que cada una de ellas había hecho a la comprensión europea de los derechos humanos y de su compromiso con la democracia. La Historia secularista de los orígenes de la Europa actual está, en el mejor de los casos, incompleta y llena de interrogantes: “falsa” y causa desorientación.
Con el tiempo, el déficit democrático y el carácter elitista del proceso de elaboración, al estar concebida y realizada con escasa referencia a los sentimientos y voluntad popular se ha ido ella sola, la Constitución Europea, un insignificante faro de todo un continente, A todos los europeos nos ha empobrecido. En la jerga política aprobada en 2004, con setenta mil palabras (diez veces más que la americana), la única palabra que no tenía cabida era “cristianismo”. ¿Qué sucedería, si esa historia no llegase a reconocerse? ¿Se trata del adolescente en la típica rebelión contra sus padres? ¿está al servicio de una comprensión peculiar y adolescente de la libertad que aquella nueva Constitución Europea se proponía exaltar y poner en movimiento?
En pleno octubre del 2023 ¿Somos capaces de eliminar la purpurina, algo pequeño pero que causa estragos y, no somos capaces de estudiar, reflexionar y debatir tales cuestiones con fondos muy superiores?
Cuando las puertas de la Constitución Europea no posean el vigor para el que fueron construidas y nos vengan leyes de gran magnitud que violenten la dignidad de los ciudadanos, tanto laicistas como cristianos o ateos, por su falta de fortaleza, seguro, el tema irá tomando otros derroteros que nos harán pensar más de la cuenta. Ya los estamos viendo.