A Sánchez le es igual la neutralidad política
Francisco Marhuenda.- En España sale muy barato incumplir las normas siendo el presidente del Gobierno. Es un contraste con lo que sucede en otros países de nuestro entorno donde los políticos son escrupulosos con el uso del dinero público y el respeto de las normas, tanto en el fondo como en la forma. Fue sancionado por abandonar el principio de «neutralidad política» tras anunciar en El Ferrol la construcción de un nuevo buque de la Armada. En los países nórdicos sería un escándalo mayúsculo, pero aquí no merece más que una multa de menor cuantía, que pagamos entre todos, y alguna referencia, también poco importante, en los medios de comunicación. Por supuesto, la izquierda mediática no le otorga ninguna relevancia y no descarto que el diario gubernamental haga un editorial defendiéndolo o la televisión pública, convertida en el canal temático del PSOE y sus socios, haga un programa especial glosando las virtudes del líder. Ni siquiera le ha servido de advertencia, porque lo «ha vuelto a hacer». En esto se habrá inspirado en sus amigos independentistas que tienen por lema «lo volveremos a hacer».
Los socialistas están desesperados ante un nuevo fracaso electoral. Por ello, ha decidido anunciar la creación de una Oficina Nacional de Asesoramiento Científico, que engrosará la larga lista de chiringuitos públicos en los que colocar a amigos del partido. La práctica clientelar es algo tradicional en España, aunque no por ello menos reprobable, porque la encontramos en la Hispania prerromana, se perfecciona con la colonización romana y sus sistemas de patronazgo hasta llegar a nuestros días. Eso del mérito y capacidad, así como la austeridad no va con los políticos. Hace unos años se aprobó una ley de transparencia y buen gobierno que es otro de esos textos de cara a la galería, pero que luego se hace todo lo posible para no cumplirlo. El anuncio de esta nueva oficina, cuya utilidad es más bien dudosa y cuya burocracia está asegurada, es la constatación de que a Sánchez le importa un pepino la Junta Electoral Central y que las sanciones le servirán para empapelar las paredes de La Moncloa, por no utilizar un término más grosero.