¡A dónde hemos llegado…!
Suele utilizarse esa expresión para referirse a situaciones ante las que con anterioridad a ese momento, nadie pensó que debería vivir o tener que afrontar por considerarlas como algo irreal. Con el PSOE sanchista en el gobierno, para quienes el fin -de mantenerse en el poder-justifica cualesquiera medios utilizados para ello, hemos llegado a unos niveles de degradación de la ética pública que sencillamente eran considerados inconcebibles hasta su llegada. Incluso hasta las líneas rojas que se habían auto impuesto como límites las han traspasado con absoluta impunidad y sin alterarse en lo más mínimo.
Tiempo atrás tuvimos ocasión de escribir acerca de ello, ante la reiterada e impune falta a la verdad respecto a compromisos públicamente adquiridos por Sánchez, calificados cínicamente de meros «cambios de opinión». Decíamos que la mera convivencia en una sociedad políticamente plural en un clima de respeto mutuo era imposible en esas circunstancias. El establecer unas relaciones humanas dignas de ser consideradas como correctas exige cumplir con unas normas básicas de educación y respeto a determinados principios y valores compartidos, sobre los que se asienta la sociedad. El respeto a la palabra dada, y no mentir con premeditación y alevosía, son algunos de esos elementales pero necesarios valores.
Cuando todo un dirigente se permite – y se le permite- mentir reiteradamente a sus conciudadanos, sin remordimiento alguno, atreviéndose a decir que ha «cambiado de opinión», porque «la verdad es la realidad» y la verdad es cambiante como la realidad, por lo que su «opinión» debe forzosamente cambiar, estamos sumidos en la indigencia ética. Si tener un presidente del gobierno de esas características resultaba inimaginable, la realidad la supera ampliamente, al contemplar a toda la legión de sus comilitones socialistas -con muy dignas y escasas excepciones- asumirlas sumisamente cual dogmas de obligado cumplimiento. Antes fueron Felipe González, Alfonso Guerra y Nicolás Redondo, entre otros cualificados representantes del anterior PSOE, quienes mostraron una discrepancia con el proceder de ese partido en manos de Sánchez y los suyos encabezados por los números dos y tres del escalafón: la Vicesecretaria socialista y Vicepresidenta gubernamental María Jesús Montero -para no confundir con Irene de su mismo apellido- y el interlocutor de Puigdemont el docto Santos Cerdán. El relevo de la discrepancia pública y publicada lo ha tomado Emiliano García-Page, superviviente autonómico de la debacle sanchista del 28M pasado.
Calificar a este PSOE de estar situado en el «extrarradio de la Constitución» le ha supuesto ya la tarjeta amarilla de los palmeros oficiales: «es él quien está en el extrarradio del partido». «¿Delenda est, PSOE?»