La cultura del PSOE
Es difícil definir la aportación del PSOE a la cultura. Este partido –como a su modo los separatistas– aspiraba a modelar la sociedad y a los individuos se acuerdo con su ideologías, para lo cual debía dominar la enseñanza. Ideología esencialmente totalitaria, aunque no podía aplicarse más que parcial y lentamente en una sociedad poco propicia a ella.
Los rasgos educativos venían a ser una mezcla de marxismo (aunque la lucha de clases había perdido su vieja mística proletaria), ecologismo, feminismo y el europeísmo habitual.
Su lógica interna iría conduciendo a la aversión o relegación de la idea de España, a la falsificación de la historia forzada por ley, a la “salvación del planeta” contra el hombre, a la pretensión de inferiorizar jurídicamente al varón, al aborto masivo combinado con una inmigración masiva, al rechazo o indiferencia a la relación entre sexualidad, reproducción y familia, al homosexismo (politización de la homosexualidad), a los “derechos” de los animales, al ataque permanente a la religión y cultura cristianas, al odio a la propia civilización europea, fustigada como meramente colonialista y explotadora, a la ideología lgtbi, etc. Derivas que en la época de González solo se esbozaban, para cobrar cada vez más cuerpo posteriormente.
El PSOE trató de impedir la enseñanza privada, ante todo la religiosa, como había hecho la República, dejando solo una enseñanza pública dominada por el partido desde el poder. No lo consiguió entonces, aunque impuso a la privada y la religiosa normas y contenidos a su avanzado gusto moral, en el que desempeñaba un papel clave su visión de la sexualidad como simple disfrute físico por cualquier medio y al margen de la reproducción y la familia, un tanto en la estela del “mayo del 68”. Una avanzada de la nueva ética fue la traducción de El libro rojo del cole, en 1979, prohibido pero que marcaba la orientación posterior. Se trataba de un enfoque entre anarquista y marxista (copiaba, pero solo en el nombre, al Libro Rojo de Mao), que proponía la indisciplina escolar, la conducta guiada por el gusto o el capricho tanto en relación con los estudios como con la sexualidad o las drogas, bajo la presunción de que ello liberaba la personalidad y corroía “el sistema”. Esta educación, ampliada con criterios políticos, ecologistas o sobre la historia, se desarrollaría en los sucesivos gobiernos socialistas y separatistas.
La oposición zascandil de los últimos tiempos del franquismo –a la que pertenecían el PSOE y los separatistas– expresaba sus preocupaciones sexuales, entre otras cosas, en peregrinaciones laicas a ver películas pornográficas en Biarritz o en Perpignan. Quizá sean las memorias de la editora y escritora Esther Tusquets las que ofrezcan un cuadro más vívido y sincero de aquel antifranquismo: “En la Barcelona de los sesenta todos éramos muy progres y liberales (…) El sexo era uno de los juguetes preferidos, las llamadas perversiones un refinamiento exquisito (un ilustre escultor brindaba a sus invitados el deleite de ver defecar a su bellísima compañera, en cuclillas, en mitad de la sala) (…) Una ilustra hispanista, por otra parte muy atractiva, me tenía en su lista (pero) vio que yo no le daba facilidades y se dirigió apresurada a Juan Benet, que estaba sentado en el bar tomándose tranquilamente un café y la llevó encantado a su habitación (…) Mi hermano mantuvo charlas escandalosas y divertidas con Luis Berlanga, un tipo inteligente y encantador, en torno a la posibilidad de hacer un libro sobre erotismo. Es curioso hasta qué punto izquierdismo y pornografía, al ser ambos objeto de represión franquista, iban hermanados en la España de los sesenta. Muchos de nosotros asistíamos a un burdo espectáculo porno en una cutre taberna del puerto de Hamburgo o a un sofisticado striptease del Crazy Horse como si participáramos en un acto revolucionario. Y poco faltaba para que, al meterse en el coño la putita portuaria el último objeto que le venía a mano (en una ocasión fueron las gafas de mi padre, lo que a él le enfadó mucho y a nosotros nos provocó un ataque de risa desaforada) o al desprenderse una de las mujeres más bellas del mundo de la última prenda de ropa, nos pusiéramos en pie y entonáramos La Internacional (…) Tras una larga sobremesa donde se habló mucho de sexo y todos nos mostramos partidarios del más absoluto libertinaje y de las más audaces experiencias, un ilustra pintor nos propuso…”. Como dice el dicho, el progreso no tiene enmienda.
Interés mayor tenía para el gobierno el control de la universidad. Ya en la última década de Franco, el activismo agresivo de los comunistas, con abundantes publicaciones legales, había creado un considerable ambiente universitario marxista considerable, cuyos frutos iba a recoger el PSOE sin esfuerzo. Considerable, aun si no dominante por completo, pues se le resistían sordamente y a la defensiva, muchos profesores, en particular los de cierta edad. De modo que el gobierno procedió a una purga burocráticamente disfrazada rebajando en cinco años, a sesenta y cinco, la edad de jubilación forzosa. La medida favorecía igualmente a los separatismos, pues la oposición se debilitaba mucho y podía irse creando una generación joven “a la carta”, por así decir.
La jubilación de los profesores “carcas” se completaba con la promoción de los llamados “penenes” (PNN, profesores no numerarios). Estos eran en su mayoría licenciados jóvenes con escasa experiencia, producto indirecto de la masificación creciente de la universidad en los años 60 y 70, y de la escasez de presupuesto. Es decir, había sido preciso contratar a ese profesorado, con sueldos bajos y sin convertirlos en funcionarios, con la inseguridad profesional consiguiente. Los penenes deseaban convertirse en funcionarios, con mejores sueldos, lo que favorecía la agitación comunista, de modo que desde principios de los años 70 se convirtieron en un elemento francamente subversivo, con huelgas, protestas, aprobados generales y apoyo al estudiantado marxista, minoritario pero muy activo. Por lo tanto, el gobierno del PSOE se valió de ellos para cubrir los huecos dejados por las jubilaciones y extender como nunca un profesorado funcionarial.
Indudablemente la calidad de la enseñanza universitaria bajó y se politizó en triunfo, pero al mismo tiempo el PSOE tuvo el acierto de extender más que nunca la enseñanza superior, necesaria para una sociedad en expansión económica a pesar de las crisis. Expansión que al mismo tiempo obstaculizaba la creencia en doctrinas tipo lucha de clases, que casi insensiblemente derivaban a ecologismos, feminismos y separatismos.
Si el Frente Popular había sido en esencia una alianza de sovietizantes y separatistas, una vez perdidas o muy debilitadas las ilusiones comunistas, los separatismos iban convirtiéndose en el problema mayor para la continuidad nacional de España.