A tiempo parcial y público
El cuarto trimestre del año pasado marca, según la Encuesta de Población Activa, un nuevo paso en la desaceleración del mercado laboral que venía observándose desde el verano. De hecho, de octubre a diciembre el empleo a tiempo completo descendió en 211.100 personas, mientras que el trabajo a tiempo parcial aumentó en 192.000. También disminuyó el número de asalariados en más de 84.000, con contrato indefinido aumentaron en 68.300 y los que firmaron uno temporal se redujeron en 152.500. Muy significativo que en este cuarto trimestre el empleo privado descendiera en 77.600 personas y el empleo público aumentara en 58.600, nueve de cada diez en esta última parte del año. Los empleados públicos son ya casi 3,6 millones.
Estos nuevos datos confirman que el empleo se está troceando en España, los contratos con la jornada a tiempo parcial están a la orden del día, baja la población activa porque ya cada vez más desisten de buscar un empleo, los que firman un contrato como fijo discontinuo inactivo más los que están en ERTE son ya casi 750.000. Aún así, el Gobierno se ha mostrado muy satisfecho con la evolución del mercado laboral cuando cerca de 950.000 hogares tienen a todos sus miembros en paro y la tasa de desempleo sigue cerca del 12%, lo que dobla la media europea y situando a España a la cabeza de este negro ranking.
Y lo peor está por llegar. La economía española se desacelera y ya está entre nosotros una oleada de cierres, despidos, ERE y una inversión directa que está en caída libre. Sólo en los últimos días han anunciado alguna de estas medidas Bimbo, Danone, varios proveedores de Ford, H&M, Alcoa, Arcelor, Michelin, Stellantis o Pablosky. Las razones para la toma de estas difíciles decisiones son muchas, aunque por supuesto no ayuda la cascada de medidas del Gobierno y su falta de diálogo con los empresarios, lo que crea una sensación de inseguridad para las inversiones que las empresas valoran muy negativamente. Por supuesto, el hecho de que el Gobierno esté atado a los intereses de sus socios y no a los de España acrecienta los problemas y dificulta tomar decisiones que preparen a la economía para un año difícil en el que habría que hacer ajustes y reformas. Los grandes de la UE están débiles y el contagio será inevitable. Tampoco la batalla contra la inflación no está ganada, pero a Sánchez solo le preocupa seguir