España sigue avanzando a paso de cangrejo
España ha pasado de ser la octava potencia mundial a estar en el puesto número 16. De una fiscalidad del 16% al 50%. Con las generaciones mejor preparadas de su historia a la precariedad más absoluta, la falta de acceso a una vivienda propia, el coliving, la pobreza energética, o no poder llegar a fin de mes. Con un 12,8% de paro (el número 1 de la OCDE) y un 29,3% de paro juvenil; encabezando la fuga de talento junto a Italia con 2,5 millones de españoles que han tenido que emigrar al extranjero. Con una inflación del 3,5%, un aumento en la cesta de la compra del 11%, y el récord en 2022 de más de 26.200 empresas cerradas en el país desde 1995.
La “solución” que proponen a este problema los políticos globalistas y atlantistas es la misma política desastrosa aplicada a España en las últimas décadas: mayor desindustrialización, mayor “interdependencia” con otros países (en la dramática realidad, dependencia), seguir desmantelando el campo y la ganadería nacional, seguir apostando por los trabajos temporales frente a los indefinidos, y continuar privatizando competencias estatales tan esenciales como la Sanidad y la Educación. Y ante el futurible escenario de un mayor número de parados en Occidente por las políticas globalistas y el advenimiento de la Cuarta Revolución Industrial (IA/ Big Data), se propone una “renta universal” que no es otra cosa sino que dar migajas a una masa precariada después de haberles arrebatado todo a favor de las grandes multinacionales más con un aumento inhumano de la fiscalización. Y luego, para más inri, “además de putas, apaleadas”: con la Agenda 2030 y sus insectos, bicicletas, “géneros fluidos” y barrios de 15 minutos.
Durante el siglo XX existía una dicotomía política, dos “mundos” completamente enfrentados: el capitalismo y el comunismo. A día de hoy la divergencia se encuentra entre el globalismo (la fase final del capitalismo) y el soberanismo (el modelo alternativo que apuesta por el desarrollo de los Estado-nación y sus sociedades), o lo que es lo mismo: un modelo en el que la economía sublima a la política frente a otro modelo completamente distinto y más humano, en el que la política sublima a la economía. Un pueblo soberano y con un gobierno soberano que elige su propio destino.