¡Venga un manifiesto!
Hoy está al alcance de todo el mundo el conocimiento de cuestiones clave de nuestro pasado aún reciente ¡y muy actuante!: quiénes destruyeron la república en lo que tuvo de democrática y por qué; quiénes quisieron y organizaron la guerra civil y por qué; qué alcance tuvieron las condenas a muerte en la posguerra y por qué se produjeron. Digo que está al alcance de todo el mundo porque los estudios que lo definen siguen estado disponibles para cuantos tengan interés por su propio país y por la libertad. Sin embargo, y demostrándose que estamos en una democracia enferma, cuando no fallida, el poder del estado se está aplicando impedir que los españoles conozcan una realidad histórica de la que depende profundamente el presente político y su futuro inmediato.
En cuanto a las condenas a muerte, ha salido muy recientemente la investigación, en lo esencial definitiva, de Miguel Platón La represión de la posguerra, del que hablamos hace unas semanas. Ante todo, desmiente las patrañas que cientos de historiadores charlatanes y miles de periodistas y políticos apesebrados han venido difundiendo desde hace más de 40 años, y que se intentan imponer ¡por ley, nada menos! ¡ley evidentemente mafiosa! Ni fueron 200.000, ni 120.000 ni 80.000 ni 50.000 los ejecutados, sino en torno a 14.000. Ni lo fueron por ser “republicanos”, o “demócratas”, o “pensar de forma distinta de Franco”, o “defender la libertad”: fueron ejecutados por asesinatos, a menudo de un sadismo espeluznante (y no es de extrañar que los golpistas actuales se solidaricen con ellos). Ni fueron ejecutados sin garantías (como en los tribunales del Frente Popular), sino en procesos cuidadosos en varios niveles para evitar en lo posible injusticias. Comparada esta represión con las que siguieron en gran parte de Europa al terminar la SGM, la del franquismo resulta la más legalista y cuidadosa.
Un dato que he resaltado muchas veces y a tener en cuenta, es que los jefes del Frente Popular se preocuparon de huir llevándose enormes tesoros expoliados a la nación, y se despreocuparon por completo de sus sicarios, con frecuencia pobres gentes a la que habían inducido a cometer los peores crímenes con la promesa de su impunidad. Este dato tiene la mayor importancia al abordar lo sucedido, y sin tocarlo no es posible entenderlo.
El libro de Platón debería haber desatado un gran debate historiográfico en España, por parte de los así claramente desmentidos. Uno esperaría, como ocurrió en Francia con la traducción de Los mitos de la guerra civil, que salieran incluso manifiestos de profesores aullando contra la verdad que los deja en evidencia. Pero no. Podrían ampararse en las leyes de memoria, pero ¿cómo hacerlo sin ponerse aún más en evidencia? Prefieren aplicar, en lo posible, la política de cancelación por medio del silencio. La falsedad amparada en la cobardía moral.