Toma de Granada: de nuevo el islam
La toma de Granada, celebrada en toda Europa, marca el fin de la reconquista en el programa religioso, aunque no en el político.
Ambos aspectos iban estrechamente unidos en la época, pero no eran lo mismo. Para la Reconquista política faltaban la unión de Navarra, que consiguió años después Fernando el Católico, y la de Portugal, a la que se dedicaron con afán los reyes Católicos, sin conseguirlo por una serie de imponderables. Solo ya en 1580 y por un período de sesenta años se pudo reconstituir plenamente el reino hispanogodo, objetivo político de la Reconquista, que resultó imposible completar, aunque no en lo esencial. La diferencia entre el objetivo político y el religioso ha sido casi siempre olvidado en la historiografía del período, por eso he procurado señalarlo en mi libro sobre la Reconquista, porque si bien para los dirigentes las dos cosas iban juntas, para la Iglesia era esencial la expulsión del islam, pero secundaria la reunificación política.
La toma de Granada completó la reconquista religiosa y fue un gran avance en la política. Y no dejó de ser una réplica a la toma de Constantinopla por los otomanos 39 años antes. El islam retrocedía en el oeste de Europa mientras no cesaba de avanzar por el este, de ahí la repercusión del éxito de los Reyes Católicos en todo occidente. Y fue también el comienzo de la larga contienda entre España y el Imperio otomano, con sus muchos altibajos, incluidas gravísimas derrotas hispanas, hasta culminar en la victoria de Lepanto, que contuvo la impetuosa y casi irresistible expansión de la superpotencia turca por el Mediterráneo.
Es imposible exagerar la crucial importancia histórica de aquel suceso para España y para Europa. Y esa es la razón precisa por la que toda la Antiespaña trata de denigrarlo o al menos sumirlo en el olvido. Por lo que es imprescindible recordarlo y conmemorarlo en un tiempo en que nuevamente la unidad de España está en peligro por quienes simpatizan con el islam, como simpatizan con cualesquiera enemigos de España. De nuevo tenemos el problema de la invasión musulmana propiciada por una legión de donjulianes.
Y urge ponerse a la altura del desafío.
Hasta hace unos 10-15 años, Ceuta y Melilla eran puntas de lanza de la cristiandad en el islam. A partir de estos últimos años, la poblacion de origen magrebí-musulmana ha alcanzado el 50% de la población total en ambas ciudades del Norte de África. Lo que quiere decir que se han cambiado la tornas, y así el islam es ahora punta de lanza en la cristiandad. Es un aviso para navegantes de lo que pudiera suceder en Europa en unas cuantas generaciones. Estamos jugando con fuego y nos quemaremos al paso que vamos.
La mayoría de los dirigentes políticos de las naciones que constituyen Occidente se niegan a ver la amenaza que supone el islam porque eso sería algo políticamente incorrecto. Solamente el Presidente Trump y los primeros ministros de Hungría y de Polonia se atreven a hablar abiertamente de la amenaza del islam a la Civilización Occidental.
Tolerancia, acogida, diálogo, integración, derechos humanos, son los instrumentos de los que se han dotado las sociedades actuales para paliar de agún modo “los rotos y descosidos” que están causando los extranjeros venidos de la negritud y arabo-islámicos en el tejido social de los diferentes países europeos. La tolerancia y la apatía son los últimos valores de una sociedad moribunda. La gente quiere lo quiere creer, si quiere creer mentiras, pues cree mentiras. Rémi Brague, historiador, académico, filósofo y medievalista, autoridad internacional en el estudio de la cultura musulmana de todos los tiempos, ha declarado recientemente: “Toda tierra no sometida… Leer más »