¿Qué resultado tiene que tener el señorito Abascal para hacer autocrítica?
Sí, no os extrañe. Un señorito es un hombre acomodado, normalmente dependiente del señor del cortijo.
Solo, que en éste caso el cortijo es VoX, el señor es el dinero y el señorito, Santi Abascal.
Todo empezó con buena pinta, con un megáfono encima de un banco cual Flautista de Hamelín, con ese discurso tan comercial que te inspira la izquierda de este país. Le oí decir a Iván Espinosa en Málaga, «que no tenían que pensar mucho, que las estupideces del gobierno les ponían las medidas a tomar, en bandeja».
Al flautista éste le seguía cualquiera. Vender el adelgazamiento de la maquinaria política de este país es muy fácil, al igual que prometer ser duros al luchar contra los complejos de superioridad de los separatistas de turno. Claro, me diréis, «dentro de las 100 medidas había algunas infumables». Pues sí, las había; pero valía la pena escuchar e incluso como ilusos, llegar a pensar, que iba a llegar un tío al Senado a decir: «Señores esto queda cerrado» — o dejar los congresos autonómicos en 4 ó 6 diputados por provincias, dependiendo del número de habitantes — daba incluso algo de morbo.
Todo un sueño de programa en manos de un tal Santi Abascal, que prometía no coger las subvenciones que les correspondiesen como partido político y pediría que se suprimiesen para todos; y lo hacía extensible a los sindicatos; vamos, «para sacarlo a hombros».
Lo tenía todo en su mano.
Además, como no iba a coger las subvenciones, se permitía dar sablazos a diestro y siniestro con cualquier excusa, y «todo quisqui» pasaba por taquilla . . .
¿Qué ocurrió?
Pues que cuando se olieron las subvenciones fresquitas, fueron a la buchaca. No quedó ahí la cosa, sino que se creó un sindicato propio, y también se puso la mano.
Una vez situado ahí, en ese puesto de señorito del cortijo, y como corresponde al cargo, no podía permitir que nadie le rechistase en nada — ni en lo más mínimo — para lo que creó los «hombres de negro», unos miembros del Comité Ejecutivo Nacional que tenían la misión de eliminar cualquier disidencia interna o cualquier corriente de opinión crítica, que no obedeciera las directrices del señorito y sus mamanabos. Y lo hacían sin el más mínimo rubor, acallando por las bravas y sin educación a cualquier grupo díscolo, «según ellos».
Digo nombres: cuando el canario Carmelo González, responsable de comunicación del partido en Las Palmas, anunció que le iba a disputar al señorito las primarias, fue fulminado; éste fue uno de los primeros casos en los que se dieron a conocer estos «hombres de negro», a los que pongo nombre: Tomás Fernández y David Lucas, que en aquel entonces dependían del guerrillero Ortega Smith.
Bien, al señorito se le esta derramando el partido entre los dedos por soberbio, por querer hacer de su partido su cortijo, actuando fuera de La Ley que le obliga a gestionarlo de forma democrática. Ha ninguneado a las bases, que hoy son los pilares de cualquier formación política, y lo está pagando con la soledad, Se le han ido los mejores que le seguían hasta el fin del mundo — porque chulerías, no — ¡no, señorito, no!
Pero el señorito sigue en estado de iluminado, porque con el batacazo de Galicia, se le ha visto solo con el recién ascendido por defenestración de sus queridos «compis», Ignacio Garriga, y juntos declararon que la culpa ha sido del PP y de la equivocación de los gallegos a la hora de votar.
¡Manda Huevos! ¿Después de que porcentaje haríais algo de autocrítica?.
Señorito Santiago: Al día de hoy eres un muerto político, y lo peor es que has dejado huérfana a la derecha conservadora de este país. Tu única solución sería coger el megáfono y pasearte por las bases pidiendo perdón por tu chulería y empezar de cero; y como eso, con tu soberbia y viviendo ya en tu chalet de Conde Orgaz con la cartera bien hinchada, no lo vas a hacer…
¡QUE TE VAYA BIEN, SEÑORITO!