Guerra y moral
Mi amigo Miguel Platón contestó a mi objeción sobre su concepto de la guerra como “una tragedia innecesaria”:
En cuanto a la posibilidad de que no se hubiera llegado a la guerra, mi punto de visto no es economicista, sino moral. Se basa en que la mayoría de los españoles no quería una guerra civil. En diciembre de 1935, antes de la intervención funesta de Alcalá Zamora, la sociedad no estaba radicalizada. Fue una minoría extremista, fundamentalmente de izquierda, la que en los meses del Frente Popular protagonizó el discurso del odio y las acciones que destruyeron el Estado de Derecho, así como el recurso a la violencia que condujo al asesinato de Calvo Sotelo. La frustración de las expectativas económicas deterioró la paz social y con ello contribuyó a la radicalización. La izquierda revolucionaria basó su propaganda en que el marco legal republicano no sólo no garantizaba, sino que era un obstáculo para la mejora de los trabajadores. Y de esa forma pasó lo que pasó.
Esto es cierto en líneas generales, pero creo que la prédica del odio, fundamentalmente por el PSOE y la Esquerra, data de mucho antes y alcanzó su clímax con la campaña por las supuestas atrocidades de la represión de Asturias en 1934. Aquella campaña envenenó el clima político y en gran medida el social. Creo que ningún historiador le ha dado la enorme importancia que tuvo. Y que se ha repetido insistentemente en el posfranquismo sobre la represión de posguerra, con graves efectos políticos, legitimadores del ataque a la unidad nacional y a la democracia hasta llegar al golpismo presente. Precisamente tu libro sobre la represión de posguerra e una contribución muy importante contra ese envenenamiento de las conciencias.
Y casi nadie quiere una guerra civil (o una guerra en general), pues esta trae consigo sufrimientos y angustias que nadie desea soportar. Sin embargo la guerra no es una cuestión personal, sino social, y aquella se hizo inevitable cuando al golpe de octubre del 34, fallido, le sucedió el exitoso de unas elecciones fraudulentas, las cuales destruyeron la legalidad republicana, que en principio permitía que las rivalidades políticas no llegaran al choque. Y, al margen de los odios implicados, la guerra tuvo un fuerte contenido político, ideológico y moral que debe destacarse siempre, pues de otro modo tendríamos que ver la guerra como un hecho absurdo: la destrucción de la legalidad republicana traía consigo la amenaza grave de sovietización y de disgregación nacional, pues no otra cosa entrañaba el Frente Popular. Ante aquella situación, solo quedaba someterse o rebelarse. La decisión moral de rebelarse estaba plenamente justificada, en mi opinión.