Nuestro hombre en la CIA y la oposición zascandil
En Nuestro hombre en la CIA, Iván Vélez expone los entresijos de la reunión que el diario Arriba llamó “el contubernio de Munich”, en 1962. Poco antes habían estallado huelgas importantes en Asturias, que se habían contagiado a León, Vigo, Bilbao y otros puntos del país. No eran comparables por su masividad con tantas otras huelgas en Francia, Inglaterra o Italia, pero al estar prohibidas adquirieron otro carácter. Muchos creyeron que el régimen estaba próximo al derrumbe, cosa que por otra parte venían diciendo sus opositores año tras año desde 1944. Los comunistas se apropiaron de la dirección de un movimiento en gran parte espontáneo, y hubo en los grupos de oposición no comunistas la preocupación de que el PCE se llevase el gato al agua en el derrumbe esperado y deseado.
La reunión de Munich, sufragada por la CIA, trataba de preparar una oposición tan antifranquista como anticomunista, arrebatando al PCE el fruto de su larga y sacrificada lucha. Esto iba a ser imposible, porque el franquismo continuaría 14 o 15 años más, y porque los personajes reunidos en Munich, socialdemócratas, democristianos, separatistas, monárquicos y otros, gestionados por Salvador de Madariaga, que fungía de hecho como agente del Foreign Office, carecían de arraigo en España.
Constituían una oposición tolerada, que pintaba al franquismo con los colores más negros, pero prefería prosperar en aquella terrorífica dictadura, incluso en sus organismos oficiales. Por eso se la puede denominar “oposición zascandil”, por contraste con la comunista, que por lo menos arrostraba persecución y riesgos.
Se ha dicho, y Vélez lo sugiere, que en aquella reunión se diseñó el futuro político después de Franco, pero no lo creo. Ni siquiera pudo ser un remedo del Pacto de San Sebastián, sino que se limitó a obstruir la entrada den España en el Mercado Común, pensando que así debilitaba seriamente la economía del país y la política del régimen. En realidad, políticamente fue un traspiés innecesario y sin mayores consecuencias, y económicamente España siguió creciendo al ritmo más alto de su historia. Y la transición, harto más tarde, siguió otros rumbos, derivados, creo, mucho más del Vaticano II que de nada parecido a Munich.
Pues si, una oposición zascandil. Y tal como dice la RAE, equivalente a botarate, enredadora, tarambana, revoltosa y…zaramullo, hala.
En cambio, lo que es es doloroso reconocer, es lo que supuso el Concilio Vaticano II que marcó un antes y un después en la Iglesia católica con ese “novus ordo missae”, rito que es su esencia, y más cosas, muchas más cosas.