Ante la guerra
Cuando la guerra de Irak hubo inmensas movilizaciones en toda Europa. Y por supuesto en España, movidas sobre todo por el PSOE. Aquella ocasión demostró la clase de oligarquías políticas que padece el país. Un PP extraño a los intereses de España y completamente entregado a los intereses de Usa e Inglaterra, presentados como “de la democracia”; y un PSOE corrupto y ajeno a los intereses españoles pero ansioso de poder y simpatizante de Sadam, del islam en general y de Marruecos en particular. El pacifismo invocado por el PSOE es tan falso como las armas de destrucción masiva de Sadam.
El PSOE siempre fue un partido de guerra civil, abiertamente en los años 30, encubiertamente desde la transición, buscando enfrentar gravemente a los españoles para sacar tajada partidista. El resultado de aquella guerra fue, para Irak, un país semidestruido en guerra civil interna permanente, decenas o cientos de miles de muertos, desplazados y emigrantes, y radicalización islamista.
Todo por “la democracia”. Para España fue el triunfo de Zapatero en las elecciones de 2011, con todo lo que ello supuso.
Ahora tenemos el caso de Ucrania, mucho más grave y que afecta más de lleno a los intereses europeos. No se nota una efervescencia ni remotamente parecida ante los anuncios y amenazas de la UE de preparar una guerra contra Rusia (no de preparase para la posibilidad de tal guerra, la diferencia no es mera sutileza). Pero Rusia sí posee armas de destrucción masiva, y una nueva gran guerra en el continente significaría el fin de la civilización europea, o algo aún peor. El problema nace del fracaso de la OTAN y la UE en su intento de destrozar a Rusia mediante su agente ucraniano, combinado con sanciones económicas con las que esperaban arruinarla.
Ni Rusia se ha arruinado ni su ejército se ha agotado, sino todo lo contrario, mientras que Ucrania está resultando devastada y las esperanzas en las prodigiosas armas de la OTAN han resultado fallidas. ¿Qué hacer ahora? Solo hay dos salidas: o reconocer el fracaso y buscar una solución negociada, en la que la peor parte la llevaría una Ucrania gobernada por unas oligarquías capaces de sacrificar a su propia población por intereses ajenos; o ampliar la guerra, en un proceso que se volvería rápidamente incontrolable. Y parece que la UE y la OTAN están por lo segundo.
Para España, la cuestión es esencial. El gobierno y su oposición son tan extraños a los intereses de España como Zelenski a los de Ucrania. La alternativa, VOX, demasiado impresionada por el amenazante vocerío demagógico de unos y otros, no logra plantear la cuestión desde el interés nacional, temiendo que no sería comprendido en una sociedad en gran medida corrompida por unos medios a su vez tan corrompidos como la triple oligarquía PP-PSOE-separatistas, que está llevando al país al borde del abismo. Pero los jefes de VOX deben ser conscientes de su responsabilidad. Si ellos no alzan la bandera, nadie más está en posición de hacerlo.